domingo, 29 de enero de 2017

TEMA 6: EL TEATRO DE POSGUERRA.


TEMA 6: EL TEATRO DE POSGUERRA.

1. DÉCADA DE LOS 40 Y PARTE DE LOS AÑOS 50.
-Contexto histórico y social. Los años cuarenta fueron la década más dura de la posguerra y coinciden con la Segunda Guerra Mundial, en la que España se mantuvo neutral. Es un período en el que se prohibió el derecho de reunión y asociación y el uso de cualquier lengua que no fuera el castellano en la vida oficial. La cultura sufre un paréntesis tras la guerra debido a la censura que impedía la recepción general del pensamiento extranjero y que encorsetó la evolución del propio. Se promueve en este ambiente otro tipo de “cultura” basada en las novelas rosas, los tebeos y las canciones populares
- Características literarias. La Guerra Civil supuso un corte para el teatro: algunos dramaturgos han muerto (Lorca o Valle Inclán); otros, sufren el exilio (Casona, Alberti o Max Aub); de “escaso interés” es lo que producen viejos maestros (Benavente, Arniches). La escena se ve privada de sus figuras más renovadoras. Abundan comedias extranjeras, normalmente de diversión, para la . El cine triunfa, ahondando la crisis teatral.
Durante la guerra se desarrolló un teatro revolucionario, de urgencia y compromiso. Algunos autores  fueron Alberti y Max Aub. Por otro lado, en la zona nacional, fue menos importante ya que el teatro que sustentaba su ideología ya estaba inventado: teatro burgués.
Tras la contienda, el panorama teatral resultará muy pobre. Les perjudicaron las circunstancias: condicionamientos comerciales e ideológicos, debidos a la censura y a la autocensura (Ley de Unidad Sindical promulgada en 1940, que prohibió trabajar en el teatro a los no sindicados.)
Por eso, tras la guerra, prosperaron, de una parte, los “autores de diversión” intrascendente o conformista, con obras cómicas y evasivas; y de otra, los autores “serios”, que se abrirán difícilmente camino en el teatro comercial. Algunos tendrán salida en los teatros de ensayo o en las representaciones de “teatro independiente”; muchos de ellos no podrán publicar sus obras. Así, junto a un teatro “visible”, que accede a los escenarios, se habló de un “teatro soterrado”, que intentaba responder a nuevas exigencias sociales o estéticas, y que apenas logró mostrarse.
- Autores y clases de teatro. En la producción más atendible de los autores españoles de los años 40 y principios de los 50, hay cuatro líneas fundamentales:

a) Alta comedia, o comedia de evasión
Está en la línea del teatro benaventino de principios de siglo. Es lo que se llamó el teatro de “la continuidad sin ruptura”. Entre sus cultivadores encontramos a José María Pemán (El divino impaciente ), Igancio Luca de Tena, Claudio de la Torre, Edgar Neville  (El baile)o Joaquín Calvo Sotelo (La muralla).
Gozó del favor del público y de los empresarios teatrales. Se desarrolla en espacios lujosos donde personajes pertenecientes a la burguesía viven conflictos personales relacionados con la soltería, el adulterio, la nostalgia del pasado, el choque generacional o la crisis de los valores tradicionales. La resolución de tales conflictos, suele desembocar en un final feliz moralmente ejemplar. Se eluden los conflictos sociales o políticos y tan sólo se realiza una moderada crítica social. Se trata de un teatro caracterizado por el predominio de las comedias de salón o los dramas de tesis y la preocupación por la obra “bien hecha”, con diálogo cuidado y perfecta construcción dramática. Jacinto Benavente continuó publicando y estrenando obras como Lo increíble (1940).

b)Teatro simbólico.
Alejandro Casona. Su producción se instala en una línea antirrealista,poética y con una finalidad didáctica. Será una constante en su obra el juego de realidad y fantasía. Sus personajes viven a menudo situaciones irreales en las que los conflictos humanos se desnudan y al final de la trama han aprendido una lección moral que suele resumirse en aceptar la realidad tal y como es. Entre sus obras: La sirena varada, Prohibido suicidarse en primavera, Los árboles mueren de pie, La dama del alba.


c) Teatro cómico.
Junto a la comedia burguesa, en la línea de la comedia de evasión, destacan las figuras de Jardiel Poncela y Miguel Mihura cuyo teatro del humor representó el mejor intento de renovación y superación del género.
Jardiel Poncela, desde antes de la guerra, había propuesto “renovar la risa” introduciendo lo inverosímil y apartándose todo lo posible de las convenciones vigentes. Escribe obras con muchas acotaciones y con una gran número de personajes. Busca el humor verbal y de situación e introduce lo mágico, lo fantástico y la intriga en sus obras. Su teatro no tenía intención crítica y la burguesía vio confirmados los valores de su clase en sus obras. Su compromiso era contra las costumbres opresivas y las relaciones sentimentales románticas, contra el lenguaje trasnochado y los tópicos que invadían la vida cotidiana. Entre sus obras: Los ladrones somos gente honrada y Eloísa está debajo de un almendro.
Miguel Mihura no triunfó en su momento y su obra más conocida es Tres sombreros de copa, que fue estrenada en 1952, veinte años después de su creación. Mihura ha confesado que todo su teatro responde a una misma línea: “la de ocultar mi pesimismo, mi melancolía, mi desencanto por todo, bajo un disfraz burlesco”. Es cierto que, junto a comedias que son puros pasatiempos, hay otras en las que late la idea que constituye la base de su concepción del teatro: el choque entre individuo y sociedad, contra un mundo de convenciones que impiden al hombre ser feliz.
Ambos autores presentan facetas que se han considerado precedentes del teatro del absurdo, al menos por la introducción de un humor disparatado y poético.

d) Drama social.
En una línea muy distinta, aparece un teatro inconformista, que se inserta, al principio, en una corriente existencial, aunque se perciban una raíces sociales concretas, aun cuando los autores no tuvieran, o no pudieran mostrarla, una intención social patente. Dos fechas resultan claves: 1949, con el insólito estreno de Historia de una escalera deBuero Vallejo, y 1953 en que un teatro universitario presenta Escuadra hacia la muerte de Alfonso Sastre. La primera, supuso una crítica a la sociedad del momento : retrata la clase media de los años cuarenta con referencias a las injusticias del momento. Los personajes son más profundos psicológicamente y los espacios escénicos más complejos. Para Alfonso Sastre, el teatro tiene una función más social que artística y por ello usa las obras como medio de reflexión y como vehículo de transformación social. Escuadra hacia la muerte marca un hito en el teatro de posguerra por su hondura existencial.

