EL
AUTOR
Antonio
Machado (Sevilla, 1875-Coillure, Francia, 1939)
Mirembro tardío de la Generación del 98, su
obra inicial suele inscribirse en el Modernismo. Fue uno de los miembros más
representativos de la Generación del 98, y su obra es un vivo reflejo de esa
España en decadencia cultural y política que tanto preocupó a los intelectuales
de su tiempo.
Su obra poética se inicia
con Soledades, en 1903, que
reedita con numerosas modificaciones en 1907 con el título de Soledades, galerías y otros poemas,
en pleno auge del Modernismo. Predomina en esta obra un tono melancólico y
doliente. La anécdota argumental es casi inexistente y los temas son los
propios del intimismo posromántico: el amor, el paso del tiempo, la soledad, la
infancia perdida, los sueños…Es ya muy característico el empleo de símbolos: el
camino, el espejo, el cristal, la fuente, el laberinto, la tarde, el jardín…En
la edición de 1907 se suprimen los poemas más superficialmente modernistas y se
añaden muchos nuevos, de una línea más intimista.
Con Campos de Castilla, 1912, explora nuevos caminos en la línea
noventayochista. Atiende, sobre todo, al espacio geográfico que le rodea – las
tierras castellanas – y a los hombres que lo habitan. En esta obra conviven
poemas muy diversos:
• Descripción
de paisajes y gentes de Castilla, desde una óptica noventayochista.
• Dura
visión de España tradicional, religiosa y conservadora.
• Poesía
sentenciosa de tipo filosófico y moral: Proverbios y cantares.
El libro Nuevas canciones, 1924, recuerda
en alguna de sus partes el tono nostálgico del primer Machado. Hay una
presencia de tierras sorianas, evocadas desde lejos; las hay, también, de la
Alta Andalucía, espacio geográfico real y mítico a la vez. Continúa, además, en
el nuevo libro, la línea sentenciosa que ya iniciara en Campos de Castilla.
CAMPOS
DE CASTILLA, 1912.
1.TEMAS
Y MOTIVOS
Este
poemario se caracteriza por su variedad temática: el paisaje, Castilla, la muerte de Leonor, lo religioso y filosófico.
EL
PAISAJE
Aparece recreado con objetividad
aparente, pero en él subyace una gran carga subjetiva derivada de la proyección
de los propios sentimientos del poeta sobre las tierras castellanas, de las que
selecciona un grupo de caracteres esenciales: la austeridad, la pobreza y la dureza.
Un grupo de poemas
testimonia la admiración de Machado ante el paisaje de Castilla, trasunto del
ser de España: Orillas del Duero, A orillas del Duero, Las encinas,
Amanecer de otoño.
Aveces incorpora al paisaje
la presencia humana, con lo que los
ambientes naturales se convierten tanto en un signo de una perspectiva
histórica sobre el ser de Castilla, como de una voluntad adoctrinadora. Esta
presencia humana suele girar en torno al campesino
castellano que, humilde y luchador, ha heredado también antiguos vicios,
como la codicia y la envidia. Es lo que ocurre en Por tierras de España,
El dios ibero o en Un criminal.
Destacan también los
motivos relacionados con los elementos naturales. Cabe destacar dos. El primero
es el árbol, que presenta una
simbología distinta según la especie de que se trate: la encina está unida a la sencillez, el
roble se relaciona con la guerra, etc. El segundo es el río Duero, muy reiterado y casi personalizado, por cuanto supone
un trasunto de la vida de las gentes castellanas.
Cuando se
marcha a Baeza, esta ciudad y sus campos recordarán su pasado histórico,
relacionado con la época de la dominación musulmana (Baeza= ciudad moruna; Guadalquivir=alfanje roto y disperso), en
poemas como Los olivos, Noviembre, 1913. Asimismo, los poemas
evocan el paisaje castellano desde la lejanía andaluza, bien con nostalgia y
tristeza, bien en unión con el recuerdo de Leonor, la esposa recientemente
fallecida en Soria (Recurso, Caminos).
