A
fines del siglo XIX y principios del siglo XX Europa vive un periodo de
inestabilidad que desembocará en la Primera Guerra Mundial.
España
está inmersa en una crisis económica, política, social y espiritual. La
Gloriosa no dio los frutos que se esperaba de ella y llegó el desencanto. La
Restauración no fue capaz de paliar los graves problemas, aunque supuso un
periodo de relativa tranquilidad, marcado por la alternancia en el gobierno de
liberales y conservadores. En 1898 el gobierno de Sagasta lleva a España
a una guerra que acaba con el Desastre del 98, en que España pierde Cuba,
Filipinas y Puerto Rico. La crisis social da lugar a la Semana Trágica de
Barcelona en 1909. La brutal represión provocó el rechazo de la sociedad
española y de Europa. Llegará después el golpe de estado y la dictadura
de Primo de Rivera, que puso fin al turno de partidos y al parlamentarismo.
A
principios de siglo España era un país atrasado en todos los sentidos. Los
intelectuales intentan regenerar el país, reclamando renovar la educación.
A la cabeza, Giner de los Ríos ( que fundó la Institución Libre de
Enseñanza). De todo este caldo de cultivo nació el movimiento
regeneracionista: Joaquín Costa.
A
fines de siglo XIX en España, Europa e Hispanoamérica surgen movimientos de
tipo disidente e inconformista fruto de la crisis de la conciencia burguesa.
En la literatura cunden los impulsos renovadores, radicalmente opuestos
a las tendencias vigentes (realismo, naturalismo, prosaismo poético...). Se
les llamó “modernistas” y se caracterizan por su inconformismo y por la
búsqueda de una renovación estética. Junto a ellos, otros escritores,
movidos por el mismo afán renovador, dan especial cabida en su temática a los
problemas del momento histórico y recibieron el nombre de Generación del
98.
Las
diferencias entre ambos son notorias. El Modernismo es cosmopolita y
busca lo exótico. Tal y como llega a España de la mano de Rubén Darío es una
literatura de los sentidos, deslumbrante de cromatismo y atractivos
sensuales. Impulsados por la búsqueda de la belleza, utilizaron un
lenguaje minoritario y retoricista de intención predominantemente
estética. La Generación del 98 se preocupa por España y redescubre Castilla
como cuna de lo español. Se trata de una literatura que constituye un
examen de conciencia. Su lenguaje huye del artificio recargado y del
preciosismo literario.
MODERNISMO
Podemos
definir el Modernismo literario como un movimiento de ruptura con la estética
vigente que se inicia en torno a 1880 y cuyo desarrollo fundamental llega hasta
la Primera Guerra Mundial, aunque autores como Machado o Juan Ramón lo
abandonaran antes, o podamos percibir su eco en momentos posteriores
entrelazado con movimientos ya distintos.
El
término “modernista” fue utilizado en un principio con un matiz
despectivo, pero Rubén Darío, junto a otros escritores, asume con orgullo ese
mote a partir de 1890. Rubén Darío publica en 1888 su obra Azul (18
cuentos y siete poemas), que supone la obra inaugural del movimiento ya que
supuso una revolución formal por la modernización de recursos expresivos y
el cuidado del ritmo. En el prólogo de Prosas profanas (1896)
formula las bases de la nueva estética: afán de originalidad, exaltación de países lejanos (Grecia, China,
Japón), armonía de la palabra y verso deslumbrante. Enriqueció el léxico con
voces de gran sonoridad, introdujo el soneto en alejandrinos y cultivó el
dodecasílabo y el verso libre. Evoluciona hacia un tono más reflexivo y
abandona el preciosismo en Cantos de vida y esperanza (1905), poesía
trascendental en la que reflexiona sobre la vida y en la que aparecen junto
a lo pagano y lo erótico tonos graves y preocupación social.
En
cuanto a las influencias que recibe el Modernismo, a excepción de Bécquer, se
vuelven los ojos a otras literaturas. La influencia francesa en
fundamental. Además de los grandes románticos (Víctor Hugo), hubo dos
movimientos claves. Por un lado el Parnasianismo, con la máxima de T.