 2. DÉCADA DE LOS 50. EL TEATRO REALISTA Y DE DENUNCIA SOCIAL:
- Contexto histórico y social. Durante los años cincuenta España experimenta una etapa de apertura al exterior: se permite cierto pluralismo interno, se suavizan las relaciones diplomáticas con las potencias occidentales, se permite la entrada en la ONU a España en 1955 y se da un cambio en la política económica que favorece el crecimiento de la renta nacional. Una activa clase media de profesionales, comerciantes y funcionarios desarrollaron poco a poco la economía del país. La marcha a Europa de una enorme masa de trabajadores produjo envíos de dinero que, unidos al incremento paulatino del turismo en nuestro país, harían posible el progreso que se daría durante los años sesenta.
- Autores y obras. Desde la publicación de Historia de una escalera el teatro español encuentra un nuevo rumbo. El año 1955 marca un hito: aparece el teatro social  Junto al público burgués ha aparecido un público nuevo (juvenil y sobre todo universitario) que demanda otro teatro. Además, la censura se relaja y tolera algunos enfoques críticos. Los pioneros  vuelven a ser Buero Vallejo y  Alfonso Sastre.
Buero Vallejo, en esta segunda época, se centra en el enfoque social, pero sin desatender al individuo concreto y su valor moral. Destacan sus obras Un soñador para un pueblo, Las meninas, El concierto de San Ovidio o El sueño de la razón y su obra más compleja y lograda, El tragaluz, en la que dramatiza las consecuencias de la Guerra Civil.
Alfonso Sastre, además, es su principal teorizador: en Drama y sociedad, expone su tesis: el arte es una representación reveladora de la realidad, lo social es una característica superior a lo artístico y la principal misión del arte en el mundo injusto en el que vivimos consiste en transformarlo. En 1950 había intentado fundar un “Teatro de Agitación Social” (prohibido) y en el 61 crearía el “Grupo de Teatro Realista”. Como autor, tras su etapa existencial, ponía en práctica su ideas en obras como Muerte en el barrio, La cornada, La mordaza.
Tras Buero y Sastre aparecerán autores nacidos nacidos en torno a 1925 y que son coétaneos a la Generación de medio siglo: Rodríguez Méndez (Los inocentes de la Moncloa), Carlos Muñiz (El tintero), Martín Recuerda (Los salvajes en Puente San Gil) y Lauro Olmo (La camisa). Desarrollan su teatro fundamentalmente en la década de los 60.
- Temática y estilo. Son obras cuya temática es característica del teatro social y abordan problemas muy concretos: la burocracia deshumanizada y la esclavitud del trabajador, las angustias de unos jóvenes opositores, la situación de los obreros que se ven forzados a emigrar o a soñar con las quinielas (La camisa), la brutalidad de unos aldeanos instigados por fuerzas retrógadas... Lo común es el tema de la injusticia social y la alienación, y la actitud del autor será de testimonio o de protesta (con las limitaciones de la censura). En cuanto a la estética y la técnica, todas se inscriben en el realismo aunque con diversos matices: por ejemplo, Lauro Olmo se apoya a veces en recursos y lenguaje del sainete, o Martín Recuerda en rasgos esperpénticos.
Tanto por su temática como por su actitud estos autores representan el intento de crear al margen de los espectáculos de “consumo” un teatro comprometido con los problemas de la España en que vivían. Tuvieron problemas para difundir sus obras, como es lógico.
Como contraste, hubo un teatro que triunfó: en los años sesenta continuaba teniendo éxito la comedia burguesa en la obra de Alfonso Paso, aunque su producción es muy variada: obras poético-humorísticas como Vamos a contar mentiras 

