viernes, 9 de enero de 2015

TEMA 4: EL MODERNISMO Y LA GENERACIÓN DEL 98 (VERSIÓN BREVE)

TEMA 4: EL MODERNISMO Y LA GENERACIÓN DEL 98.

A fines del siglo XIX y principios del siglo XX Europa vive un periodo de inestabilidad que desembocará en la Primera Guerra Mundial.
España está inmersa en una crisis económica, política, social y espiritual. La Gloriosa no dio los frutos que se esperaba de ella y llegó el desencanto. La Restauración no fue capaz de paliar los graves problemas, aunque supuso un periodo de relativa tranquilidad, marcado por la alternancia en el gobierno de liberales y conservadores. En 1898 el gobierno de Sagasta lleva a España a una guerra que acaba con el Desastre del 98, en que España pierde Cuba, Filipinas y Puerto Rico. La crisis social da lugar a la Semana Trágica de Barcelona en 1909. La brutal represión provocó el rechazo de la sociedad española y de Europa. Llegará después el golpe de estado y la dictadura de Primo de Rivera, que puso fin al turno de partidos y al parlamentarismo.
A principios de siglo España era un país atrasado en todos los sentidos. Los intelectuales intentan regenerar el país, reclamando renovar la educación. A la cabeza, Giner de los Ríos ( que fundó la Institución Libre de Enseñanza). De todo este caldo de cultivo nació el movimiento regeneracionista: Joaquín Costa.
A fines de siglo XIX en España, Europa e Hispanoamérica surgen movimientos de tipo disidente e inconformista fruto de la crisis de la conciencia burguesa. En la literatura cunden los impulsos renovadores, radicalmente opuestos a las tendencias vigentes (realismo, naturalismo, prosaismo poético...). Se les llamó “modernistas” y se caracterizan por su inconformismo y por la búsqueda de una renovación estética. Junto a ellos, otros escritores, movidos por el mismo afán renovador, dan especial cabida en su temática a los problemas del momento histórico y recibieron el nombre de Generación del 98.
Las diferencias entre ambos son notorias. El Modernismo es cosmopolita y busca lo exótico. Tal y como llega a España de la mano de Rubén Darío es una literatura de los sentidos, deslumbrante de cromatismo y atractivos sensuales. Impulsados por la búsqueda de la belleza, utilizaron un lenguaje minoritario y retoricista de intención predominantemente estética. La Generación del 98 se preocupa por España y redescubre Castilla como cuna de lo español. Se trata de una literatura que constituye un examen de conciencia. Su lenguaje huye del artificio recargado y del preciosismo literario.

