TEMA 8: LA NOVELA DESDE 1939 A 1975. TENDENCIAS, AUTORES Y OBRAS PRINCIPALES.
DÉCADA DE LOS CUARENTA: LA NOVELA EXISTENCIAL.
Los años cuarenta fueron la década más dura de la
posguerra y coinciden con la Segunda Guerra Mundial, en la que España se
mantuvo neutral. Es un período de fuerte censura, en el que se prohibió el
derecho de reunión y asociación sin autorización del gobierno y el uso de
cualquier lengua que no fuera el castellano en educación y en la
Administración.
La vida cultural sufre un paréntesis tras la guerra
debido a la censura implacable que impedía la recepción general del pensamiento
extranjero y que encorsetó la evolución del propio. Se promueve en este
ambiente otro tipo de “cultura” basada en las novelas rosas, los tebeos y las
canciones populares
El
ambiente de desorientación cultural de comienzos de la posguerra es muy acusado
en el campo de la novela. Se ha roto con la tradición inmediata: quedan
prohibidas las novelas sociales de preguerra y las obras de los exiliados, así
como la de aquellos autores extranjeros contrarios al régimen. Además, la
novela deshumanizada no podía servir de modelo, ni resultan imitables modelos
como Miró, Pérez de Ayala o Ramón Gómez de la Serna. Retrocediendo un poco más,
sólo la obra de Baroja parece servir de ejemplo para ciertos narradores de la
llamada “Generación del 36” (o de la guerra). Junto al desolado realismo
barojiano, se cultivaron otras líneas: la novela psicológica, la poética y
simbólica... Es una época de búsqueda, de tanteos muy diversos.
Como continuadores del realismo
tradicional tenemos la obra
de Ignacio Agustí (Mariona Rebull), la de Zunzunegui (La vida como es y¡Ay... estos hijos!) y la de
J.Mª Gironella que elaboró una trilogía sobre la guerra y la posguerra.
Sin
embargo, es la novela
existencial la más destacada
en este período, de ahí que los grandes temas sean la soledad, la muerte, la
frustración, la incertidumbre de la existencia y la dificultad de comunicación
entre los hombres. Abundan los personajes marginales y desarraigados (como
Pascual Duarte) o desorientados y angustiados (como Andrea), lo que revela sin
duda el malestar del momento, malestar que en último término es social y que se
trasluce en esas pinturas grises, cuando no sombrías. Pero la censura hace
imposible cualquier intento de denuncia y limita los alcances del testimonio.
Por eso no se puede hablar aún de novela social, ya que lo que caracteriza a la
novela de los años cuarenta es la trasposición del malestar social a la esfera
de lo personal, de lo existencial. Si en esta década las novelas nos muestran
personajes puestos a prueba en situaciones extremas, durante la década de los
cincuenta se centrarán en el conflicto de la colectividad hasta que ya en los
sesenta se tenderá hacia la novela psicológica mediante la exploración de la
conciencia humana y de su entorno social.
Dos
son las fechas que se señalan como momento de un nuevo arranque del género que
renueva la técnica tradicional de la novela realista:1942, con La familia de Pascual Duarte de Cela, y 1945, con Nada, de Carmen Laforet. Entre esos años o poco después se
revelan autores como Torrente Ballester, Gironella, Delibes...
La familia de Pascual Duarte, con su agria visión de la realidad, inaugura una
corriente que se llamó “tremendismo” y
que consistía en una selección de los aspectos más duros y sórdidos de la vida
(situaciones repulsivas y espeluznantes, prostitutas, tarados y criminales). La
novela es una confesión y una justificación que un condenado a muerte hace de
sus crímenes desde la cárcel. Otras novelas destacables de Cela en la década de
los cuarenta: Pabellón de
reposo, Nuevas andanzas y desventuras del Lazarillo de Tormes o Viaje a la Alcarria.
Carmen
Laforet consigue con Nada en 1945 el Premio Nadal. Narrado
en primera persona y verosímilmente autobiográfico, esta novela era una implícita
denuncia de la sordidez y la miseria ─física
y moral─ de la burguesía barcelonesa tras el trauma bélico. A través de Andrea, la protagonista,
que viaja a Barcelona cargada de esperanzas para estudiar en la universidad,
nos muestra la parcela irrespirable de la realidad cotidiana del momento, recogida
con un estilo desnudo y un tono desesperadamente triste.
De
tristezas y de frustración hablaba también Delibes en su primera novela, La sombra del ciprés es alargada (1947), aunque con el
contrapeso de una honda religiosidad. Es una novela de temática existencial por
el pesimismo con que trata personajes y circunstancias.