Gautier “el arte por el arte”, que hace que se instaure el culto a la
perfección formal. Se prefieren los mitos griegos, los ambientes orientales, de
épocas y civilizaciones pasadas, el mundo bíblico, el antiguo Egipto, los
pueblos germánicos o la Edad Media española. Por otro lado, el Simbolismo, que
arranca de Baudelaire, Rimbaud, Verlaine y Mallarmé. Defienden que el mundo
sensible no es más que símbolo de
realidades escondidas, y la misión del poeta es descubrirlas, de
ahí que los versos se llenen de misterios, sueños y símbolos (ej, el
ocaso=vejez o muerte, río=vida...) Es una poesía que propone sugerir
mediante un lenguaje fluido y musical.
También
son destacables otras influencias: E.A. Poe y Walt Whitman (EEUU), Oscar
Wilde (Inglaterra) y poetas de la propia tradición española: Bécquer y los
poetas antiguos: Berceo, Manrique, el Arcipreste y los poetas de los
Cancioneros del siglo XV. El retorno a las raíces españolas se incrementará
tras el 98.
En
cuanto a la temática modernista, apunta en dos direcciones: la
exterioridad sensible (lo legendario, lo pagano y lo exótico) y la
intimidad del poeta (vitalismo y sensualidad pero también melancolía y
angustia). Sienten una desazón romántica (malestar y rechazo a la
sociedad). Se exaltan de nuevo las pasiones y lo irracional frente a la
razón y reaparece el misterio, lo fantástico, el sueño. De la necesidad de
soñar mundos de belleza en los que refugiarse de un ambiente mediocre procede
su escapismo, en el espacio (lo exótico y lo oriental) y el tiempo
(hacia el pasado medieval o el de los mitos clásicos): los versos se llenan de
ninfas, sátiros, vizcondes, caballeros y castillos.
En
cuanto al estilo, los modernistas se valdrán de todos aquellos recursos
estilísticos que se caractericen por su valor ornamental, su valor sugeridor o
ambos: aliteraciones (la libélula vaga de una vaga ilusión), sinestesias
(verso azul, sol sonoro), imágenes (nada más triste que un titán que
llora / hombre montaña encadenado a un lirio) y enriquecimiento del léxico con cultismos
o voces exóticas o adjetivación ornamental (dromedario, ebúrneo
cisne)
No
podemos olvidarnos de las innovaciones métricas. En su anhelo de ritmo,
usaron con preferencia el verso alejandrino, de influencia francesa será
el dodecasílabo y el eneasílabo, aunque no dejaron los versos
tradicionales como el endecasílabo o el octosílabo. En cuanto a
las estrofas, lo importante era no ceñirse a las estrofas consagradas, de ahí
que el soneto ofrezca múltiples variedades.
Los
principales representantes del Modernismo son:
1.
Ramón María del Valle Inclán.
Su
amplia producción literaria abarca todos los géneros y nos muestra
también una profunda evolución: desde el Modernismo elegante y
nostálgico, que es una evasión hacia la belleza, a una literatura
crítica basada en la distorsión de la realidad: el esperpento supone una
evasión hacia lo trágico y miserable del alma humana.
La
etapa modernista de Valle coincide con sus primeros años de creación literaria.
En esta etapa predominan las obras donde aparece una Galicia primitiva, mezcla
de lo patriarcal y lo popular, lo legendario y lo realista.
Sus
Sonatas representan la cima de la prosa modernista: son cuatro
novelas breves que recogen las memorias del Marqués de Bradomín, un don juan
“feo, católico y sentimental”. Cada una de ellas supone un paisaje, una
estación y una edad de la vida diferentes: La Sonata de estío nos
cuenta una relación amorosa en Méjico; la Sonata de otoño, su
relación con una enferma de tuberculosis en Galicia; la Sonata de
primavera la relación con una novicia a orillas del Tirreno; y la Sonata
de invierno, su pérdida del brazo por Carlos VII en Navarra.
Domina
en ellas un romanticismo decadente en el que las mujeres son etéreas y
enfermizas y los jardines descuidados pero hermosos. Constantemente se
enfrentan en el héroe la religiosidad y el erotismo: mezcla la
elegancia y la amoralidad en una exaltación de un mundo decadente. Su prosa es
rítmica, refinada y bellísima.
