Historia de una escalera es un drama en tres actos estrenado en 1949 en el Teatro Español de Madrid. Fue dirigida por Cayetano Luca de Tena tras obtener el premio Lope de Vega de ese año y tuvo 187 representaciones, lo que indica un enorme éxito.
La obra describe la
fatalidad que persigue a los vecinos de una casa modesta, quienes no pueden, de
ninguna manera, mejorar su condición social de “pobres”: tres generaciones
(primera: Doña Asunción, Paca, etc.; segunda: Fernando, Urbano, Carmina,
Elvira, etc.; tercera: Fernando hija, Carmina hija, etc.) están condenadas a
vivir en la mediocridad, a la sombra de la escalera de una casa de vecindad.
Este hecho supone el fracaso continuo de los personajes, por un lado como
componentes de una sociedad que no tiene esperanzas de mejora, por otro, como
seres individuales que se condenan ante la imposibilidad de ver realizados sus
sueños. Además, esta situación llevará a algunos de ellos a la desgracia. Buero
termina la obra con un final abierto: ¿podrán Fernando y Carmina hijos, a
través de un amor prohibido por sus padres, librarse de la escalera, de la
mediocridad de esas vidas?
Contexto histórico:
Por aquellos años España se encontraba en la época más dura de la
posguerra, además de estar inmersa Europa en la Segunda Guerra Mundial. La
censura, la prohibición de multitud de derechos civiles, además del hambre, las
cartillas de racionamiento, era la situación que vivía una población que sentía
el peso de los trágicos recuerdos de la guerra.
A consecuencia de la
fuerte censura que se cernía sobre el teatro, estos temas no podían ser
tratados directamente en el escenario. Por esa razón, entre el segundo y el
tercer acto se elude, y a la vez se alude la guerra civil; es decir, está en la
mente de los espectadores y constituye un personaje más, indispensable parar
entender las reacciones de los personajes. El tema de España, por lo
tanto, está presente de manera constante en la obra, tratado desde una
perspectiva crítica, con una visión que hunde sus raíces en Cadalso, Larra,
Galdós y la Generación del 98. El dolor por el atraso, la falta de futuro, la
frustración por la imposibilidad de prosperar que manifiestan los personajes
son los mismos que se encuentran en todos ellos. Frente a esa España real,
Buero opone una España posible, soñada, mediante la esperanza que representa el
final.
Contexto literario: Buero es,
ante todo, un trágico. Para él la tragedia tiene doble función:
a) Inquietar: plantear
reflexiones al espectador sobre temas trascendentales de la condición humana.
b) Curar: no imponer
soluciones, dejando siempre una puerta abierta a la esperanza.
La temática de sus obras siempre es la condición humana ante
la que interroga. Sus obras tienen mucho de investigación y desvelamiento de
las limitaciones de la personalidad humana: la búsqueda de libertad, de
felicidad, de autenticidad, pero dentro de su mundo cotidiano concreto, nunca
en abstracto.
Esta temática la enfoca en dos planos: el plano existencial
(meditación sobre la condición humana); el plano social (denuncia de las
injusticias sociales concretas, directamente relacionadas con la situación
concreta de la España de la época). Estos dos planos aparecen entremezclados en
sus obras.
Atendiendo a los contenidos o enfoques de sus obras, en la
trayectoria de Buero pueden señalarse, en general, tres etapas:
1. La primera época (paralela
a los años de búsqueda y el primer realismo social) iría hasta 1957 y predomina
en ella el enfoque existencial.
Además de su primera obra Historia
de una escalera (1949), en donde presenta a tres generaciones de varias
familias modestas, con todos sus problemas de frustración, tanto por el peso
del medio social como por la debilidad de los personajes, escribe las siguientes
obras: En la ardiente oscuridad (1950), La tejedora de
sueños (1952), Hoy es fiesta (1956) y Las cartas
boca abajo (1957).
2. La segunda época, que abarcaría desde 1958 a 1968-70, es paralela al
realismo social.
El predominio del enfoque social no
supone un descanso en la atención por el individuo concreto, pero ahora se
insiste más en las relaciones entre el individuo y su entorno. Los actos
individuales quedan enmarcados en un tiempo y unas estructuras sociales
concretas y se hace hincapié en las raíces y las consecuencias sociales de los
actos (aunque todo ello dentro de los límites que le permite la censura). En
esta época cultiva reiteradamente cierto tipo de “drama histórico”, aunque en
estas obras la anécdota histórica es sobre todo un pretexto para plantear
problemas actuales sorteando a la censura. Destacan sus obras: Un soñador
para un pueblo (1958), Las Meninas (1960), El
concierto de San Ovidio (1962), El sueño de la razón
(1970) y El tragaluz (1967), que tiene también algo de histórico,
aunque se sitúe en el presente y haga alusión a la historia reciente (la guerra
civil y sus secuelas).
3. La tercera época, que se inicia hacia 1970. Algunos críticos la
consideran más como de continuación o intensificación de la etapa anterior. Buero no
quiere permanecer al margen de las inquietudes experimentales que proliferan en
estos años.
Destacan obras como: La llegada de
los dioses (1971), La detonación (1977), La
fundación (1974), que nos introduce en una celda de presos políticos,
donde se reflexiona sobre el compromiso con la realidad, la lucha por
transformarla, el ideal de libertad, etc.
Lo más destacable de esta etapa en cuanto
a los temas es que los contenidos sociales y políticos se hacen más explícitos.