Empieza
también a destacar por estos años Torrente Ballester, aunque al margen de la
literatura existencial: su obra, que experimenta una gran evolución, es
difícilmente clasificable. En estos años destacan títulos como Javier Mariño y El golpe de estado de
Guadalupe Limón.
LA DÉCADA DE LOS CINCUENTA: EL REALISMO
SOCIAL.
Durante los años
cincuenta España experimenta una
etapa de apertura al exterior: se permite cierto pluralismo interno, se
suavizan las relaciones diplomáticas con las potencias occidentales, se permite
la entrada en la ONU a España en 1955 y se da un cambio en la política
económica que favorece el crecimiento de la renta nacional. Una activa clase
media de profesionales, comerciantes y funcionarios desarrollaron poco a poco
la economía del país. La marcha a Europa de una enorme masa de trabajadores
produjo envíos de dinero que, unidos al incremento paulatino del turismo en
nuestro país, harían posible el progreso que se daría durante los años sesenta.
En
esta década conviven dos generaciones de escritores: por un lado, los que
forman la llamada Generación
del 36 (Cela, Torrente Ballester y Miguel Delibes), y otro, aquellos
autores nacidos entre 1925 y 1935 que se conocen como “Generación de medio siglo” (Rafael Sánchez Ferlosio, Ana María
Matute, Juan Goytisolo o Ignacio Aldecoa).
La
angustia existencial de los años cuarenta da paso a las inquietudes sociales: la novela social será la corriente dominante entre 1951
y 1962 (fecha en que se publica Tiempos
de silencio de Luis Martín
Santos).
Será La colmena, de Cela, la
que inaugure el realismo social en la novela en 1951 con su despiadada visión
de la sociedad madrileña a través de un narrador en tercera persona que actúa
como mero testigo de aquello que cuenta. Es una obra de protagonista colectivo
en la que aparecen unos 300 personajes, entre los que se puede destacar a Martín Marco. Aparecen representadas
todas las clases sociales de ese Madrid de 1942 en el que se centra la obra: el
señorito vividor, el pedantón, el impresor adinerado, el guardia, el
prestamista, el poeta joven, los músicos miserables, el poeta joven y
ridículo...; las beatas, las prostitutas del más variado nivel, las dueñas de
las casas de citas, las alcahuetas, la niña vendida a un viejo verde... Se
trata, en general, de seres mediocres y, a menudo, de baja talla moral. Pocos
se salvan de la vulgaridad, abundan los despreciables (especialmente entre los
acomodados), aunque también hay figuras conmovedoras apaleadas por la vida, a
veces con una pizca de nobleza. El diálogo ocupa un puesto eminente en la
caracterización de los personajes. El ambiente es sobre todo humano: la suma y
las relaciones de estos personajes a lo largo de tres días del año 1942.
Otra
obra representativa de 1951 es La
noria, de Luis Romero, también de protagonista colectivo pero con
Barcelona como marco. Y hay que añadir además dos novelas también iniciadoras
de Delibes: El camino (1950), que muestra el paso del
mundo infantil al adulto, y Mi
idolatrado hijo Sisí (1953).
Ambas muestran con ojos críticos parcelas concretas de la realidad española: un
pueblo castellano y una familia burguesa.
Se
llama el año inaugural de la novela social en el sentido más estricto a 1954,
momento en que se dan a conocer los autores de laGeneración de medio siglo (Igancio Aldecoa, Rafael Sánchez
Ferlosio, Ana Mª Matute, Juan Goytisolo, Carmen Martín Gaite, Caballero
Bonald...). Entre ellos hay evidentes rasgos comunes, fundamentalmente la
solidaridad con los humildes y los oprimidos, la disconformidad ante la
sociedad española, el anhelo de cambios sociales.
Desde
el punto de vista de la temática, la sociedad española y sus problemas se
convierte en tema principal y deja de ser un puro marco. La influencia de J.P.
Sartre es importante.
Las
novelas que muestran la aludida solidaridad con los humildes se centrarán en
tres temas fundamentales: la dura vida del campo, las relaciones laborales o
las novelas de tema urbano en las que predominan las que presentan ese mundo
fronterizo a la ciudad que es el suburbio, con toda su miseria. En el extremo
opuesto se hallan las novelas de la burguesía, en las que la juventud
desocupada y abúlica pasa a primer plano.
En
cuanto a la técnica y estilo, el contenido tiene toda la prioridad y a él se
subordinan las técnicas elegidas: se antepone la eficacia de las formas a su
belleza y se rechaza la pura experimentación y el virtuosismo. La estructura
del relato suele ser aparentemente sencilla. Se prefiere la narración lineal y
la sencillez y concisión se perciben asimismo en las descripciones, que no son
muy abundantes y que tienen un papel predominantemente funcional (presentación
de ambientes). Sin embargo, bajo esa aparente sencillez hay un esfuerzo
considerable en la construcción al concentrar la acción en un breve espacio de
tiempo (El Jarama o Duelo en el paraíso tienen una duración de un día).
