HISTORIA
DE UNA ESCALERA (1949)
ANTONIO
BUERO VALLEJO
Historia
de una escalera es
un drama en tres actos estrenado en 1949 en el Teatro Español de
Madrid. Fue dirigida por Cayetano Luca de Tena tras obtener el premio
Lope de Vega de ese año y tuvo 187 representaciones, lo que indica
un enorme éxito.
La
obra describe la fatalidad que persigue a los vecinos de una casa
modesta, quienes no pueden, de ninguna manera, mejorar su condición
social de “pobres”: tres generaciones (primera: Doña Asunción,
Paca, etc.; segunda: Fernando, Urbano, Carmina, Elvira, etc.;
tercera: Fernando hija, Carmina hija, etc.) están condenadas a vivir
en la mediocridad, a la sombra de la escalera de una casa de
vecindad. Este hecho supone el fracaso continuo de los personajes,
por un lado como componentes de una sociedad que no tiene esperanzas
de mejora, por otro, como seres individuales que se condenan ante la
imposibilidad de ver realizados sus sueños. Además, esta situación
llevará a algunos de ellos a la desgracia. Buero termina la obra con
un final abierto: ¿podrán Fernando y Carmina hijos, a través de un
amor prohibido por sus padres, librarse de la escalera, de la
mediocridad de esas vidas?
Contexto
histórico: Por
aquellos años España se encontraba en la época más dura de la
posguerra, además de estar inmersa Europa en la Segunda Guerra
Mundial. La censura, la prohibición de multitud de derechos civiles,
además del hambre, las cartillas de racionamiento, era la situación
que vivía una población que sentía el peso de los trágicos
recuerdos de la guerra.
A
consecuencia de la fuerte censura que se cernía sobre el teatro,
estos temas no podían ser tratados directamente en el escenario. Por
esa razón, entre el segundo y el tercer acto se elude, y a la vez se
alude la guerra civil; es decir, está en la mente de los
espectadores y constituye un personaje más, indispensable parar
entender las reacciones de los personajes. El tema
de España,
por lo tanto,
está
presente de manera constante en la obra, tratado desde una
perspectiva crítica, con una visión que hunde sus raíces en
Cadalso, Larra, Galdós y la Generación del 98. El dolor por el
atraso, la falta de futuro, la frustración por la imposibilidad de
prosperar que manifiestan los personajes son los mismos que se
encuentran en todos ellos. Frente a esa España real, Buero opone una
España posible, soñada, mediante la esperanza que representa el
final.
Contexto
literario: Buero
es, ante todo, un trágico. Para él la tragedia tiene doble función:
- Inquietar: plantear reflexiones al espectador sobre temas trascendentales de la condición humana.
- Curar: no imponer soluciones, dejando siempre una puerta abierta a la esperanza.
La
temática de sus obras siempre es la condición humana ante la que
interroga. Sus obras tienen mucho de investigación y desvelamiento
de las limitaciones de la personalidad humana: la búsqueda de
libertad, de felicidad, de autenticidad, pero dentro de su mundo
cotidiano concreto, nunca en abstracto.
Esta
temática la enfoca en dos planos: el plano
existencial
(meditación sobre la condición humana); el plano
social
(denuncia de las injusticias sociales concretas, directamente
relacionadas con la situación concreta de la España de la época).
Estos dos planos aparecen entremezclados en sus obras.
Atendiendo
a los contenidos o enfoques de sus obras, en la trayectoria de Buero
pueden señalarse, en general, tres etapas:
- La primera época (paralela a los años de búsqueda y el primer realismo social) iría hasta 1957 y predomina en ella el enfoque existencial.
Además
de su primera obra Historia
de una escalera
(1949), en donde presenta a tres generaciones de varias familias
modestas, con todos sus problemas de frustración, tanto por el peso
del medio social como por la debilidad de los personajes, escribe las
siguientes obras: En
la ardiente oscuridad
(1950), La
tejedora de sueños
(1952), Hoy
es fiesta
(1956) y Las
cartas
boca
abajo
(1957).
- La segunda época, que abarcaría desde 1958 a 1968-70, es paralela al realismo social.
El
predominio del enfoque social no supone un descanso en la atención
por el individuo concreto, pero ahora se insiste más en las
relaciones entre el individuo y su entorno. Los actos individuales
quedan enmarcados en un tiempo y unas estructuras sociales concretas
y se hace hincapié en las raíces y las consecuencias sociales de
los actos (aunque todo ello dentro de los límites que le permite la
censura). En esta época cultiva reiteradamente cierto tipo de “drama
histórico”, aunque en estas obras la anécdota histórica es sobre
todo un pretexto para plantear problemas actuales sorteando a la
censura. Destacan sus obras: Un
soñador para un pueblo
(1958), Las
Meninas
(1960), El
concierto de San Ovidio
(1962), El
sueño de la razón
(1970) y El
tragaluz (1967),
que tiene también algo de histórico, aunque se sitúe en el
presente y haga alusión a la historia reciente (la guerra civil y
sus secuelas).
- La tercera época, que se inicia hacia 1970. Algunos críticos la consideran más como de continuación o intensificación de la etapa anterior. Buero no quiere permanecer al margen de las inquietudes experimentales que proliferan en estos años.
Destacan
obras como: La
llegada de los dioses
(1971), La
detonación
(1977), La
fundación
(1974), que nos introduce en una celda de presos políticos, donde se
reflexiona sobre el compromiso con la realidad, la lucha por
transformarla, el ideal de libertad, etc.