MODERNISMO
Podemos definir el Modernismo literario como un movimiento de ruptura con la estética vigente que se inicia en torno a 1880 y cuyo desarrollo fundamental llega hasta la Primera Guerra Mundial, aunque autores como Machado o Juan Ramón lo abandonaran antes, o podamos percibir su eco en momentos posteriores entrelazado con movimientos ya distintos.
El término “modernista” fue utilizado en un principio con un matiz despectivo, pero Rubén Darío, junto a otros escritores, asume con orgullo ese mote a partir de 1890. Rubén Darío publica en 1888 su obra Azul (18 cuentos y siete poemas), que supone la obra inaugural del movimiento ya que supuso una revolución formal por la modernización de recursos expresivos y el cuidado del ritmo. En el prólogo de Prosas profanas (1896) formula las bases de la nueva estética: afán de originalidad,  exaltación de países lejanos (Grecia, China, Japón), armonía de la palabra y verso deslumbrante. Enriqueció el léxico con voces de gran sonoridad, introdujo el soneto en alejandrinos y cultivó el dodecasílabo y el verso libre. Evoluciona hacia un tono más reflexivo y abandona el preciosismo en Cantos de vida y esperanza (1905), poesía trascendental en la que reflexiona sobre la vida y en la que aparecen junto a lo pagano y lo erótico tonos graves y preocupación social.
En cuanto a las influencias que recibe el Modernismo, a excepción de Bécquer, se vuelven los ojos a otras literaturas. La influencia francesa en fundamental. Además de los grandes románticos (Víctor Hugo), hubo dos movimientos claves. Por un lado el Parnasianismo, con la máxima de T. Gautier “el arte por el arte”, que hace que se instaure el culto a la perfección formal. Se prefieren los mitos griegos, los ambientes orientales, de épocas y civilizaciones pasadas, el mundo bíblico, el antiguo Egipto, los pueblos germánicos o la Edad Media española. Por otro lado, el Simbolismo, que arranca de Baudelaire, Rimbaud, Verlaine y Mallarmé. Defienden que el mundo sensible no es más que símbolo de  realidades escondidas, y la misión del poeta es descubrirlas, de ahí que los versos se llenen de misterios, sueños y símbolos (ej, el ocaso=vejez o muerte, río=vida...) Es una poesía que propone sugerir mediante un lenguaje fluido y musical.
También son destacables otras influencias: E.A. Poe y Walt Whitman (EEUU), Oscar Wilde (Inglaterra) y poetas de la propia tradición española: Bécquer y los poetas antiguos: Berceo, Manrique, el Arcipreste y los poetas de los Cancioneros del siglo XV. El retorno a las raíces españolas se incrementará tras el 98.
En cuanto a la temática modernista, apunta en dos direcciones: la exterioridad sensible (lo legendario, lo pagano y lo exótico) y la intimidad del poeta (vitalismo y sensualidad pero también melancolía y angustia). Sienten una desazón romántica (malestar y rechazo a la sociedad). Se exaltan de nuevo las pasiones y lo irracional frente a la razón y reaparece el misterio, lo fantástico, el sueño. De la necesidad de soñar mundos de belleza en los que refugiarse de un ambiente mediocre procede su escapismo, en el espacio (lo exótico y lo oriental) y el tiempo (hacia el pasado medieval o el de los mitos clásicos): los versos se llenan de ninfas, sátiros, vizcondes, caballeros y castillos.
En cuanto al estilo, los modernistas se valdrán de todos aquellos recursos estilísticos que se caractericen por su valor ornamental, su valor sugeridor o ambos: aliteraciones (la libélula vaga de una vaga ilusión), sinestesias (verso azul, sol sonoro), imágenes (nada más triste que un titán que llora / hombre montaña encadenado a un lirio) y enriquecimiento del léxico con cultismos o voces exóticas o adjetivación ornamental (dromedario, ebúrneo cisne)
No podemos olvidarnos de las innovaciones métricas. En su anhelo de ritmo, usaron con preferencia el verso alejandrino, de influencia francesa será el dodecasílabo y el eneasílabo, aunque no dejaron los versos tradicionales como el endecasílabo o el octosílabo. En cuanto a las estrofas, lo importante era no ceñirse a las estrofas consagradas, de ahí que el soneto ofrezca múltiples variedades.

Los principales representantes del Modernismo son:

1. Ramón María del Valle Inclán.
Su amplia producción literaria abarca todos los géneros y nos muestra también una profunda evolución: desde el Modernismo elegante y nostálgico, que es una evasión hacia la belleza, a una literatura crítica basada en la distorsión de la realidad: el esperpento supone una evasión hacia lo trágico y miserable del alma humana.
La etapa modernista de Valle coincide con sus primeros años de creación literaria. En esta etapa predominan las obras donde aparece una Galicia primitiva, mezcla de lo patriarcal y lo popular, lo legendario y lo realista.
Sus Sonatas representan la cima de la prosa modernista: son cuatro novelas breves que recogen las memorias del Marqués de Bradomín, un don juan “feo, católico y sentimental”. Cada una de ellas supone un paisaje, una estación y una edad de la vida diferentes: La Sonata de estío nos cuenta una relación amorosa en Méjico; la Sonata de otoño, su relación con una enferma de tuberculosis en Galicia; la Sonata de primavera la relación con una novicia a orillas del Tirreno; y la Sonata de invierno, su pérdida del brazo por Carlos VII en Navarra.
Domina en ellas un romanticismo decadente en el que las mujeres son etéreas y enfermizas y los jardines descuidados pero hermosos. Constantemente se enfrentan en el héroe la religiosidad y el erotismo: mezcla la elegancia y la amoralidad en una exaltación de un mundo decadente. Su prosa es rítmica, refinada y bellísima.

2. Antonio Machado.
A pesar de ser uno de los principales representantes de la poesía de la Generación del 98, se adhirió en un principio a la estética modernista, al igual que Juan Ramón o Valle Inclán, que queda representada en su obra de 1903 Soledades, que será ampliada en 1907 a Soledades,galerías y otros poemas. Se trata de un modernismo intimista ya que Machado escribe mirando hacia dentro, en un íntimo monólogo.  Intenta apresar sentimientos universales que giran en torno a los problemas de la condición humana. La soledad, la melancolía y la angustia traspasan su versos. Las expresiones y asociaciones corresponden al simbolismo francés en el que se formó. La metáfora de la vida como agua que corre es constante.

3.Manuel Machado (1884-1947)
Destaca junto a su hermano en la poética modernista con obras Alma (1901) donde es observable un modernismo simbolista mezclado con el andalucismo colorista y sensual típico del autor.
El resto de su producción será un desarrollo de los temas apuntados en Alma. En la etapa que va desde sus Caprichos (1905) a su Ars moriendi (1922): suave sonoridad de los versos, combinación de formas y ritmos franceses y el sentir popular de Andalucía vestido en los moldes de la copla.

4. Juan Ramón Jiménez.
(Os lo pongo aquí porque al menos hay que hacer referencia a su etapa modernista, pero lo estudiaremos en otros temas en profundidad: el Novecentismo.)
Su trayectoria poética está marcada por unos temas constantes: la belleza, la poesía, el amor, la eternidad, Dios. En su creación se distinguen varias etapas. Dentro de la que él mismo llamó “época sensitiva”, entre 1908 y 1915, sus obras Elejías y La soledad sonora, representan su poesía “vestida con los ropajes del Modernismo” pero es un Modernismo intimista.