Clara
preferencia por el personaje colectivo (siguiendo los pasos de Dos Passos y
Sartre), de las que fueron pioneras La
colmena y La noria. Junto a éste, también
es propia de la novela social la presencia del personaje representativo, tomado
como síntesis de una clase o de un grupo, más que como individuo dotado de
psicología singular.
El
diálogo es imprescindible y se aprecia además un empeño en los autores por
recoger el habla viva, ya sea de los campesinos, obreros o señoritos
burgueses. El lenguaje adopta normalmente el estilo de la crónica,
desnudo, directo.
En
lo concerniente a la orientación estética, dentro del realismo dominante pueden
señalarse dos actitudes o enfoques:
a. El objetivismo.
Se
propone un testimonio escueto de la sociedad sin aparente intervención del
autor. Su manifestación extrema fue el conductismo, procedente del behaviorism americano (behaviour=conducta) y que
consiste en limitarse a registrar la pura conducta externa de individuos o
grupos, y a recoger sus palabras, sin comentarios ni interpretaciones, aunque
en la práctica es difícil establecer la frontera entre el objetivismo y el
realismo crítico.
La
novela más representativa de esta tendencia fue El Jarama (1956) de Sánchez Ferlosio, novela sobre el tedio que invade
una sociedad gris y sin aliento. Otras obras y autores destacables de esta
corriente: Ignacio Aldecoa con El fulgor y la sangre y Con el viento solano;
Jesús Fernández Santos con Los bravos y Carmen Martín Gaite con Entre visillos.
b. El realismo crítico.
Los
novelistas no aceptan la realidad que ven a su alrededor, de ahí que la
disconformidad y la rebeldía sean sus rasgos más característicos. Hay que
explicar la realidad (no sólo mostrarla) poniendo de relieve sus mecanismos
profundos y denunciándolos. El autor, por ello, toma partido, valora las
circunstancias y utiliza la novela como vehículo de denuncia social. Destacan
dentro de esta corriente Juan
Goytisolo conDuelo en
el paraíso, la trilogía El
mañana efímero o Fin de fiesta, centradas en la hipocresía y
el egoísmo de la burguesía, o Luis
Goytisolo con Las afueras. Otros: Juan García Hortelano con Nuevas amistades, Caballero
Bonald o Jesús López Pacheco.
Ana María Matute, aunque con reflejos y de intención social, constituye en sí
misma un nuevo género por la refinada prosa poética y su poderosa imaginación: el realismo lírico, bajo cuya denominación se agrupan
títulos como Los Abel,
Fiesta al Noroeste, Pequeño teatro oLos
hijos muertos.
LA DÉCADA DE LOS SESENTA: LA NOVELA
EXPERIMENTAL.
Durante
la década de los sesenta se produjo un importantísimo
crecimiento económico que poco a poco fue modificando la sociedad española. El
gobierno se siente tan fuerte que amplía su nivel de tolerancia respecto a las
libertades y a las manifestaciones de la oposición. Los principales motores del
crecimiento económico y de la paulatina modernización del país fueron el
turismo y las inversiones extranjeras.
En la segunda mitad de esta década surge
el terrorismo como nueva fuerza de oposición al régimen.
A
pesar de que a comienzos de los sesenta predominan aún las formas realistas,
objetivistas y de intención social, comienzan a manifestarse signos de cansancio
del realismo dominante en la novela española. Algunos críticos manifiestan la
necesidad de fantasía o lamentan la despreocupación del escritor respecto del
lenguaje. A ellos se suman incluso ciertos adalides del realismo social como
Goytisolo, quienes pasarán a propugnar la necesidad de una renovación formal y
de enfoques más complejos. Nace la inquietud de conciliar visión crítica y
modernidad literaria, se
reivindican los aspectos formales y expresivos y se huye de la mera
reproducción.
En
esta década la censura es menos estricta y nuestros autores tienen cada vez más
en cuenta las aportaciones de los grandes
novelistas extranjeros como
Marcel Proust (En busca del tiempo perdido), William Faulkner (máxima
figura de la “generación perdida” norteamericana), Kafka (La Metamorfosis), James Joyce
(Ulises) o la noveau
roman francesa. Junto a
ellos, pronto causaría un gran impacto la nueva novela hispanoamericana: La ciudad de los perros (1962) de Vargas Llosa y Cien años de soledad (1967) de García Márquez serán dos
hitos fundamentales. Se dan numerosas innovaciones en las técnicas narrativas
como la combinación del monólogo interior, el estilo directo, el indirecto y el
indirecto libre; se destruye el párrafo como unidad textual, se superponen
varios planos de acción; el personaje es vagamente caracterizado y en la lengua
se vuelve a experimentar con la metáfora en asociaciones imposibles.