3. LOS AÑOS 60. LA BÚSQUEDA DE NUEVAS FORMAS.
- Contexto histórico y social. Durante la década de los sesenta se produjo un importantísimo crecimiento económico que poco a poco fue modificando la sociedad española. El gobierno se siente tan fuerte que amplía su nivel de tolerancia respecto a las libertades y a las manifestaciones de la oposición. Los principales motores del crecimiento económico y de la paulatina modernización del país fueron el turismo y las inversiones extranjeras. En la segunda mitad de esta década surge el terrorismo como nueva fuerza de oposición al régimen.
A la muerte de Franco (20 de noviembre de 1975), se restaura la monarquía con Juan Carlos I y se promulga la Constitución y el Estado de las Autonomías en 1978. La mejora y consolidación del estado del bienestar ayuda a la estabilización del país (aunque de los últimos años mejor no hablamos...). La desaparición de la censura y el ambiente de libertad en el que comenzó a desarrollarse la cultura española permitió un mejor conocimiento de la literatura española en Europa y de la literatura occidental en España, así como la recuperación de la obra de los escritores exiliados.
- Características literarias. Hacia muy avanzada la década de los 60, pero fundamentalmente ya en los años 70, un grupo de dramaturgos se lanzan a la renovación de la expresión dramática. Se supera el realismo y se asimilan corrientes experimentales del teatro extranjero (el teatro del absurdo, Brecht, Artaud...). Comienza a desarrollarse un teatro de carácter experimental y vanguardista, que ha recibido diversas denominaciones: subterráneo, marginado, inconformista... Entre sus representantes, de muy distinta formación y edades, hay que destacar a Fernando Arrabal, quien inició su carrera mucho antes, o Francisco Nieva, que alcanzará notables éxitos a partir de 1975.
Tuvieron mayores dificultades incluso que los representantes del realismo social: su teatro era igual o más crítico que el de aquellos, lo que provocó problemas con la censura, y su audacia formal los alejó de los escenarios convencionales y del público mayoritario, convirtiéndose en una nueva corriente de teatro soterrado. Características: no tuvieron conciencia de grupo, pretendieron ofrecer una visión crítica de  aspectos sociales y políticos, como la falta de libertad, la injusticia y la alienación, pero la novedad estriba en el tratamiento dramático: se desecha el enfoque realista y, en la mayor parte de los casos, se sirvieron de procedimientos alegóricos, simbólicos y connotativos ( para dar una dimensión universal a sus personajes: el dictador, el explotador, el oprimido...), muchas veces crípticos y de difícil interpretación; se utiliza un tono poético o ceremonial; se recurre a la farsa, lo grotesco, el esperpento, lo onírico, reforzado por la escenografía; tienen influencias, según los casos, de Brecht, Grotowski, del surrealismo, del expresionismo, del teatro del absurdo y de una tradición española que va del entremés y de los autos sacramentales hasta el esperpento, la tragedia grotesca, el género chico y la revista...
- Autores principales:
Francisco Nieva. Clasificó su teatro en:
teatro de farsa y calamidad: al que pertenecen obras más poéticas y de contenido metafísico: Maldita sean Coronada y sus hijas, El corazón acelerado....
teatro furioso: cuestiona el autoritarismo y las instituciones tradicionales españolas: Nosferatu, Pelo de tormenta...
Practica la subversión de los espacios tradicionales, la supresión de la psicología de los personajes y la renuncia a incluir contenidos ideológicos.
Fernando Arrabal. Es un autor con una actitud provocadora desde la que lanza un reto a la sociedad y a los moldes occidentales de comportamiento, atacando tabúes arraigados. Hace su teatro al margen de la sociedad, por su radical rechazo de la misma y desde una etética del absurdo y surrealista. Podemos clasificar su teatro en:
teatro del exilio: Destaca: El cementerio de automóviles, representada en Madrid en 1977 y que decepcionó a un público que no fue capaz de leer en ella la metáfora del franquismo.
teatro pánico: caracterizado por la búsqueda formal (espacial y gestual) y por el uso surrealista del lenguaje. Podemos destacar ¿Se ha vuelto loco Dios?
teatro del “yo” en el mundo, en el que reflexiona sobre el compromiso del escritor en la sociedad. Destacaremos Oye, patria, mi aflicción.
Los dramaturgos que al terminar la guerra se habían exiliado como Max Aub, Rafael Alberti, León Felipe... permanecieron, con algunas excepciones, alejados de nuestros escenarios.
En esta renovación teatral desempeñaron un importante papel los grupos de teatro independiente sin cuya labor sería inexplicable la renovación teatral, como Els Comediants, Els Joglars, La Cuadra, La Fura Dels Baus etc., que experimentaron con nuevas formas, creando textos propios, en montajes colectivos y  fuera de los circuitos comerciales. En grandes ciudades como Madrid o Barcelona, comienzan a realizar una importante labor las salas de teatro alternativo, de aforo reducido y de precio más asequible, que generalmente ofrecen un teatro de vanguardia dirigido a un público formado y con inquietudes culturales.
Antonio Gala es un autor difícil de clasificar. Sus primeros estrenos se remontan a los años 60; desvinculado del teatro comercial de la época y del drama social de su generación, cultiva el realismo poético, la farsa histórica, el drama simbólico-moral... La acogida de su obra ha sido irregular, pero con una progresiva aceptación desde los años setenta. En 1963 se representa Los verdes campos del Edén, obra de humor y ternura. En 1980 estrena Petra regalada.

Sigue proliferando un teatro de evasión, humorístico, de corte folletinesco o moralizador y de crítica amable y superficial. Entre los más favorecidos han estado Ana Diosdado y Juan José Alonso Millán (Revistas del corazón).

lunes, 23 de enero de 2017

TEMA 5: LA NOVELA DE POSGUERRA


1. DÉCADA DE LOS CUARENTA: LA NOVELA EXISTENCIAL.
- Contexto histórico y social. Los años cuarenta fueron la década más dura de la posguerra y coinciden con la Segunda Guerra Mundial, en la que España se mantuvo neutral. Es un período de fuerte censura, en el que se prohibió el derecho de reunión y asociación sin autorización del gobierno y el uso de cualquier lengua que no fuera el castellano en educación y en la Administración.
La vida cultural sufre un paréntesis tras la guerra debido a la censura implacable que impedía la recepción general del pensamiento extranjero y que encorsetó la evolución del propio. Se promueve en este ambiente otro tipo de “cultura” basada en las novelas rosas, los tebeos y las canciones populares
- Características literarias: El ambiente de desorientación cultural de comienzos de la posguerra es muy acusado en el campo de la novela. Se ha roto con la tradición inmediata: quedan prohibidas las novelas sociales de preguerra y las obras de los exiliados, así como la de aquellos autores extranjeros contrarios al régimen. Además, la novela deshumanizada no podía servir de modelo, ni resultan imitables modelos como Miró, Pérez de Ayala o Ramón Gómez de la Serna. Retrocediendo un poco más, sólo la obra de Baroja parece servir de ejemplo para ciertos narradores de la llamada “Generación del 36” (o de la guerra). Junto al desolado realismo barojiano, se cultivaron otras líneas: la novela psicológica, la poética y simbólica... Es una época de búsqueda, de tanteos muy diversos.
-Autores y clases de novela: Como continuadores del realismo tradicional tenemos la obra de Ignacio Agustí (Mariona Rebull), la de Zunzunegui (La vida como es y¡Ay... estos hijos!) y la de J.Mª Gironella que elaboró una trilogía sobre la guerra y la posguerra.
Sin embargo, es la novela existencial la más destacada en este período, de ahí que los grandes temas sean la soledad, la muerte, la frustración, la incertidumbre de la existencia y la dificultad de comunicación entre los hombres. Abundan los personajes marginales y desarraigados (como Pascual Duarte) o desorientados y angustiados (como Andrea), lo que revela sin duda el malestar del momento, malestar que en último término es social y que se trasluce en esas pinturas grises, cuando no sombrías. Pero la censura hace imposible cualquier intento de denuncia y limita los alcances del testimonio. Por eso no se puede hablar aún de novela social, ya que lo que caracteriza a la novela de los años cuarenta es la trasposición del malestar social a la esfera de lo personal, de lo existencial.
Dos son las fechas que se señalan como momento de un nuevo arranque del género que renueva la técnica tradicional de la novela realista:1942, con La familia de Pascual Duarte de Cela, y 1945, con Nada, de Carmen Laforet. Entre esos años o poco después se revelan autores como Torrente Ballester, Gironella, Delibes...
La familia de Pascual Duarte, con su agria visión de la realidad, inaugura una corriente que se llamó “tremendismo” y que consistía en una selección de los aspectos más duros y sórdidos de la vida (situaciones repulsivas y espeluznantes, prostitutas, tarados y criminales). La novela es una confesión y una justificación que un condenado a muerte hace de sus crímenes desde la cárcel. Otras novelas destacables de Cela en la década de los cuarenta: Pabellón de reposo, Nuevas andanzas y desventuras del Lazarillo de Tormes o Viaje a la Alcarria.
Carmen Laforet consigue con Nada en 1945 el Premio Nadal. Narrado en primera persona y verosímilmente autobiográfico, esta novela era una implícita denuncia de la sordidez y la miseria ─física y moral─ de la burguesía barcelonesa tras el trauma bélico. A través de Andrea, la protagonista, que viaja a Barcelona cargada de esperanzas para estudiar en la universidad, nos muestra la parcela irrespirable de la realidad cotidiana del momento, recogida con un estilo desnudo y un tono desesperadamente triste.
De tristezas y de frustración hablaba también Delibes en su primera novela, La sombra del ciprés es alargada (1947), aunque con el contrapeso de una honda religiosidad. Es una novela de temática existencial por el pesimismo con que trata personajes y circunstancias.
Empieza también a destacar por estos años Torrente Ballester, aunque al margen de la literatura existencial: su obra, que experimenta una gran evolución, es difícilmente clasificable. En estos años destacan títulos como Javier Mariño y El golpe de estado de Guadalupe Limón.