2. Antonio Machado.
A
pesar de ser uno de los principales representantes de la poesía de la
Generación del 98, se adhirió en un principio a la estética modernista, al
igual que Juan Ramón o Valle Inclán, que queda representada en su obra de 1903 Soledades,
que será ampliada en 1907 a Soledades,galerías y otros poemas.
Se trata de un modernismo intimista ya que Machado escribe mirando hacia
dentro, en un íntimo monólogo. Intenta apresar sentimientos universales que
giran en torno a los problemas de la condición humana. La soledad, la melancolía
y la angustia traspasan su versos. Las expresiones y asociaciones
corresponden al simbolismo francés en el que se formó. La metáfora de la
vida como agua que corre es constante.
3.Manuel Machado (1884-1947)
Destaca
junto a su hermano en la poética modernista con obras Alma (1901) donde
es observable un modernismo simbolista mezclado con el andalucismo colorista y
sensual típico del autor.
El
resto de su producción será un desarrollo de los temas apuntados en Alma.
En la etapa que va desde sus Caprichos (1905) a su Ars moriendi
(1922): suave sonoridad de los versos, combinación de formas y ritmos franceses
y el sentir popular de Andalucía vestido en los moldes de la copla.
4. Juan Ramón Jiménez.
(Os
lo pongo aquí porque al menos hay que hacer referencia a su etapa modernista,
pero lo estudiaremos en otros temas en profundidad: el Novecentismo.)
Su
trayectoria poética está marcada por unos temas constantes: la belleza, la
poesía, el amor, la eternidad, Dios. En su creación se distinguen varias
etapas. Dentro de la que él mismo llamó “época sensitiva”, entre 1908 y 1915,
sus obras Elejías y La soledad sonora, representan
su poesía “vestida con los ropajes del Modernismo” pero es un Modernismo
intimista.
GENERACIÓN DEL 98
Se
dio el nombre de Generación del 98 (el nombre procede de un artículo de Azorín)
a aquellos autores que compartían una serie de características generacionales: nacieron
en años poco distantes (10 años separan al mayor, Unamuno, del más joven,
Machado), tuvieron una formación intelectual semejante (Salinas señala el autodidactismo),
eran un grupo de jóvenes escritores que pronto entraron en contacto,
acudieron a las mismas tertulias y colaboraron en las mismas revistas (Juventud,
Alma española, Helios) y participaron en actos colectivos propios,
como la visita a la tumba de Larra. Obviamente el desastre del 98 aunó
voluntades. Unamuno será el guía de estos jóvenes cuyo lenguaje
generacional supone importantes novedades estilísticas, una ruptura con el
Realismo y el Naturalismo y una clara voluntad antirretórica.
Su
actitud de rebeldía es una muestra de la crisis de la conciencia pequeño-burguesa.
A excepción de Valle Inclán y Machado, que tuvieron un proceso evolutivo
inverso, la labor inicial de los noventayochistas se emparenta con movimientos
políticos revolucionarios. Pero enseguida, en 1901, el “grupo de los tres” (Azorín, Baroja y
Maeztu) publica un Manifiesto con el fin de cooperar a la
generación de un nuevo estado social: de nada sirven el dogma religioso,
ni el doctrinarismo republicano y socialista ni el ideal democrático. Sólo la ciencia
social puede mejorar la vida de los miserables. Su posición ahora es la de un
reformismo de tipo regeneracionista.La campaña fue un fracaso y con ello
llega el desengaño. En 1905 se inicia un giro hacia posturas netamente idealistas
y sienten el fracaso de los anhelos juveniles. La preocupación por
España sigue siendo clave, pero ahora desde la actitud contemplativa del
soñador o desde un escepticismo desconsolado.
En
1910 cada autor ha forjado ya una fuerte personalidad. Las
características de la mentalidad del 98 son varias. Se nota la influencia de corrientes
irracionalistas europeas: Nietzsche, Schopenhauer, Kierkegaard (puede
hablarse de un neorromanticismo coincidente con el de los modernistas).
Adquieren especial relieve las preocupaciones existenciales: los
interrogantes acerca del sentido de la vida, la muerte o el tiempo producen angustia,
en especial en Unamuno. El tema de España se enfocará con tintes subjetivos,
de forma que los anhelos y angustias íntimas de los autores se proyectan
sobre la realidad española. Y la historia, es otro de los campos de
reflexión: al principio se acude a ella para rastrear las raíces de los
males presentes, pero después se buscan los valores permanentes de
Castilla y de España. Les atrajo también lo que Unamuno llamó “intrahistoria”:
la vida callada de los millones de hombres sin historia que, con su labor
diaria, han hecho la historia más profunda”. Y junto al amor por España, el
anhelo de europeización, aunque con el tiempo dominará en casi todos
ellos la exaltación casticista.