Lo
más destacable de esta etapa en cuanto a los temas es que los
contenidos sociales y políticos se hacen más explícitos. En cuanto
a la técnica, las novedades escénicas son importantes: es
primordial el desarrollo que alcanzan los llamados “efectos
de inmersión”
(recursos de sonido, luz... que hacen “oír” o “ver” las
cosas tal como las imagina o percibe un personaje, a la vez que se
logra, así, expresar la subjetividad y se propicia una participación
más intensa del espectador).
El
estreno fue un acontecimiento en el teatro de posguerra y significó
la aparición de un nuevo teatro, cargado de profundas
preocupaciones, en una línea existencialista, frente al teatro de
evasión, más generalizado en aquel momento.
Supo sintetizar la corriente realista con la simbolista de, por
ejemplo, Alejandro Casona. Además, integró la tradición del
sainete con la tragedia unamuniana o lorquiana. Tras el estreno,
algunos quisieron repudiar la obra señalando que “sólo” era “un
sainete”, o reprochando su “pesimismo”.
Otros
autores antes habían utilizado el sainete para trascenderlo, como
Valle-Inclán en buena parte de su obra (especialmente en La
hija del capitán,
en 1926), Arniches... La novedad es que él hace una tragedia de tipo
unamuniano. El sentimiento trágico de la existencia lo impregna
todo. Escribir la tragedia española moderna ya se lo habían
propuesto Unamuno o Lorca. El modelo lorquiano no podía ser
continuado, habría sido una mera repetición; pero Unamuno sí,
porque no había conseguido encontrar un lenguaje teatral válido.
El
uso del sainete es para él el hallazgo de un lenguaje fácil para el
público y que no asustaba a los empresarios, quienes huían,en
cambio, de todo lo “intelectual”. El éxito fue tan enorme que
repitió la experiencia con Irene
o el tesoro (1954)
o Hoy
es fiesta (1956).
Posteriormente, la influencia de Historia
de una escalera es
notable en autores como Rodríguez Buded (La
madriguera),
Alfonso Paso (Los
pobrecitos)
o, sobre todo, Lauro Olmo (La
camisa).
El
tema central de la obra es la impotencia, el
fracaso y la frustración que acompañan desde el comienzo a los
protagonistas, quienes intentan, inútilmente, salir de la situación
en que se encuentran. El medio social en el que se desenvuelven y sus
propias circunstancias personales les impiden realizar sus
ambiciones. En la obra se presenta la vida de tres generaciones en un
proceso cerrado, caracterizado por dos sentimientos: la desilusión y
el fracaso, aunque parece que al final Fernando y Carmina hijos
podrán romper el círculo antes de que también a ellos les alcance
el fracaso colectivo.
Los
motivos secundarios son las causas (directas o indirectas) del
fracaso y de la frustración de los personajes; son los siguientes:
- La pobreza y la resignación (a pesar de que no llegan a un estado de necesidad, los vecinos son pobres).
- El amor (se ha dicho que la obra es “el drama del amor frustrado”).
- La cuestión social (es una obra testimonio de los problemas de la España de 1919-1949).
- El tiempo (el paso inevitable del tiempo revela el fracaso de estos seres que, como ellos mismos presienten en el 1º Acto, jamás verán realizadas sus ilusiones juveniles).
- La incomprensión entre padres e hijos (la cita bíblica que encabeza el drama ya alude al choque generacional).
- La antinomia activos-contemplativos, presente en buena parte de la obra de Buero Vallejo. En este caso, el personaje activo es Urbano, frente al contemplativo Fernando (en El tragaluz, serán Vicente y Mario). Su oposición se verá reforzada por la lucha que mantienen por el amor de Carmina y, finalmente, por la guerra civil, eludida entre el segundo y tercer acto.
- El trasfondo mítico. En este caso, están presentes de forma subyacente los mitos de Caín y Abel y de don Quijote. El mito cainita aparece ya en la cita que abre la obra y va creciendo a medida que se oponen Urbano y Fernando, amigos casi hermanos y finalmente, tras el paso de los años (y de la guerra) enemigos irreconciliables que siembran su odio entre sus propios hijos. En cuanto al mito de don Quijote, el profesor Ricardo Doménech apunta la posibilidad de que, por debajo de la obra está latente, ya que los personajes aspiran a salir de una escalera “sanchopancesca” a una nueva España soñada.
Destacamos
algunos procedimientos formales:
- Aunque los personajes están perfectamente dibujados y dan impresión de ser protagonistas (Fernando,Urbano, Carmina,Elvira), es la comunidad de vecinos, es decir, la colectividad, la auténtica protagonista de la historia. En este drama de familias se repiten a lo largo de tres generaciones las mismas pautas de comportamiento. La personalidad de los hijos es un eco de la de sus padres, y aquellos transmiten, a su vez, la herencia que han recibido.
- La obra está construida sobre una red de repeticiones y paralelismos que le dan unidad. Así, por ejemplo, opone la figura obesa de la señora Paca a la alta y delgada de doña Asunción, o las escenas en que Fernando y Carmina, padres e hijos, se declaran su amor.
- La escalera es un auténtico personaje. Se huye así del habitual salón de la comedia burguesa. Buero concede tal importancia a la escalera que incluso en una ocasión hace que el escenario permanezca vacío unos instantes, indicando en la acotación que “la escalera queda sola”. Todos los personajes se sienten ligados a ella; algunos la odian; otros, la consideran una vieja compañera.
- La característica principal de los diálogos de la obra es la recurrencia. Se tiene la sensación de que los personajes podrían estar hablando de los mismos asuntos acto tras acto e, incluso, parece que se continúan diálogos comenzados en un acto anterior.
No hay comentarios:
Publicar un comentario