2. LA DÉCADA DE LOS CINCUENTA: EL REALISMO SOCIAL.
- Contexto histórico y social: Durante los años cincuenta España experimenta una etapa de apertura al exterior: se permite cierto pluralismo interno, se suavizan las relaciones diplomáticas con las potencias occidentales, se permite la entrada en la ONU a España en 1955 y se da un cambio en la política económica que favorece el crecimiento de la renta nacional. Una activa clase media de profesionales, comerciantes y funcionarios desarrollaron poco a poco la economía del país. La marcha a Europa de una enorme masa de trabajadores produjo envíos de dinero que, unidos al incremento paulatino del turismo en nuestro país, harían posible el progreso que se daría durante los años sesenta.
-Autores y obras: En esta década conviven dos generaciones de escritores: por un lado, los que forman la llamada Generación del 36 (Cela, Torrente Ballester y Miguel Delibes), y otro, aquellos autores nacidos entre 1925 y 1935 que se conocen como “Generación de medio siglo” (Rafael Sánchez Ferlosio, Ana María Matute, Juan Goytisolo o Ignacio Aldecoa).
La angustia existencial de los años cuarenta da paso a las inquietudes sociales: la novela social será la corriente dominante entre 1951 y 1962 (fecha en que se publica Tiempos de silencio de Luis Martín Santos).
Será La colmena, de Cela, la que inaugure el realismo social en la novela en 1951 con su despiadada visión de la sociedad madrileña a través de un narrador en tercera persona que actúa como mero testigo de aquello que cuenta. Es una obra de protagonista colectivo en la que aparecen unos 300 personajes, entre los que se puede destacar a Martín Marco. Aparecen representadas todas las clases sociales de ese Madrid de 1942 en el que se centra la obra: el señorito vividor, el pedantón, el impresor adinerado, el guardia, el prestamista, el poeta joven, los músicos miserables, el poeta joven y ridículo...; las beatas, las prostitutas del más variado nivel, las dueñas de las casas de citas, las alcahuetas, la niña vendida a un viejo verde... Pocos se salvan de la vulgaridad, abundan los despreciables (especialmente entre los acomodados), aunque también hay figuras conmovedoras apaleadas por la vida, a veces con una pizca de nobleza. El diálogo ocupa un puesto eminente en la caracterización de los personajes. El ambiente es sobre todo humano: la suma y las relaciones de estos personajes a lo largo de tres días del año 1942.
Otra obra representativa de 1951 es La noria, de Luis Romero, también de protagonista colectivo pero con Barcelona como marco. Y hay que añadir además dos novelas también iniciadoras de Delibes: El camino (1950), que muestra el paso del mundo infantil al adulto, y Mi idolatrado hijo Sisí (1953). Ambas muestran con ojos críticos parcelas concretas de la realidad española: un pueblo castellano y una familia burguesa.
Se llama el año inaugural de la novela social en el sentido más estricto a 1954, momento en que se dan a conocer los autores de laGeneración de medio siglo (Igancio Aldecoa, Rafael Sánchez Ferlosio, Ana Mª Matute, Juan Goytisolo, Carmen Martín Gaite, Caballero Bonald...). Entre ellos hay evidentes rasgos comunes, fundamentalmente la solidaridad con los humildes y los oprimidos, la disconformidad ante la sociedad española, el anhelo de cambios sociales.
- Temática y estilo: Desde el punto de vista de la temática, la sociedad española y sus problemas se convierte en tema principal y deja de ser un puro marco. La influencia de J.P. Sartre es importante.
Las novelas que muestran la aludida solidaridad con los humildes se centrarán en tres temas fundamentales: la dura vida del campo, las relaciones laborales o las novelas de tema urbano en las que predominan las que presentan ese mundo fronterizo a la ciudad que es el suburbio, con toda su miseria. En el extremo opuesto se hallan las novelas de la burguesía, en las que la juventud desocupada y abúlica pasa a primer plano.
En cuanto a la técnica y estilo, el contenido tiene toda la prioridad y a él se subordinan las técnicas elegidas: se antepone la eficacia de las formas a su belleza y se rechaza la pura experimentación y el virtuosismo. La estructura del relato suele ser aparentemente sencilla. Se prefiere la narración lineal y la sencillez y concisión se perciben asimismo en las descripciones, que no son muy abundantes y que tienen un papel predominantemente funcional (presentación de ambientes). Sin embargo, bajo esa aparente sencillez hay un esfuerzo considerable en la construcción al concentrar la acción en un breve espacio de tiempo (El Jarama o Duelo en el paraíso tienen una duración de un día).
Clara preferencia por el personaje colectivo (siguiendo los pasos de Dos Passos y Sartre), de las que fueron pioneras La colmena y La noria. Junto a éste, también es propia de la novela social la presencia del personaje representativo, tomado como síntesis de una clase o de un grupo, más que como individuo dotado de psicología singular.
El diálogo es imprescindible y se aprecia además un empeño en los autores por recoger el habla viva, ya sea de los campesinos, obreros o señoritos burgueses. El lenguaje adopta normalmente el estilo de la crónica, desnudo, directo.
- Movimientos: En lo concerniente a la orientación estética, dentro del realismo dominante pueden señalarse dos actitudes o enfoques:
a. El objetivismo.
Se propone un testimonio escueto de la sociedad sin aparente intervención del autor. Su manifestación extrema fue el conductismo, procedente del behaviorism americano (behaviour=conducta) y que consiste en limitarse a registrar la pura conducta externa de individuos o grupos, y a recoger sus palabras, sin comentarios ni interpretaciones, aunque en la práctica es difícil establecer la frontera entre el objetivismo y el realismo crítico.
La novela más representativa de esta tendencia fue El Jarama (1956) de Sánchez Ferlosio, novela sobre el tedio que invade una sociedad gris y sin aliento. Otras obras y autores destacables de esta corriente: Ignacio Aldecoa con El fulgor y la sangre y Con el viento solano; Jesús Fernández Santos con Los bravos y Carmen Martín Gaite con Entre visillos.