La
Generación del 98, como fenómeno estético, lleva a cabo una renovación
literaria a principios del siglo XX que rechaza la estética precedente, con
significativas excepciones: sienten afinidad con Galdós, con Bécquer
y Rosalía. Se toma a Larra como precursor y sienten veneración
por algunos clásicos: Fary Luis, Quevedo o Cervantes y la literatura
medieval, en especial el Cantar de Mio Cid, Berceo, el Arcipreste de
Hita o Manrique.
Buscan
la sobriedad y el cuidado del estilo. Amplían el léxico español con palabras
tradicionales o terruñeras. El subjetivismo se convierte en un
rasgo esencial, de ahí que el lirismo intimista llene muchas
páginas. Frente al tema de España, se mezclan amor y dolor,
de ahí que junto a la visión de atraso y pobreza, encontremos cada vez más una exaltación
lírica del paisaje, fundamentalmente de Castilla, que tiene como
máximo exponente a Don Quijote.
Además,
innovaron en el campo de los géneros literarios: se observan profundos
cambios en la novela y se configura el ensayo moderno. Menor
éxito tuvieron los intentos de renovación en el teatro, a excepción de Valle.
La
estética y el espíritu noventayochista se manifiesta en todos los géneros
literarios: novela, poesía, ensayo y teatro. Sus principales representantes
son:
1. Miguel de Unamuno
(1864-1936)
Su
obra gira en torno a dos ejes temáticos: el tema de España
y el sentido de la vida humana.
En
su ensayo En torno al casticismo, analiza el carácter nacional a
través de la intrahistioria y plantea otras cuestiones fundamentales del 98: la
valoración de Castilla, la europeización… Vida de Don Quijote y Sancho
es una interpretación muy personal de la obra cervantina.
Su
pensamiento existencial también se vierte en ensayos, novelas, teatro y poesía,
así como en artículos. En el ensayo Del sentimiento trágico de la vida nos
muestra su miedo a la Nada, lo que supone la angustia de
despertar a la trágica condición humana. La inmortalidad se convierte en
una idea obsesiva, de ahí su hambre de Dios, pero la razón le
niega la esperanza. Los mismos temas aparecerán en La agonía del
cristianismo.
En
cuanto a su obra poética, su estilo es sobrio, denso conceptualmente. Su
temática: la inmortalidad, la identidad del ser, la intucición como forma de
conocimiento... Destacaremos Poesías, Rosario de sonetos líricos, El
Cristo de Velázquez y Cancionero.
En
su teatro representó directamente los conflictos íntimos, así en Fedra,
Raquel encadenada, La esfinge, Soledad y El otro.
Pero
prestaremos más atención a la novela, dada la renovación del género que
supusieron sus obras, cauce de los conflictos existenciales. A Niebla,
la subtitula nivola como reacción a la crítica: se trata de una naracción
breve en la que apenas hay descripciones, el diálogo juega un papel
fundamental y sus personajes son agonistas, que luchan por su existencia
contra la muerte y la disolución de su personalidad. Después, vendrán otras: Abel
Sánchez (cainismo), La tía Tula (maternidad) o San
Manuel, bueno, mártir (un cura pierde la fe pero guarda las apariencias
para procurarles la felicidad a sus feligreses). También escribió cuentos y
novelas cortas como Tres novelas ejemplares y un prólogo.
2. Ramón María del valle Inclán (1866-1936).
Después
de publicar sus Sonatas empieza a alejarse del Modernismo para
preocuparse por el pueblo, los oprimidos y el la situación de España. Comedias
bárbaras son tres obras teatrales en las que recupera Galicia pero
ahora con toda su miseria: personajes violentos o tarados, y todo ello
presidido por Don Juan de Montenegro, tirano que representa un mundo heroico en
descomposición. El lenguaje se vuelve más fuerte y hasta agrio,
pero musical y brillante. Esta tendencia se acentúa en la
trilogía de novelas La guerra carlista en la que aparece
un lenguaje desgarrado, acentuado por un léxico rústico. En las
novelas de la última etapa, como Tirano Banderas o el ciclo de
novelas históricas El ruedo ibérico, el estilo, como en
los esperpentos, es desgarrado, agrio en su humor, con una fuerte carga crítica,
pero sigue siendo una prosa de cuidada elaboración.