GENERACIÓN DEL 98
Se dio el nombre de Generación del 98 (el nombre procede de un artículo de Azorín) a aquellos autores que compartían una serie de características generacionales: nacieron en años poco distantes (10 años separan al mayor, Unamuno, del más joven, Machado), tuvieron una formación intelectual semejante (Salinas señala el autodidactismo), eran un grupo de jóvenes escritores que pronto entraron en contacto, acudieron a las mismas tertulias y colaboraron en las mismas revistas (Juventud, Alma española, Helios) y participaron en actos colectivos propios, como la visita a la tumba de Larra. Obviamente el desastre del 98 aunó voluntades. Unamuno será el guía de estos jóvenes cuyo lenguaje generacional supone importantes novedades estilísticas, una ruptura con el Realismo y el Naturalismo y una clara voluntad antirretórica.
Su actitud de rebeldía es una muestra de la crisis de la conciencia pequeño-burguesa. A excepción de Valle Inclán y Machado, que tuvieron un proceso evolutivo inverso, la labor inicial de los noventayochistas se emparenta con movimientos políticos revolucionarios. Pero enseguida, en 1901,  el “grupo de los tres” (Azorín, Baroja y Maeztu) publica un Manifiesto con el fin de cooperar a la generación de un nuevo estado social: de nada sirven el dogma religioso, ni el doctrinarismo republicano y socialista ni el ideal democrático. Sólo la ciencia social puede mejorar la vida de los miserables. Su posición ahora es la de un reformismo de tipo regeneracionista.La campaña fue un fracaso y con ello llega el desengaño. En 1905 se inicia un giro hacia posturas netamente idealistas y sienten el fracaso de los anhelos juveniles. La preocupación por España sigue siendo clave, pero ahora desde la actitud contemplativa del soñador o desde un escepticismo desconsolado.
En 1910 cada autor ha forjado ya una fuerte personalidad. Las características de la mentalidad del 98 son varias. Se nota la influencia de corrientes irracionalistas europeas: Nietzsche, Schopenhauer, Kierkegaard (puede hablarse de un neorromanticismo coincidente con el de los modernistas). Adquieren especial relieve las preocupaciones existenciales: los interrogantes acerca del sentido de la vida, la muerte o el tiempo producen angustia, en especial en Unamuno. El tema de España se enfocará con tintes subjetivos, de forma que los anhelos y angustias íntimas de los autores se proyectan sobre la realidad española. Y la historia, es otro de los campos de reflexión: al principio se acude a ella para rastrear las raíces de los males presentes, pero después se buscan los valores permanentes de Castilla y de España. Les atrajo también lo que Unamuno llamó “intrahistoria”: la vida callada de los millones de hombres sin historia que, con su labor diaria, han hecho la historia más profunda”. Y junto al amor por España, el anhelo de europeización, aunque con el tiempo dominará en casi todos ellos la exaltación casticista.
La Generación del 98, como fenómeno estético, lleva a cabo una renovación literaria a principios del siglo XX que rechaza la estética precedente, con significativas excepciones: sienten afinidad con Galdós, con Bécquer y Rosalía. Se toma a Larra como precursor y sienten veneración por algunos clásicos: Fary Luis, Quevedo o Cervantes y la literatura medieval, en especial el Cantar de Mio Cid, Berceo, el Arcipreste de Hita o Manrique.
Buscan la sobriedad y el cuidado del estilo.  Amplían el léxico español con palabras tradicionales o terruñeras. El subjetivismo se convierte en un rasgo esencial, de ahí que el lirismo intimista llene muchas páginas. Frente al tema de España, se mezclan amor y dolor, de ahí que junto a la visión de atraso y pobreza, encontremos cada vez más una exaltación lírica del paisaje, fundamentalmente de Castilla, que tiene como máximo exponente a Don Quijote.
Además, innovaron en el campo de los géneros literarios: se observan profundos cambios en la novela y se configura el ensayo moderno. Menor éxito tuvieron los intentos de renovación en el teatro, a excepción de Valle.
La estética y el espíritu noventayochista se manifiesta en todos los géneros literarios: novela, poesía, ensayo y teatro. Sus principales representantes son:
1. Miguel de Unamuno (1864-1936)
Su obra gira en torno a dos ejes temáticos: el tema de España y el sentido de la vida humana.
En su ensayo En torno al casticismo, analiza el carácter nacional a través de la intrahistioria y plantea otras cuestiones fundamentales del 98: la valoración de Castilla, la europeización… Vida de Don Quijote y Sancho es una interpretación muy personal de la obra cervantina.
Su pensamiento existencial también se vierte en ensayos, novelas, teatro y poesía, así como en artículos. En el ensayo Del sentimiento trágico de la vida nos muestra su miedo a la Nada, lo que supone la angustia de despertar a la trágica condición humana. La inmortalidad se convierte en una idea obsesiva, de ahí su hambre de Dios, pero la razón le niega la esperanza. Los mismos temas aparecerán en La agonía del cristianismo.