b. El realismo crítico.
Los novelistas no aceptan la realidad que ven a su alrededor, de ahí que la disconformidad y la rebeldía sean sus rasgos más característicos. Hay que explicar la realidad (no sólo mostrarla) poniendo de relieve sus mecanismos profundos y denunciándolos. El autor, por ello, toma partido, valora las circunstancias y utiliza la novela como vehículo de denuncia social. Destacan dentro de esta corriente Juan Goytisolo conDuelo en el paraíso, la trilogía El mañana efímero o Fin de fiesta, centradas en la hipocresía y el egoísmo de la burguesía, o Luis Goytisolo con Las afueras. Otros: Juan García Hortelano con Nuevas amistades, Caballero Bonald o Jesús López Pacheco.
Ana María Matute, aunque con reflejos y de intención social, constituye en sí misma un nuevo género por la refinada prosa poética y su poderosa imaginación: el realismo lírico, bajo cuya denominación se agrupan títulos como Los Abel, Fiesta al Noroeste, Pequeño teatro oLos hijos muertos.

3. LA DÉCADA DE LOS SESENTA: LA NOVELA EXPERIMENTAL.
- Contexto histórico y social: Durante la década de los sesenta se produjo un importantísimo crecimiento económico que poco a poco fue modificando la sociedad española. El gobierno se siente tan fuerte que amplía su nivel de tolerancia respecto a las libertades y a las manifestaciones de la oposición. Los principales motores del crecimiento económico y de la paulatina modernización del país fueron el turismo y las inversiones extranjeras.
En la segunda mitad de esta década surge el terrorismo como nueva fuerza de oposición al régimen.
- Características literarias: A pesar de que a comienzos de los sesenta predominan aún las formas realistas, objetivistas y de intención social, comienzan a manifestarse signos de cansancio del realismo dominante en la novela española. Algunos críticos manifiestan la necesidad de fantasía o lamentan la despreocupación del escritor respecto del lenguaje. A ellos se suman incluso ciertos adalides del realismo social como Goytisolo, quienes pasarán a propugnar la necesidad de una renovación formal y de enfoques más complejos. Nace la inquietud de conciliar visión crítica y modernidad literaria, se reivindican los aspectos formales y expresivos y se huye de la mera reproducción.
En esta década la censura es menos estricta y nuestros autores tienen cada vez más en cuenta las aportaciones de los grandes novelistas extranjeros como Marcel Proust (En busca del tiempo perdido), William Faulkner (máxima figura de la “generación perdida” norteamericana), Kafka (La Metamorfosis), James Joyce (Ulises) o la noveau roman francesa. Junto a ellos, pronto causaría un gran impacto la nueva novela hispanoamericana: La ciudad de los perros (1962) de Vargas Llosa y Cien años de soledad (1967) de García Márquez serán dos hitos fundamentales. Se dan numerosas innovaciones en las técnicas narrativas como la combinación del monólogo interior, el estilo directo, el indirecto y el indirecto libre; se destruye el párrafo como unidad textual, se superponen varios planos de acción; el personaje es vagamente caracterizado y en la lengua se vuelve a experimentar con la metáfora en asociaciones imposibles.
En cuanto a las características de la novela experimental, podríamos resumirlas en: se organiza en secuencias separadas por espacio en blanco, no por capítulos; el argumento o se disuelve en pequeñas historias que se entrecruzan o se relega a un segundo plano y en él se da cabida junto a lo real, a lo fantástico y lo onírico. Las historias se suceden de manera alternativa, según la técnica del contrapunto. Cuando los personajes son numerosos, se recurre a la técnica caleidoscópica para relatar sus historias. El mundo narrado llega al lector no sólo a través del narrador omnisciente tradicional, sino también desde la perspectiva de un personaje (punto de vista único) o desde múltiples perspectivas, para ofrecer distintas versiones o interpretaciones de una mima historia. Además de la primera y tercera persona, se emplea la segunda persona narrativa, a la manera de un tú reflexivo que se identifica con el personaje que habla. Pierde peso el diálogo en favor del estilo indirecto libre y del monólogo interior, que permite al lector abismarse en la conciencia íntima del personaje. Los personajes reciben un tratamiento individualizado, tienen una personalidad problemática, buscan su identidad y suelen fracasar en el pulso que mantienen con la sociedad. Su vida no se narra cronológicamente, sino que son frecuentes los saltos temporales del presente al pasado (flash back). El relato suele comenzar de manera abrupta (in medias res) y tiene un final abierto. El lenguaje incorpora todos los registros del habla y parodia textos de diversa procedencia (ensayísticos, publicitarios....)
- Obra clave: En 1962 Tiempo de silencio de Luis Martín Santos inaugurará la nueva etapa de nuestra narrativa, ya que supuso una renovación formal e ideológica. La obra trata del proceso interior del personaje principal: es una novela “de protagonista”: Pedro viene a ser trasunto de la condición humana. Es un personaje borroso, zarandeado o anulado por las circunstancias del que sólo conocemos sus proyectos de investigación científica. El desarraigo, la impotencia y la frustración marcan a este protagonista y son los temas centrales que confieren a esta novela su significación existencial. Además la novela sitúa este desconsolado reflejo de la miseria existencial en un marco social concreto: el Madrid de los años del hambre y sus distintos estratos sociales: la clase alta, un mundo superficial que vive al margen de la realidad y que se caracteriza fundamentalmente por su inutilidad; la clase media-baja, que por encima de cualquier consideración moral sólo piensa en medrar; la clase baja en su capa más ínfima, el subproletariado de las chabolas donde se dan cita todas las miserias. La crítica de Luis Martín Santos es nacional y con su sátira feroz quiere ser un violento revulsivo.
Al rechazar el enfoque objetivista adopta lo que llamó “realismo dialéctico”, algo que es inseparable de su posición como narrador: a veces cede la palabra totalmente a sus personajes (monólogo interior), en otros el autor ve los hechos desde el protagonista y en otros los hechos se ven desde el narrador, que está presente en su obra (introduce de nuevo el punto de vista), prodigando comentarios y juicios sobre sus criaturas, con lo que estamos ante un enfoque subjetivista. Fundamental es el estilo indirecto libre.
Desde esta obra, en la que el autor no abandona el compromiso y profundiza en el análisis socio-político, termina la tendencia realista y se puede hablar del triunfo de la novela abierta y de imaginación.

- Autores y obras: En los diez años que van de 1962 a 1972 se suceden aportaciones decisivas en la línea de la renovación: Últimas tardes con Teresa (1966), de Juan Marsé, que supone una superación del objetivismo y una vuelta al “autor omnisciente”; Cinco horas con Mario (1966), de Delibes, un largo monólogo interior en que la protagonista evoca desordenadamente una vida y unas obsesiones; Señas de identidad (1966), de Juan Goytisolo, uno de los pioneros en la busca de nuevas técnicas narrativas, y en cuya obra se dan cambios de punto de vista, saltos en el tiempo, uso de diversas personas narrativas, monólogos interiores...; Volverás a Región (1968), de Benet; San Camilo 1936 (1969), de Cela, su experimentación más audaz; La saga/fuga de J.B (1972), de Torrente Ballester, que es a la vez un tributo al experimentalismo y una magistral parodia del mismo.

viernes, 20 de enero de 2017

miércoles, 18 de enero de 2017

TEMA 4: LA POESÍA DE POSGUERRA.


1.  DÉCADA DE LOS CUARENTA.
- Contexto histórico y social. Los años cuarenta fueron la década más dura de la posguerra y coinciden con la Segunda Guerra Mundial, en la que España se mantuvo neutral. Es un período de fuerte censura, en el que se prohibió el derecho de reunión y asociación sin autorización del gobierno y el uso de cualquier lengua que no fuera el castellano en educación y en la Administración.
La vida cultural sufre un paréntesis tras la guerra debido a la censura implacable que impedía la recepción general del pensamiento extranjero y que encorsetó la evolución del propio. Se promueve en este ambiente otro tipo de “cultura” basada en las novelas rosas, los tebeos y las canciones populares
- Características literarias: En la década de los cuarenta y los primeros años de los cincuenta, nos encontramos con poetas más o menos coetáneos a Miguel Hernández. Nacidos en torno a 1910, se les suele agrupar bajo la denominación “Generación del 36”, que incluye a poetas como Luis Rosales, Dionisio Ridruejo, Gabriel Celaya, Luis Felipe Vivanco, Juan Gil-Albert o Leopoldo Panero. Se ha hablado también de una generación escindida ya que parte de ellos continuaron su obra en el exilio. Los que siguen en España se orientan por diversos caminos que Dámaso Alonso redujo a dos: poesía arraigada y poesía desarraigada, aunque hay otras tendencias.

a) Poesía arraigada
Así llamó Dámaso Alonso a la poesía de aquellos autores que se expresan “con una luminosa y reglada creencia en la organización de la realidad”. Se trata de un grupo de poetas que se autodenomina juventud creadora y que se agrupan en torno a la revistas Escorial y fundamentalmente Garcilaso, fundada en el 43, de ahí que también se les llamara garcilasistas. Vuelven sus ojos a Garcilaso y a otros “poetas del Imperio”. Han salido de la contienda con un afán optimista de claridad, de perfección, de orden. En puras formas clásicas, encierran una visión del mundo coherente, ordenada y serena. Uno de los temas dominantes es un firme sentimiento religioso, junto con temas tradicionales (el amor, el paisaje...). Se trata de una poesía humanizada pero evasiva, independiente de los problemas sociales del momento.
A tales características responde la poesía de Luis Rosales (Abril), Leopoldo Panero, Luis Felipe Vivanco (Cantos de primavera), Dionisio Ridruejo o José García Nieto (Víspera hacia ti). Algunos darían un giro ideológico, como Ridruejo, y otros buscarían nuevas formas: el máximo exponente de esta búsqueda será la obra de Luis Rosales La casa encendida (1949), conjunto de largos poemas en versículos y de lenguaje personalísimo.

b) Poesía desarraigada
Así la define Dámaso Alonso: “Para otros, el mundo nos es un caos y una angustia, y la poesía una frenética búsqueda de ordenación y de ancla. Sí, otros estamos muy lejos de toda armonía y de toda serenidad”. Es, pues, una poesía que reacciona contra el formalismo y neoclasicismo de los garcilasistas. A esta desazón dramática respondió su obra Hijos de la ira (1944), que preside toda una veta de creación poética de aquel momento y Sombra del paraíso de Vicente Aleixandre. La revista Espadaña, fundada en 1944 por Victoriano Crémer y Eugenio de Nora, acoge a los poetas de esta tendencia. Se trata de una poesía de agrio tono trágico (que a veces fue calificada de tremendista), que se enfrenta con un mundo deshecho y caótico, invadido por el sufrimiento y la angustia. La religiosidad adopta el tono de la desesperanza o la duda. Puede denominarse existencialista. El estilo es bronco, directo, más sencillo y menos preocupado por los primores estéticos. Estas son las características de esta poesía que se preocupa por el hombre, antes de que desemboque claramente en una“poesía social”.
En esta línea se incluyen poetas entre los que destacaremos a Dámaso Alonso, Gabriel Celaya y Blas de Otero. Hubo otros muchos: Victoriano Crémer, Eugenio de Nora, Carlos Bousoño o Vicente Gaos.




c) Otras tendencias.
Las tendencias de la poesía de estos años no se agotan con las dos expuestas en los epígrafes anteriores; surgen ya en aquellos años autores muy difíciles de encasillar, como José Hierro y José María Valverde.
En una posición marginal con respecto a las dos tendencias señaladas, surge un movimiento conocido como postismo, fundado en 1945 por Eduardo Chicharro, Carlos Edmundo de Ory y otros. Abreviatura de Postsurrealismo enlaza con la poesía de vanguardia: reivindica la libertad expresiva, la imaginación, lo lúdico... Pretende ser un “surrealismo ibérico”. Rechaza la angustia existencialista y, frente a la inminente poesía social, se representará como una rebeldía subjetiva, aunque no menos antiburguesa. Entre ellos destacan Edmundo de Ory y Alejandro Carriedo.
Un lugar especial merece el grupo Cántico de Córdoba, que mantenía en la posguerra el entronque con el 27 y cultivaba una poesía predominantemente intimista y de gran rigor estético, cuya valoración plena no llegaría hasta los años 70. Sus principales figuras son Ricardo Molina, Juan Bernier, Julio Aumente y, sobre todo, Pablo García Baena.

2. DÉCADA DE LOS AÑOS CINCUENTA: LA POESÍA SOCIAL.

- Contexto histórico y social:  Durante los años cincuenta España experimenta una etapa de apertura al exterior: se permite cierto pluralismo interno, se suavizan las relaciones diplomáticas con las potencias occidentales, se permite la entrada en la ONU a España en 1955 y se da un cambio en la política económica que favorece el crecimiento de la renta nacional. Una activa clase media de profesionales, comerciantes y funcionarios desarrollaron poco a poco la economía del país. La marcha a Europa de una enorme masa de trabajadores produjo envíos de dinero que, unidos al incremento paulatino del turismo en nuestro país, harían posible el progreso que se daría durante los años sesenta.
- Características literarias: Hacia 1955 se consolida en todos los géneros el llamado realismo social. De esta fecha son dos libros de poemas que marcan un hito: Pido la paz y la palabra, de Blas de Otero, y Cantos iberos de Gabriel Celaya. Ambos poetas superan en estas obras su etapa anterior de angustia existencial para situar los problemas humanos en un marco social. Uno de los poetas de 27, Vicente Aleixandre, dará un giro profundo a su obra con Historia del corazón, centrada en la idea de solidaridad. Otra obra fundamental es Antología consultada (1952), antología poética que recoge la poesía social de los mejores poetas del momento como Celaya, Crémer, J.Hierro, Nora, Ramón Garciasol, López Pacheco...
Partiendo de la poesía desarraigada, hemos llegado a la poesía social: se impone un nuevo concepto de la función de la poesía en el mundo. La poesía debe tomar partido ante los problemas del mundo que la rodea y el poeta se hace solidario de los demás hombres y antepone los objetivos más inmediatos a las metas estéticas: la preocupación por el contenido es mayor que el interés por valores formales o estéticos. Para Celaya La poesía es un arma cargada de futuro.
Poesía es, pues, un acto de solidaridad con los que sufren, abandonando la expresión de los problemas íntimos o existenciales ; rechazo de los lujos esteticistas, repulsa de la neutralidad ante la injusticia o los conflictos sociales.
- Temática y estilo: En cuanto a la temática, el tema de España se hace protagonista, y con un enfoque político. Dentro de esta preocupación y del propósito de un realismo crítico se sitúan temas concretos como la injusticia social, la alienación, el mundo del trabajo, el anhelo de libertad y de un mundo mejor. De ahí el estilo dominante en este tipo de poesía: se dirigen a la mayoría, por lo que emplean un lenguaje claro, intencionalmente prosaico en muchas ocasiones, y un tono coloquial. A pesar del peligro de caer en una poesía banal, los grandes poetas descubrieron los valores poéticos de la lengua de todos los días. Sin embargo, pronto fueron conscientes de que el pueblo realmente no estaba en condiciones de leer poesía y llegó el desengaño: es muy difícil transformar el mundo usando como arma la poesía.
El cansancio de la poesía social no tardó en llegar y, como en los demás géneros, se irá acentuando en la década de los sesenta.
- Autores: En cuanto a los autores, hay que dividirlos en dos grupos: por un lado, los poetas que publican sus obras en los años 40 o incluso antes, como Gabriel Celaya, Blas de Otero o José Hierro; y por otro, los poetas de la llamada “Generación de medio siglo”.

3. LOS AÑOS SESENTA: DE LA POESÍA SOCIAL A UNA NUEVA POÉTICA.
- Contexto histórico y social: Durante la década de los sesenta se produjo un importantísimo crecimiento económico que poco a poco fue modificando la sociedad española. El gobierno se siente tan fuerte que amplía su nivel de tolerancia respecto a las libertades y a las manifestaciones de la oposición. Los principales motores del crecimiento económico y de la paulatina modernización del país fueron el turismo y las inversiones extranjeras.
En la segunda mitad de esta década surge el terrorismo como nueva fuerza de oposición al régimen.
- Características literarias: Ya durante los años del auge del realismo social se observaron otras tendencias: José Hierro o José Mª Valverde no pueden encasillarse en esta tendencia por su variedad de temas y enfoques, aunque presenten a veces acentos sociales.
- Autores: Aunque la poesía social se prolonga en los años sesenta, ya en los cincuenta empiezan a aparecer poetas nuevos que, aunque en sus comienzos tengan acentos sociales, representarán su superación. Los más notorios son Ángel González (Sin esperanza, con convencimiento), Jaime Gil de Biedma (Moralidades), José Ángel Valente(Poemas a Lázaro, La memoria y los signos) o Claudio Rodríguez (Alianza y condena, Conjuros, Poesía...) Junto a ellos, otros como Francisco Brines, Carlos Barral, Caballero Bonald, J.A, Goytisolo... han sido recogidos en algunas antologías bajo la denominación “Grupo poético de los años 50” o “Generación de medio siglo”.
- Temática y estilo: Aunque en realidad no configuren un grupo, lo cierto es que hay en ellos notas comunes ya que llevaron a la poesía por nuevos caminos. Hay en ellos una preocupación por el hombre, pero huyen de todo tratamiento patético; dan frecuentes muestras de inconformismo con el mundo que los rodea, pero también cierto escepticismo que les aleja de la poesía social, aunque en alguno de ellos se ha señalado un realismo crítico. Lo propio de estos autores es la consolidación de una poesía de experiencia personal, de ahí que muchas veces se haya hablado de poesía de la experiencia para denominar esta corriente.
En su temática se aprecia una vuelta al intimismo: el fluir del tiempo, la evocación nostálgica de la infancia... En la atención de lo cotidiano pueden surgir quejas, protestas o ironías, que revelan su inconformismo. Pero otras desemboca en cierto escepticismo dolorido, en una conciencia de aislamiento y de soledad.
En cuanto al estilo, se alejan de los modos de las tendencias anteriores: se rechaza por igual el patetismo de la “poesía desarraigada” (pese al habitual sentimiento de desarraigo de estos poetas) y el prosaísmo de los poetas sociales. Llevan a cabo una labor de depuración y de concentración de la palabra, lo que revela un mayor rigor en el trabajo poético. Junto a ello, cada poeta busca un lenguaje personal, nuevo, más sólido, aunque no les atraen las experiencias vanguardistas y se quedan en un tono cálido y cordial, contrapesado con un frecuente empleo de una ironía triste y reveladora de ese escepticismo.
Con estos poetas renace el interés por los valores estéticos.

4. LA DÉCADA DE LOS SETENTA: LOS “NOVÍSIMOS”.
- Contexto histórico y social: A la muerte de Franco (20 de noviembre de 1975), se restaura la monarquía con Juan Carlos I y se promulga la Constitución y el Estado de las Autonomías en 1978. La mejora y consolidación del estado del bienestar ayuda a la estabilización del país (aunque de los últimos años mejor no hablamos...). La desaparición de la censura y el ambiente de libertad en el que comenzó a desarrollarse la cultura española permitió un mejor conocimiento de la literatura española en Europa y de la literatura occidental en España, así como la recuperación de la obra de los escritores exiliados.
- Autores: Durante la década de los setenta y sobre a partir de la segunda mitad, empiezan a publicar poetas jóvenes que han nacido después de la Guerra Civil, entre 1939 y 1948. La publicación en 1970 de la antología Nueve “novísimos” poetas españoles, de José María Castellet, nos da a conocer a estos jóvenes que consideraban que la poesía es una manera específica de tratar el lenguaje: Manuel Vázquez Montalbán, Antonio Martínez Sarrión, José María Álvarez, Félix de Azúa, Pere Gimferrer, Vicente Molina Foix, Guillermo Carnero, Ana María Moix y Leopoldo María Panero.
 A este lanzamiento se habían adelantado algunos de ellos: Pere Gimferrer tenía publicados sus libros Arde el mar (1966) y La muerte en Beverly Hills (1968), y Guillermo Carnero el poemario Dibujo de la muerte (1967).
- Características literarias:  Todos ellos son representativos de una nueva sensibilidad dentro de la llamada Generación del 68. Tuvieron una “nueva educación sentimental” en la que, junto a una formación tradicional, se vieron influidos por el cine, los discos, la televisión, los cómics..., tuvieron acceso a libros antes difíciles de encontrar y entraron en contacto con otras tendencias culturales en sus viajes por el extranjero.
Su bagaje cultural y literario es amplio y sus influencias: poetas hispanoamericanos como Vallejo u Octavio Paz, algunos poetas del 27 (principalmente Cernuda y Aleixandre) y otros poetas posteriores que, al margen de la poesía social, ya habían intentado renovar el lenguaje poético (el grupo Cántico, postistas, Gil de Biedma, Valente...), a los que hay que añadir otros poetas extranjeros. Y sus poemas están llenos, como veremos, de referencias al mundo del cine, de la música o del cómic.
- Temática y estilo:  En la temática encontramos lo “personal” (infancia, amor, erotismo...) junto a lo “público” (la sociedad de consumo, la guerra de Vietnam...). Al lado de tonos graves (ecos de un íntimo malestar) aparece también una provocadora e insolente frivolidad: Marilyn Monroe se codea con el Che Guevara. Frente a la sociedad de consumo son sarcásticos y corrosivos, pero también se muestran escépticos ante la posibilidad de que la poesía pueda cambiar el mundo. En lo personal y en lo político, son inconformistas y disidentes; pero como poetas, persiguen metas estéticas. Ante todo, lo que les importa es el estilo: la renovación del lenguaje poético es el objetivo principal, y junto a otros modelos, en el Surrealismo vieron una lección de ruptura con la lógica de un mundo absurdo.

Los rasgos más novedosos: recuperación de las actitudes vanguardistas (Surrealismo, Dadaísmo, Futurismo), tanto las de preguerra (generación del 27) como las posteriores a 1940 (grupo “Cántico”, postismo, parasurrealismo de M. Labordeta); incorporación brusca de una serie de lenguajes habitualmente ajenos al ámbito literario: el lenguaje del cine, de la publicidad, del cómic o de la música moderna; voluntad de hermetismo y autosuficiencia poemáticos situada en las antípodas del pragmatismo de la poesía social; postura esteticista, plena de referencias culturales eruditas al mundo de las artes,  es la seguida por Luis Antonio de Villena (Hymnica (1979); Huir del invierno (1981); otra dirección recibió el nombre de “metapoesía”, y critica la ingenuidad de la literatura realista, defendiendo la autonomía de lo literario y la insondable ambigüedad del lenguaje;  intentos de denuncia de la manipulación social y política a través del lenguaje, renacimiento de actitudes decadentistas y vanguardistas, en autores como Félix de Azúa, José Miguel Ullán, Manuel Vázquez Montalbán o del tal vez más famoso de todos ellos, Leopoldo María Panero (Así se fundó Carnaby Street (1970); Narciso (1979)).