Tras
esta etapa de transición llega el esperpento, cuyo máximo exponente es
su obra teatral Luces de bohemia. Pone su estética al servicio de
las ideas del 98: lo trágico y lo grotesco se mezclan para dar como
resultado una estética que pretende ser la superación del dolor y la risa. Deforma
la realidad para realizar un profundo análisis crítico de la sociedad.
3. José Martínez Ruiz, “Azorín” (1873-1967)
Su
pensamiento se centra en la obsesión por el tiempo, la fugacidad de la
vida, una melancolía que fluye mansamente unido al deseo de apresar lo que
permanece por debajo de lo que huye o de fijar en el recuerdo las cosas que
pasaron. Es un contemplativo y un espíritu nostálgico que vive para evocar. Es
el mejor ejemplo de compenetración novenatyochista con el paisaje castellano.
En sus novelas se difumina la línea divisoria entre novela y ensayo,
apenas hay trama argumental, mero pretexto para hilvanar una galería de personajes
fracasados y sensibles. Autor impresionista atento a la belleza de
lo nimio. Su estilo fluye lento, con un lirismo contenido y
una técnica miniaturista en sus descripciones.
Sus
tres primeras novelas son de carácter autobiográfico y de ella toma su
pseudónimo: La voluntad, Azorín y Confesiones de un pequeño
filósofo. En su segunda etapa recupera a los grandes clásicos y culmina
su percepción del tiempo como en Castilla.
4. Pío Baroja (1872-1956)
Dos
son las notas que caracterizan la personalidad de este autor: pesimismo e
individualismo.
Se
dedicó casi en exclusiva a la novela. Sus personajes, son siempre un reflejo
del autor. Anheló ser un hombre de acción, pero era un ser abúlico,
de ahí que encontremos personajes activos y otros, como Andrés Hurtado, contemplativos.
Su
concepción de la vida se inscribe en el pesimismo existencial:ell mundo carece
de sentido, la vida es absurda y no alberga ninguna confianza
en el hombre.
De
su primera etapa destacaremos Camino de perfección, El árbol de la
ciencia, y la triolgía La lucha por la vida (La
busca, Mala hierba, Aurora roja). En la segunda destacaremos Las
inquietudes de Shanti Andía. Entre 1913 y 1935 se consagró a Memorias
de un hombre de acción. Sus últimos años los dedicó a sus memorias, Desde
la última vuelta del camino.
5. Antonio Machado (1875-1939)
Pensaba
que la poesía es sobre todas las cosas una honda palpitación del espíritu.
Su estancia en Soria le marcará para el resto de su vida: allí se enamora de
Leonor, con la que se casa en 1909, pero al fallecer ésta abandona Castilla. Residió
en Baeza, Segovia, Madrid y finalmente en
Collioure, donde fallece en el 39. En su obra se distinguen varias etapas
marcadas por los acontecimientos de su vida.
Tras
su etapa modernista mencionada anteriormente, publica Campos de Castilla
(1912) donde queda patente su preocupación por España y el paisaje
castellano. En él se basa su
reflexión sobre el hombre. Predominan como temas meditaciones sobre la
muerte y la existencia de Dios, sátiras y proverbios morales.
En
su etapa fina escribe Nuevas canciones y lo que podríamos
denominar un “diario de ideas” en su Juan de Mairena. Por último,
hizo algunas de teatro en colaboración con se hermano Manuel como La Lola
se va a los puertos o Juan de Mañara.
EL TEATRO DURANTE EL MODERNISMO Y LA GENERACIÓN DEL 98
El
teatro es el género más determinado por los condicionantes económicos, puesto
que depende de un empresario y de un público. En esta época, el público
burgués, el que acude al teatro, impide la aparición de nuevos contenidos, que
vayan más allá de su capacidad de autocrítica, así como la incorporación de
experiencias innovadoras que se alejen del realismo decimonónico.