En cuanto a la técnica, las novedades escénicas son importantes: es primordial
el desarrollo que alcanzan los llamados “efectos de inmersión” (recursos
de sonido, luz... que hacen “oír” o “ver” las cosas tal como las imagina o
percibe un personaje, a la vez que se logra, así, expresar la subjetividad y se
propicia una participación más intensa del espectador).
El
estreno fue un acontecimiento en el teatro de posguerra y significó la
aparición de un nuevo teatro, cargado de profundas preocupaciones, en una línea
existencialista, frente al teatro de evasión, más generalizado en aquel
momento. Supo
sintetizar la corriente realista con la simbolista de, por ejemplo, Alejandro
Casona. Además, integró la tradición del sainete con la tragedia unamuniana o
lorquiana. Tras el estreno, algunos quisieron repudiar la obra señalando que
“sólo” era “un sainete”, o reprochando su “pesimismo”.
Otros autores antes
habían utilizado el sainete para trascenderlo, como Valle-Inclán en buena parte
de su obra (especialmente en La hija del capitán, en 1926), Arniches...
La novedad es que él hace una tragedia de tipo unamuniano. El sentimiento
trágico de la existencia lo impregna todo. Escribir la tragedia española
moderna ya se lo habían propuesto Unamuno o Lorca. El modelo lorquiano no podía
ser continuado, habría sido una mera repetición; pero Unamuno sí, porque no
había conseguido encontrar un lenguaje teatral válido.
El uso del sainete es
para él el hallazgo de un lenguaje fácil para el público y que no asustaba a
los empresarios, quienes huían,en cambio, de todo lo “intelectual”. El éxito fue tan enorme que repitió la
experiencia con Irene o el tesoro (1954) o Hoy es fiesta (1956).
Posteriormente, la influencia de Historia de una escalera es notable en
autores como Rodríguez Buded (La madriguera), Alfonso Paso (Los pobrecitos)
o, sobre todo, Lauro Olmo (La camisa).
El tema central de la obra es la impotencia, el fracaso y la frustración que acompañan
desde el comienzo a los protagonistas, quienes intentan, inútilmente, salir de
la situación en que se encuentran. El medio social en el que se desenvuelven y
sus propias circunstancias personales les impiden realizar sus ambiciones. En
la obra se presenta la vida de tres generaciones en un proceso cerrado,
caracterizado por dos sentimientos: la desilusión y el fracaso, aunque parece
que al final Fernando y Carmina hijos podrán romper el círculo antes de que
también a ellos les alcance el fracaso colectivo.
Los motivos secundarios son las causas (directas o
indirectas) del fracaso y de la frustración de los personajes; son los
siguientes:
q
La
pobreza y la resignación (a pesar de que no llegan a un estado de necesidad,
los vecinos son pobres).
q
El
amor (se ha dicho que la obra es “el drama del amor frustrado”).
q
La
cuestión social (es una obra testimonio de los problemas de la España de
1919-1949).
q
El
tiempo (el paso inevitable del tiempo revela el fracaso de estos seres que,
como ellos mismos presienten en el 1º Acto, jamás verán realizadas sus
ilusiones juveniles).
q
La
incomprensión entre padres e hijos (la cita bíblica que encabeza el drama ya
alude al choque generacional).
q
La
antinomia activos-contemplativos, presente en buena parte de la obra de
Buero Vallejo. En este caso, el personaje activo es Urbano, frente al
contemplativo Fernando (en El tragaluz, serán Vicente y Mario). Su
oposición se verá reforzada por la lucha que mantienen por el amor de Carmina
y, finalmente, por la guerra civil, eludida entre el segundo y tercer acto.
q
El
trasfondo mítico. En este caso, están presentes de forma subyacente los mitos
de Caín y Abel y de don Quijote. El mito cainita aparece ya en la cita que abre
la obra y va creciendo a medida que se oponen Urbano y Fernando, amigos casi
hermanos y finalmente, tras el paso de los años (y de la guerra) enemigos
irreconciliables que siembran su odio entre sus propios hijos. En cuanto al
mito de don Quijote, el profesor Ricardo Doménech apunta la posibilidad de que,
por debajo de la obra está latente, ya
que los personajes aspiran a salir de una escalera “sanchopancesca” a una nueva
España soñada.
Destacamos
algunos procedimientos formales:
·
Aunque los personajes están perfectamente
dibujados y dan impresión de ser protagonistas (Fernando,Urbano,
Carmina,Elvira), es la comunidad de vecinos, es decir, la colectividad, la
auténtica protagonista de la historia. En este drama de familias se repiten a
lo largo de tres generaciones las mismas pautas de comportamiento. La
personalidad de los hijos es un eco de la de sus padres, y aquellos transmiten,
a su vez, la herencia que han recibido.
·
La
obra está construida sobre una red de repeticiones y paralelismos que le dan
unidad. Así, por ejemplo, opone la
figura obesa de la señora Paca a la alta y delgada de doña Asunción, o las
escenas en que Fernando y Carmina, padres e hijos, se declaran su amor.
·
La
escalera es un auténtico personaje. Se huye así del habitual salón de la
comedia burguesa. Buero concede tal importancia a la escalera que incluso en
una ocasión hace que el escenario permanezca vacío unos instantes, indicando en
la acotación que “la escalera queda sola”. Todos los personajes se sienten
ligados a ella; algunos la odian; otros, la consideran una vieja compañera.
·
La
característica principal de los diálogos de la obra es la recurrencia. Se tiene
la sensación de que los personajes podrían estar hablando de los mismos asuntos
acto tras acto e, incluso, parece que se continúan diálogos comenzados en un
acto anterior.