En
cuanto a las características de la novela experimental, podríamos resumirlas
en: se organiza en secuencias separadas por espacio en blanco, no por
capítulos; el argumento o se disuelve en pequeñas historias que se entrecruzan
o se relega a un segundo plano y en él se da cabida junto a lo real, a lo
fantástico y lo onírico. Las historias se suceden de manera alternativa, según
la técnica del contrapunto. Cuando los personajes son numerosos, se recurre a
la técnica caleidoscópica para relatar sus historias. El mundo narrado llega al
lector no sólo a través del narrador omnisciente tradicional, sino también
desde la perspectiva de un personaje (punto de vista único) o desde múltiples
perspectivas, para ofrecer distintas versiones o interpretaciones de una mima
historia. Además de la primera y tercera persona, se emplea la segunda persona
narrativa, a la manera de un tú reflexivo que se identifica con el personaje
que habla. Pierde peso el diálogo en favor del estilo indirecto libre y del
monólogo interior, que permite al lector abismarse en la conciencia íntima del
personaje. Los personajes reciben un tratamiento individualizado, tienen una
personalidad problemática, buscan su identidad y suelen fracasar en el pulso
que mantienen con la sociedad. Su vida no se narra cronológicamente, sino que
son frecuentes los saltos temporales del presente al pasado (flash back). El
relato suele comenzar de manera abrupta (in medias res) y tiene un final
abierto. El lenguaje incorpora todos los registros del habla y parodia textos
de diversa procedencia (ensayísticos, publicitarios....)
En
1962 Tiempo de silencio de Luis
Martín Santos inaugurará la
nueva etapa de nuestra narrativa, ya que supuso una renovación formal e
ideológica. La obra trata del
proceso interior del personaje principal: es una novela “de protagonista”:
Pedro viene a ser trasunto de la condición humana. Es un personaje borroso,
zarandeado o anulado por las circunstancias del que sólo conocemos sus
proyectos de investigación científica. El desarraigo, la impotencia y la
frustración marcan a este protagonista y son los temas centrales que confieren
a esta novela su significación existencial. Además la novela sitúa este
desconsolado reflejo de la miseria existencial en un marco social concreto: el
Madrid de los años del hambre y sus distintos estratos sociales: la clase alta,
un mundo superficial que vive al margen de la realidad y que se caracteriza
fundamentalmente por su inutilidad; la clase media-baja, que por encima de
cualquier consideración moral sólo piensa en medrar; la clase baja en su capa
más ínfima, el subproletariado de las chabolas donde se dan cita todas las miserias.
La crítica de Luis Martín Santos es nacional y con su sátira feroz quiere ser
un violento revulsivo.
Al
rechazar el enfoque objetivista adopta lo que llamó “realismo dialéctico”, algo
que es inseparable de su posición como narrador: a veces cede la palabra
totalmente a sus personajes (monólogo interior), en otros el autor ve los
hechos desde el protagonista y en otros los hechos se ven desde el narrador,
que está presente en su obra (introduce de nuevo el punto de vista), prodigando
comentarios y juicios sobre sus criaturas, con lo que estamos ante un enfoque
subjetivista. Fundamental es el estilo indirecto libre.
Desde
esta obra, en la que el autor no abandona el compromiso y profundiza en el
análisis socio-político, termina la tendencia realista y se puede hablar del
triunfo de la novela abierta y de imaginación.
En
los diez años que van de 1962 a 1972 se suceden aportaciones decisivas en la
línea de la renovación: Últimas
tardes con Teresa (1966), de
Jua Marsé, que supone una superación del objetivismo y una vuelta al “autor
omnisciente”; Cinco horas
con Mario (1966), de Delibes,
un largo monólogo interior en que la protagonista evoca desordenadamente una
vida y unas obsesiones; Señas
de identidad (1966), de Juan Goytisolo, uno de los pioneros en la busca de
nuevas técnicas narrativas, y en cuya obra se dan cambios de punto de vista,
saltos en el tiempo, uso de diversas personas narrativas, monólogos
interiores...; Volverás a
Región (1968), de Benet; San Camilo 1936 (1969), de Cela, su
experimentación más audaz; La
saga/fuga de J.B (1972), de
Torrente Ballester, que es a la vez un tributo al experimentalismo y una
magistral parodia del mismo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario