EL TRAGALUZ, BUERO VALLEJO.
El
tragaluz se estrenó en octubre de 1967 y su éxito superó ampliamente el de
las anteriores obras del autor: la crítica fue elogiosa, con escasas
salvedades.
La
obra se sitúa en la segunda época del autor, que abarca obras que van de
1958 a 1970. El predominio del enfoque social corresponde a esta época,
pero esto no supone un descenso en la atención por el individuo concreto
o por las facetas morales, aunque se insiste más en las relaciones entre
el individuo y su entorno. Los actos individuales quedan enmarcados en
un tiempo y unas estructuras sociales concretas, con sus tensiones, sus formas
de explotación o de opresión. Y se hace hincapié en las raíces y las
consecuencias sociales de los actos. Así, los problemas de la justicia, de la
libertad, de la responsabilidad, etc, adquieren dimensiones nuevas y más
precisas. Por tanto, lo social cobra una importancia vital, sin merma de lo
existencial y siempre entrelazado fuertemente con el enfoque moral. Además,
la obra ilustrará las novedades técnicas de aquella época.
EL
EXPERIMENTO.
El
tragaluz es, en cierto sentido, una obra “histórica”: desde un momento del
futuro (el siglo XXV o XXX, según Buero), “dos investigadores” proponen
al espectador un experimento: volver a una época pasada, el siglo XX,
para estudiar el drama de una familia cuyos miembros sufrieron una guerra civil
con sus secuelas.
El
espectador se ve obligado a adoptar, en cierto modo, una perspectiva futura
para enfrentarse con una época que es la suya. Y los investigadores dicen que “debemos
recordar..., para que el pasado no nos envenene”, palabras que juegan una
función esencial de la Historia: conocer el pasado para asumirlo y superarlo,
desechando odios, venciendo tendencias nocivas y extrayendo lecciones para
caminar hacia el futuro. En este sentido, pues, estamos ante un drama
“histórico”, aunque nos traslade al mismo momento en que se estrena la obra y
evoque nuestra historia cercana: la guerra civil.
En
este “experimento”, Buero ha recurrido a conocidos elementos de la ciencia
ficción: se habla de “detectores” de hechos pretéritos y de “proyectores
espaciales”. Asistimos, pues, a un montaje de imágenes traídas del pasado y a
su proyección estereoscópica (hoy hablaríamos, tal vez, de un vídeo
tridimensional). La reconstrucción de los diálogos es importantísima,
pero no sólo se nos van a dar imágenes reales, sino también pensamientos,
cosas imaginadas por algún personaje: fundamental será el ruido del tren, que
traduce un recuerdo y una obsesión claves.
La
“proyección” será interrumpida por los investigadores con diversos comentarios.
Para Buero, estos personajes eran fundamentales para conseguir del público
determinada actitud y dar a la obra la significación que se proponía.
LA
“HISTORIA”.
Se
nos presentan unas vidas doblemente marcadas por la guerra: por sus
secuelas (muerte de una hija, pobreza...), pero, sobre todo, por un dramático
episodio del final de la guerra que separó al hijo mayor, Vicente, de los
demás: fue el único que pudo escapar en un tren hacia Madrid. Las consecuencias
de tal hecho serán funestas. Y pronto surgirá ante el espectador la duda acerca
de la responsabilidad de Vicente. En cualquier caso, las vidas de todos han ido
por caminos muy distintos desde entonces: en los años 60, cuando comienza la
obra (el “experimento”), Vicente estará bien situado, “instalado” en la
sociedad; en cambio Mario, el hermano menor, vive pobremente en un semisótano
con sus padres: una madre resignada y un padre que ha perdido la razón. Las
relaciones de los dos hermanos con Encarna -secretaria y amante de Vicente,
pero enamorada de Mario- completarán el tejido de estas vidas.
En
las raíces del drama se articulan lo público (la guerra, las
circunstancias políticas) y lo privado ( la conducta de Vicente, la
situación de la familia). Loprimero seguirá en la obra hasta donde podía
tolerar la censura: está claro que la diferencia de posición de Vicente y los
demás reproduce la división entre vencedores y vencidos, entre integrados en el
sistema y marginados. Lo privado, será la base del proceso dramático: el suceso
del tren es el hecho desencadenante, y la obra consiste en el lento descubrimiento
de la verdad que aquel hecho encierra, con las terribles tensiones que conlleva
tal proceso y la trágica consecuencia de la revelación final.