EL
TEMA DE CASTILLA
Síntesis del tema de España, se trata
de forma más objetiva que el paisajístico. En él se observa una visión crítica
y una adscripción política progresista,
dentro de una línea regeneracionista propia
de la Generación del 98. En los poemas Del pasado efímero, El
mañana efímero o Una España joven, Machado
aboga por una nueva España en que no haya sitio para las lacras del país: la
miseria, el atraso, la codicia campesina y la envidia. En este grupo se incluye
el largo romance La tierra de Alvargonzález, fruto del propósito inicial
de componer un romancero sobre la tierra castellana; pero que deriva hacia una
crítica contra la codicia y la envidia, que Machado consideraba rémoras
sociales; y que se convierten en los núcleos temáticos del romance.
LA MUERTE DE LEONOR
Un pequeño grupo de poemas
tienen como tema el recuerdo de la muerte de Leonor: A José Mª Palacio,
Señor,
ya me arrancaste lo que yo más quería…, Una noche de verano.
EL TEMA RELIGIOSO
Dentro de una concepción
típica de la Generación del 98, que optaba por un Dios en comunión directa con
el hombre y despreciaba la religiosidad externa, y declaraba su disgusto por la
huella de la presión clerical, que no predica la autenticidad y que siempre
está de parte del poder. Dentro de este tema destaca El dios ibero,
mientras que, desde la visión religiosa personal, sobresalen Saeta
y algunos poemitas de la serie Proverbios y cantares, que
tienen como denominador común el ansia de divinidad, al tiempo que a certeza de
lo inalcanzable e incomprensible que resulta Dios.
EL TEMA FILOSÓFICO
El autor lo desarrollará en el siguiente
libro, pero aflora en varios textos de éste, como Poema de un día, y
se ahonda en la serie Proverbios y cantares. En
estos poemas filosóficos, Machado se sitúa en sintonía con el pensamiento de
Platón y Kant, y evidencia el influjo que sobre él ejerció Unamuno, su maestro
intelectual.
2.PRINCIPALES SÍMBOLOS MACHADIANOS EN LA
OBRA
Se vale de símbolos para comunicar determinados
temas presentes en sus obras. Trataremos los símbolos de Campos de Castilla en
relación a los dos grandes ejes temáticos.
•
El problema
existencial: El paso del tiempo. La muerte
Algunos de los símbolos que hacen referencia al paso tiempo, ya presentes en su 1ª
obra, son:
- El agua
Este símbolo es quizá el que con mayor insistencia
y también con mayor hondura vivencial reitera a lo largo de su obra. El agua
del río, de la fuente, de la lluvia… su fluir casi imperceptible, constante, se
hace símbolo del fluir temporal y,
por ello, de la vida interior; puede
representar la muerte, quieta en la taza de la fuente o, en la inmensidad del
mar al que confluyen todas las aguas. (Ver poema CXXVIII)
- La tarde
Suele expresar el sentimiento melancólico de la vejez espiritual. Por esto, los
adjetivos referidos a colores que acompañan a la tarde y a los elementos del
paisaje en esa hora (rojos, cárdenos,
violetas…) se cargan por contagio semántico de estas connotaciones de
melancolía y tristeza. (Ver poema CXVIII)
- Los
caminos
Los caminos están presentes en su poesía desde sus
primeras composiciones. El caminar errante, sin meta prefijada, es ante todo un
sentimiento de pesar sin consuelo, una nostalgia de la vida que se va dejando y
que también anticipa el horror de llegar.
Los caminos son frecuentemente símbolos
de la vida o bien aparecen asociados con ésta. Cuando esto ocurre en el
poema, el camino real se difumina, se borra hacia la lejanía, hacia el futuro,
del que nada podemos decir; y, al mismo tiempo, se convierte en motivo de
melancolía, de ensueño que trae recuerdos (Ver poema Caminos). La idea de que
el camino no está hecho, sino que se hace a la vez que el acto que lo realiza
(“se hace camino al andar”) se ve reforzada por otras imágenes. (Ver Proverbios y cantares CXXXVI-XXIX).
- Los
elementos del paisaje y el tiempo vivido
En el proceso de identificación del alma con las
cosas del mundo adquieren especial relevancia los elementos de la naturaleza
(los ríos, los atardeceres, los árboles,…). En Campos de Castilla entre
los elementos configuradores del paisaje a los que el poeta dota de
significación simbólica en relación con el paso del tiempo están los ríos – en especial el río Duero- (A orillas del Duero: “como tus largos ríos, Castilla, hacia la
mar”)- y los árboles -en
especial el olmo, árbol de la infancia en algunas composiciones y de la
madurez, la vejez en otras.
Sus reflexiones sobre la muerte son una
consecuencia lógica de la preocupación por el paso del tiempo. La muerte se
manifiesta de formas diferentes: la brevedad e inconsistencia de la vida, la
decadencia del hombre y de las cosas, de los elementos de la naturaleza,… Los
símbolos con los que se alude a la muerte son numerosos: el mar (ver serie Proverbios y cantares, CXXXVI-XLV), el ocaso, el otoño, la sombra, la luna,…
El mar simboliza con frecuencia la
ciega inmensidad de la muerte, lugar al que confluyen todos los ríos, siguiendo
la alegoría de Jorge Manrique. Cada ser, como una ínfima gota, se pierde y
desaparece en la inmensidad del mar-muerte (“Morir ¿Caer como gota / de mar en el mar inmenso?”, Proverbios
y Cantares)
3. ESTRUCTURA
Externamente, el poemario, como quedó
establecido en 1917, consta de cuatro grandes núcleos:
• 40
poemas, entre los que se incluye el largo romance La tierra de Alvargonzález.
• Proverbios
y cantares, serie de 53 breves textos.
• Parábolas, serie de 8 poemas muy cortos.
• Elogios, que reúne 14
composiciones dirigidas a poetas e intelectuales contemporáneos.
Todo este conjunto se estructura
internamente según los temas tratados y de la evolución de las fechas en que se
compusieron los textos. En este sentido, el
eje cronológico se sitúa en 1912: primera edición del libro y regreso de
Machado a Andalucía. El poema Recuerdos, fechado en abril
de 1913, tras la muerte de Leonor y cuando Machado parte hacia Andalucía, sirve
de punto de inflexión para establecer esta estructura.
4.PRINCIPALES
RASGOS FORMALES
Antonio
Machado somete desde sus inicios poéticos su estilo a un proceso de depuración
en busca de la esencialidad, hecho que explica que partiendo del Modernismo
esteticista llegue a una poesía sencilla, breve y concisa.
El léxico
Machado tiene, evidentemente, un vocabulario
predilecto. Además de los símbolos examinados en el apartado anterior (el agua,
el mar, el camino, los árboles…), toda la obra poética de Machado está marcada
por el empleo de un vocabulario que evoca el tiempo que pasa, el ritmo de los
meses y de las estaciones, la caducidad de las cosas. En este sentido, hay que
señalar un vocabulario referido a lo que él mismo llamaba “signos del tiempo”. Siendo el tiempo el tema vertebrador de su
obra, las palabras que pueden funcionar como deícticos temporales (adverbios —hoy, mañana, ayer, todavía, nunca, ya, aún…,
demostrativos —estos, aquellos…—)
aparecen de continuo en sus poemas. Estos deícticos no suelen aparecer solos,
sino que se combinan en antítesis temporales para expresar vivencialmente la
relación pasado-presente-futuro (ver El dios ibero CI). Los adverbios de lugar
(aquí, allá…) y los demostrativos (estos, aquellos…) tienen también este valor deíctico; y sus
antítesis espacio-temporales señalan también antítesis correspondientes a
estados de ánimo (CXXI)
En oposición a estos signos del tiempo, el poeta
utiliza un vocabulario abstracto
para referirse a lo que define como “revelaciones
del ser en la conciencia humana” relacionados con los universales del
sentimiento: sueño, mágico, alma, ilusión, encanto, armonía…
Una de las características más señaladas entre los
escritores de la llamada generación del ’98 es el uso —incluso la recuperación—
del léxico arcaico y/o rural: tahúr, albur, sayal, juglar…arcadores,
perailes, chicarreros…
Procedimientos
estilísticos
- La
repetición de palabras o expresiones que produce un efecto de insistencia,
de obsesión o de encantamiento: Campo,
campo, campo; esta tierra de olivares
y olivares… O sirve para imitar un movimiento: Se vio a la lechuza / volar y volar. O trata de reflejar una
emoción tan fuerte que resulta indecible: ¡Oh,
fría, fría, fría, fría, fría!