En cuanto a su obra poética, su estilo es sobrio, denso conceptualmente. Su temática: la inmortalidad, la identidad del ser, la intucición como forma de conocimiento... Destacaremos Poesías, Rosario de sonetos líricos, El Cristo de Velázquez y Cancionero.
En su terato representó directamente los conflictos íntimos, así en Fedra, Raquel encadenada, La esfinfe, Soledad y El otro.
Pero prestaremos más atención a la novela, dada la renovación del género que supusieron sus obras, cauce de los conflictos existenciales. A Niebla, la subtitula nivola como reacción a la crítica: se trata de una naracción breve en la que apenas hay descripciones, el diálogo juega un papel fundamental y sus personajes son agonistas, que luchan por su existencia contra la muerte y la disolución de su personalidad. Después, vendrán otras: Abel Sánchez (cainismo), La tía Tula (maternidad) o San Manuel, bueno, mártir (un cura pierde la fe pero guarda las apariencias para procurarles la felicidad a sus feligreses). También escribió cuentos y novelas cortas como Tres novelas ejemplares y un prólogo.
2. Ramón María del valle Inclán (1866-1936).
Después de publicar sus Sonatas empieza a alejarse del Modernismo para preocuparse por el pueblo, los oprimidos y el la situación de España. Comedias bárbaras son tres obras teatrales en las que recupera Galicia pero ahora con toda su miseria: personajes violentos o tarados, y todo ello presidido por Don Juan de Montenegro, tirano que representa un mundo heroico en descomposición. El lenguaje se vuelve más fuerte y hasta agrio, pero musical y brillante. Esta tendencia se acentúa en la trilogía de novelas La guerra carlista en la que aparece un lenguaje desgarrado, acentuado por un léxico rústico. En las novelas de la última etapa, como Tirano Banderas o el ciclo de novelas históricas El ruedo ibérico, el estilo, como en los esperpentos, es desgarrado, agrio en su humor, con una fuerte carga crítica, pero sigue siendo una prosa de cuidada elaboración.
Tras esta etapa de transición llega el esperpento, cuyo máximo exponente es su obra teatral Luces de bohemia. Pone su estética al servicio de las ideas del 98: lo trágico y lo grotesco se mezclan para dar como resultado una estética que pretende ser la superación del dolor y la risa. Deforma la realidad para realizar un profundo análisis crítico de la sociedad.
3. José Martínez Ruiz, “Azorín” (1873-1967)
Su pensamiento se centra en la obsesión por el tiempo, la fugacidad de la vida, una melancolía que fluye mansamente unido al deseo de apresar lo que permanece por debajo de lo que huye o de fijar en el recuerdo las cosas que pasaron. Es un contemplativo y un espíritu nostálgico que vive para evocar. Es el mejor ejemplo de compenetración novenatyochista con el paisaje castellano. En sus novelas se difumina la línea divisoria entre novela y ensayo, apenas hay trama argumental, mero pretexto para hilvanar una galería de personajes fracasados y sensibles. Autor impresionista atento a la belleza de lo nimio. Su estilo fluye lento, con un lirismo contenido y una técnica miniaturista en sus descripciones.
Sus tres primeras novelas son de carácter autobiográfico y de ella toma su pseudónimo: La voluntad, Azorín y Confesiones de un pequeño filósofo. En su segunda etapa recupera a los grandes clásicos y culmina su percepción del tiempo como en Castilla.
4. Pío Baroja (1872-1956)
Dos son las notas que caracterizan la personalidad de este autor: pesimismo e individualismo.
Se dedicó casi en exclusiva a la novela. Sus personajes, son siempre un reflejo del autor. Anheló ser un hombre de acción, pero era un ser abúlico, de ahí que encontremos personajes activos y otros, como Andrés Hurtado, contemplativos.
Su concepción de la vida se inscribe en el pesimismo existencial:ell mundo carece de sentido, la vida es absurda y no alberga ninguna confianza en el hombre.
De su primera etapa destacaremos Camino de perfección, El árbol de la ciencia, y la triolgía La lucha por la vida (La busca, Mala hierba, Aurora roja). En la segunda destacaremos Las inquietudes de Shanti Andía. Entre 1913 y 1935 se consagró a Memorias de un hombre de acción. Sus últimos años los dedicó a sus memorias, Desde la última vuelta del camino.
5. Antonio Machado (1875-1939)
Pensaba que la poesía es sobre todas las cosas una honda palpitación del espíritu. Su estancia en Soria le marcará para el resto de su vida: allí se enamora de Leonor, con la que se casa en 1909, pero al fallecer ésta abandona Castilla. Residió en Baeza, Segovia, Madrid y finalmente  en Collioure, donde fallece en el 39. En su obra se distinguen varias etapas marcadas por los acontecimientos de su vida.
Tras su etapa modernista mencionada anteriormente, publica Campos de Castilla (1912) donde queda patente su preocupación por España y el paisaje castellano.  En él se basa su reflexión sobre el hombre. Predominan como temas meditaciones sobre la muerte y la existencia de Dios, sátiras y proverbios morales.
En su etapa fina escribe Nuevas canciones y lo que podríamos denominar un “diario de ideas” en su Juan de Mairena. Por último, hizo algunas de teatro en colaboración con se hermano Manuel como La Lola se va a los puertos o Juan de Mañara.

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