Diferenciaremos
dos tipos de obras: las comerciales, que triunfarán en los escenarios; y las
innovadoras.
a) Las líneas teatrales comerciales. Dentro de ellas se encuentran:
1. Teatro neorromántico, en verso, en la línea
del drama romántico. Se contagia del esteticismo modernista, incorporando
sonoridad y colorismo, pero mantiene una ideología conservadora. Destacan
Francisco Villaespesa (El alcázar de las perlas) y Eduardo Marquina (En
Flandes se ha puesto el sol.)
2. Comedia benaventina. Aunque en sus inicios
Jacinto Benavente participó de la rebeldía de la generación del 98, con una
obra crítica con la situación opresiva de la mujer (El nido ajeno), la
indignación del público burgués le hizo suavizar las críticas. A partir de
entonces se vio apoyado por el público. Escribe “comedia de salón”, en las que
muestra conflictos familiares, y “dramas rurales”, situados en el campo (La
malquerida). Su mejor obra es Los intereses creados.
3. Teatro cómico. Destacan: Los hermanos
Serafín y Joaquín Álvarez Quintero, que muestran una Andalucía amable y
simpática, muy lejana de la que mostrará Lorca; Pedro Muñoz Seca, que
crea el “astracán”, género con el que parodia el teatro modernista y los
dramones neorrománticos con chistes y situaciones descabelladas (La venganza
de don Mendo); y Carlos Arniches, que comienza con sainetes
madrileños pero crea después las “tragedias grotescas”, en las que mezcla humor
y denuncia de personajes desgraciados e injusticias. Destaca La señorita de
Trevélez.
b) Tentativas innovadoras. No tienen el apoyo del público ni de los
empresarios, pero abrieron líneas que triunfarían con el tiempo, en la línea de
autores europeos.
1. Unamuno (Fedra, El otro), de asuntos
existenciales.
2. Azorín (Lo invisible), que introduce
lo irreal y lo simbólico, y Angelita, sobre su obsesión por el tiempo.
3 Valle-Inclán: Su teatro tiene una clara
vocación de ruptura, tanto en la forma como en la temática, lo que le convierte
en una de las cumbres del teatro europeo del siglo XX. En su obra, al igual que
en la novela, se observa un proceso de evolución que va desde los dramas
“decadentistas” de raíz modernista hasta el esperpento, aunque este desarrollo
no es lineal. Podemos dividir sus obras en:
--Obras de estética modernista: El Marqués
de Bradomín, Voces de gesta, Cuento de abril. La primera es una adaptación
parcial de Sonata de otoño que inicia la técnica de múltiples lugares de
acción, técnica que se deriva del origen novelesco de la obra.
--Etapa de transición: las comedias míticas. En esta
etapa cabe destacar: la trilogía de las Comedias bárbaras, llamadas así
porque su técnica es teatral y por las violentas pasiones que perturban a sus
personajes, así como por la visión apocalíptica del mundo. Supone un
alejamiento de los ambientes esteticistas del Modernismo y la primera muestra
de su “teatro en libertad” (libertad de imaginación creadora). La acción se
sitúa en Galicia. Muestra la descomposición de una sociedad arcaica y rural. Divinas
palabras, que también tiene Galicia por escenario, se puede incluir ya en
la estética del esperpento por su tema y sus características.
--Las farsas: las obras de este ciclo aparecen
recogidas bajo el título Tablado de marionetas para la educación de los
príncipes. Elige la farsa para ridiculizar personajes y situaciones, lo que
supone un paso más hacia el esperpento. También hay que destacar La Marquesa
Rosalinda, obra que entrecruza elementos procedentes del teatro de marionetas
con otros de la commedia dell’arte y del entremés.
--Los esperpentos: el esperpento se constituye en un método
fustigador contra una determinada sociedad: pretende comunicar el sentido
trágico de la vida española a través de una estética deformadora: física,
espiritual, de lenguaje y de acción (el espejo cóncavo). El esperpento supone
la superación del dolor y de la risa. Los personajes, se transforman en
marionetas, en fantoches. Los títulos más destacados: Luces de
bohemia (destacar las novedosas y literarias acotaciones del autor y la
gran variedad de registros lingüísticos que recoge, que van del más
culto al más vulgar) y tres piezas breves recogidas en Martes
de carnaval.
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