- El uso de símbolos, que se convertirán
en el universo imaginario de Machado: el agua, la fuente, el camino, el mar…
Toda la poesía de Machado está recorrida por estas intuiciones vivas y frágiles
que revelan que la realidad, por la metáfora, la imagen o la comparación, debe ser
una conquista del lenguaje.
- Dos aspectos manifiestan su deseo de comunión íntima con lo que le rodea;
primero, se observa en la frecuente humanización
de las cosas, de los objetos, de los paisajes: el agua clara que reía; cárdenos
nublados congojosos; Hierve y ríe el
mar… En segundo lugar en el empleo
de la exclamación, uno de los rasgos más peculiares de este poeta que no
abandonará jamás, puesto que le permite traducir su emoción ante los objetos,
los seres humanos o los acontecimientos: ¡Hermosa
tierra de España!; ¡Oh, flor de
fuego!; ¡Tierras de la luna!...
Con este gusto persistente por la exclamación, se puede relacionar también el
uso frecuentísimo de la interrogación,
que da a sus versos un tono personal.
La métrica
La métrica merece también una atención especial en
la caracterización del lenguaje poético de Machado: variedad extraordinaria de metros y estrofas y, al mismo tiempo,
naturalidad y espontaneidad; armonía intensa de los poemas, acentuada a
veces por rimas internas; armonías vocálicas; mezcla, muy sorprendente, de
tradición y modernidad, de ecos clásicos y populares. En Antonio Machado se
cumple la vieja aspiración poética de la difícil sencillez.
En cuanto a los metros, los versos
preferidos en Campos de castilla son los clásicos de la tradición
española: el octosílabo, de
tradición popular, y el endecasílabo,
de tradición culta. En numerosas ocasiones, el endecasílabo aparece combinado con el heptasílabo. En menor
medida utiliza el alejandrino, que había sido uno de los preferidos en la obra
anterior.
En cuanto a las
estrofas, hay gran variedad: romances,
cuartetas, redondillas, coplas, décimas y la silva.
4.- Importancia de la obra en la poesía
española anterior a la Guerra Civil.
Se considera la síntesis más representativa del
pensamiento crítico-historicista del 98, un libro intensamente representativo
de aquella sincera preocupación por
España y el ser del hombre.
Aunque fue respetado por los autores de la generación
del 27, los poetas de posguerra fueron
los que realmente supieron valorarla. Así, Blas de
Otero lo convierte en el más alto ejemplo de poesía y de humanidad. Su
presencia se percibe, también, en la poesía de Leopoldo Panero, seguidor entrañable de Machado en el tratamiento
lírico del paisaje; y en la de Luis
Rosales, especialmente en su poema-libro La casa encendida. También destaca su influencia en José Hierro y Gabriel Celaya.
Los poetas de la llamada “segunda generación de
posguerra” rescataron de Machado su aspecto de hombre comprometido socialmente.
Así ocurre con Ángel González, José Manuel Caballero Bonald y José Ángel Valente. También en Jaime Gil de Biedma se observan
coincidencias de actitud con Machado, del mismo modo que no es infrecuente la
mirada hacia Machado de Francisco Brines,
Claudio Rodríguez y de José Agustín Goytisolo.
Hacia 1970 surge
una nueva promoción de poetas, los Novísimos. Machado para ellos era un
obstáculo, fundamentalmente por la prioridad que nuestro autor dio a las
preocupaciones morales y, en general, humanas, por su obstinada defensa del
habla natural en el verso, y por sus modos poéticos externos.
Durante las décadas de los ochenta y los noventa, los poetas
españoles jóvenes o no tan jóvenes volverán la mirada hacia la obra multiforme
a integral de Antonio Machado; es el caso, por ejemplo, de Andrés Trapiello, José
Mateos, y, especialmente, Luis
García Montero.