TEMAS
FUNDAMENTALES.
-La
interrelación entre lo individual y lo social. Vemos cómo se pasa del
plano singular al plano colectivo.
-La
insistente pregunta que hace el padre, “Quién es ése?”.
Poco a poco vamos descubriendo el sentido profundo de lo que en un principio
parecía una obsesión fruto de la locura. Se tratará precisamente de la atención
al “caso singular”, el afán por conocer y valorar a cada hombre en concreto.
Pero, como dirán al final los investigadores, esa pregunta conduce a descubrir
al otro como prójimo, como “otro yo”: “Ése eres tú, y tú y tú.” Y ello, a su
vez, nos descubre el imperativo de solidaridad.
-Buero
introduce con los “investigadores” lo que podría llamarse un horizonte
utópico: nos hablan de un mundo solidario y, además, de un mundo que ha
vencido la guerra, la injusticia y demás lacras del pasado, o sea, del siglo
XX.
-Otros
temas se entretejen con éstos: la confrontación entre dos actitudes frente al
mundo, la acción y la contemplación, procedente de la dicotomía de
Schopenhauer y algo que ya conocemos de El árbol de la ciencia.
-Ligada
también al tema central, la problemática de la libertad y de la
responsabilidad tan característica del autor. En la raíz de la obra hay una
transgresión moral, de ahí la fuerza que cobra la idea de culpa,
la cual lleva aparejada las de juicio y castigo o expiación.
-Pero
todo ello se encarna en unos personajes y en los conflictos que los enfrentan.
LOS
PERSONAJES.
Son
piezas bastante esquemáticas, pues están concebidas como piezas de la
dialéctica dramática que le interesa a Buero. Podrían dividirse en dos
categorías: los que han cogido el tren y quienes lo han perdido.
-Vicente:
representa, por un lado, la acción. Es el que ha cogido el tren en
muchos sentidos: se ha integrado en el sistema, está al servicio (o es
cómplice) de los sectores dominantes. Puede tachársele de egoísta, de
oportunista. Su comportamiento con el escritor Beltrán y, sobre todo, con
Encarna, inspirará toda nuestra reprobación. Pero atenderemos también a otro
rasgos suyos: ciertos síntomas de tormento íntimo, entre los que se haya, el
ruido del tren: la culpa. ¿Por qué, por ejemplo, se siente atraído de modo
creciente hacia el sótano?
-Mario
encarna, frente a su hermano, la contemplación. Se sitúa, además, al margen
del sistema, se niega a ingresar en una sociedad cuya estructura rechaza;
escoge ser víctima. Y frente al supuesto culpable, se erige como
acusador y juez. Pero su pretendida pureza contemplativa, ¿no permite que el
mundo siga siendo como es? Por otra parte, ¿no cabe hacer reservas ante su
rigidez moral, ante su comportamiento implacable con su hermano? Buero no
quería hacer una obra de buenos y mal: su ideal sería una mezcla de los dos, de
acción y contemplación.
-El
padre es uno de esos personajes “anormales” que desempeñan papeles clave en
las obras de Buero. Su locura se presenta, de una parte, como producto
de los sufrimientos de la guerra, concretamente del suceso del tren y sus
consecuencias; es pues, otra víctima; pero el autor lo ha elegido para
lanzar insistentemente la pregunta ¿Quién es ése?, cuya importancia es
fundamental. Y con ello se relaciona su manía de recortar figuras de postales:
“al que puedo, lo salvo”, es decir, lo hace subir al tren. Otras frases
análogas nos conducirán a plantear la significación última de este personaje.
¿es Dios? ¿Es algo así como el super-yo, especie de conciencia moral superior.
¿Es, en un plano más abstracto, el Juicio que toda acción humana merecerá de
otros hombres, presentes o futuros, como los investigadores? Nos movemos en las
dimensiones simbólicas que abundan en la obra de Buero.
-La madre,
víctima como el padre, es, sin embargo, su antítesis. Frete al Juicio o la
Justicia, ella encarna el amor y el perdón.
-Encarna,
al igual que su madre, dice que “hay que vivir”, y aunque la frase tenga en
ella otros matices, es también una justificación de la vida -con sus impurezas-
ante la pureza radical de Mario.
-Beltrán
no aparece mucho en escena, pero de él se habla mucho. Representa al escritor
disconforme e íntegro, pero su principal función es la de contribuir a la
caracterización de los dos hermanos. Para Mario, es un modelo. Y Vicente queda
definido desde la primera línea por su comportamiento con Beltrán.
ESTRUCTURA,
TÉCNICAS ESCÉNICAS Y LENGUAJE.
-El
desarrollo de la obra es una avance paulatino , gradual, hacia el
descubrimiento de la raíz secreta del drama (aquel “pecado
original”). Buero va descubriendo progresivamente el fondo del asunto: la
guerra, el tren, la muerte de Elvirita, la locura del padre.... y así hasta la
revelación última, estructura emparentada con la del relato policiaco. A ello
se une la índole de drama judicial, que la obra adquiere en sus últimas
escenas.
-Por
lo demás, la construcción de la obra se presenta en sus dos Partes, como
una sucesión de grandes bloques separados por por intervenciones de los
investigadores en las que, entre otras cosas, se marcan unas elipsis
temporales.
-La
acción, que dura en total algo menos de un mes, se articula como una sucesión
de confrontaciones diversas: Vicente-Encarna, Vicente-Mario,
Mario-Encarna... Así hasta culminar en la escena conjunta que precede al
desenlace. Al hilo de tales confrontaciones se van perfilando los personajes y
aumenta la tensión dramática que conduce inexorablemente a la tragedia.
-El
espacio escénico es un escenario múltiple (construcción abierta en la que
Buero renuncia a los espacios únicos trazados con criterio realista) en el que
se suscita la impresión de varios lugares: el semisótano, la oficina... Esta
disposición tiene un alcance simbólico: la oficina es el ámbito del
sistema, la conexión con el ámbito de los sectores dominantes. A ella se opone
el sótano, ámbito de las víctimas, de los sojuzgados o marginados, “los de
abajo”. Y el tragaluz es la metáfora escénica fundamental: comunicación de “los
de abajo” con el mundo (y con los espectadores), lugar sobre el que cada
personaje proyecta sus obsesiones.
-Otros
aspectos técnicos merecen ser destacados: los efectos luminotécnicos y los
efectos sonoros (metáfora escénica: el ruido del tren) son efectos de
inmersión, pues nos hacen penetrar en las obsesiones de los personajes.
SIGNIFICACIÓN
DE EL TRAGALUZ.
La
significación de la obra es compleja y debemos unir varios planos:
1.
En el plano más concreto, el histórico, hay un testimonio y protesta
ante nuestra guerra civil y sus secuelas, apuntando especialmente a quienes
“tomaron el tren” de los vencedores. Fue la primera obra teatral que, dentro de
España, enfocaba la guerra desde el lado de quienes la perdieron.
2. En
un plano social más amplio, la obra contiene un juicio de nuestra época,
de la sociedad actual -no sólo española- dividida en dominadores y dominados,
con las frustraciones y sufrimientos que ello conlleva.
3.
En un plano más general (a la vez social, ético y filosófico), es
una llamada a armonizar lo individual y lo colectivo, una exigencia de atender
al caso “singular” con un talante fraterno que conlleva el deber de
solidaridad. Y ello con la mirada puesta en un mundo de paz y de justicia hacia
el que hay que avanzar, aunque esté lejano.
El
papel de los investigadores y el propósito del experimento se entenderá con
estas palabras: “Si no os habéis sentido en algún instante verdaderos seres
del siglo XX, pero observados y juzgados por una especie de conciencia futura;
si no os habéis sentido en algún otro momento como seres de un futuro hecho ya
presente que juzgan, con rigor y piedad, a gentes muy antiguas y acaso iguales
a vosotros, el experimento ha fracasado”. Estas palabras apuntan a esa
participación del espectador que siempre busca Buero: invitación, con actitud
crítica, a que éste juzgue y se juzgue, y a saber que seremos juzgados por el
futuro. Tal es la justificación del experimento.
El
final es un buen ejemplo de final abierto, tendente a que el espectador
prolongue con su reflexión la obra. Las últimas palabras de Mario: “Quizá
ellos algún día, Encarna... Ellos... sí, algún día”, son interrogantes
lanzados al espectador, ¿quiénes son ellos? ¿Nosotros mismos? ¿y qué se espera
quizá de ellos?. Este final encierra una llamada a la esperanza. Y junto
a ello, Buero busca una respuesta: un esfuerzo de superación moral y una
voluntad de caminar hacia un mundo mejor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario