Esta novela del colombiano García Márquez (1927-2014, premio Nobel en 1982),
se publica en 1981. El autor es uno de los escritores más importantes y
representativos del “boom”. Sus primeros libros [La hojarasca (1955), El
coronel no tiene quien le escriba (1958), La mala hora (1962) y Los
funerales de Mamá grande (1962).] son tentativas que culminarán en Cien años de soledad (1967). Otras obras
importantes de este mismo autor son: El
otoño del patriarca (1975), Crónica
de una muerte anunciada (1981), El
general en su laberinto (1989) y El
amor en los tiempos del cólera (1985).
Contexto
histórico. En la segunda
mitad del siglo XX, cuando García Márquez escribe esta novela, Hispanoamérica
se encuentra en un periodo conflictivo, que es continuación de las dificultades
a las que los países hispanos vienen haciendo frente desde siglos atrás.
Independizadas de España a lo largo del XIX,
las diferentes repúblicas sufren grandes inestabilidades debidas a:
1)
Las enormes desigualdades sociales.
2)
Los permanentes choques entre conservadores y
liberales: guerras civiles, dictaduras, persecución.
3)
El colonialismo practicado por la gran potencia del
continente, EEUU, que se apoya en gobiernos conservadores para defender sus
intereses comerciales.
En concreto, desde los años 50, durante el
periodo de la guerra fría y el consiguiente rechazo a toda idea sospechosa de
proximidad con el marxismo, los sectores más ilustrados y juveniles de
Hispanoamérica, especialmente desde las universidades, se rebelan y actúan en
defensa de libertades que difícilmente consiguen. Tienen problemas con los gobiernos
conservadores del continente.
García Márquez, como la mayoría de los
autores hispanoamericanos que empiezan a publicar en estos años, se compromete
con las ideas de izquierda. Al igual que otros muchos intelectuales, se
relacionó estrechamente con el marxismo triunfante en Cuba, tuvo prohibido el
acceso a EEUU (hasta que el presidente Bill Clinton le levantó la prohibición a
finales del siglo XX), y se vio forzado a exiliarse de su país.
Sus obras, como las de la mayoría de sus
contemporáneos, muestran su compromiso con las ideas liberales y de izquierdas,
su denuncia del colonialismo de los EEUU, y la añoranza de un remoto pasado hispanoamericano
previo a la existencia de gobernantes.
Con Crónica
de una muerte anunciada García Márquez rinde homenaje al periodismo,
profesión que ejerció en su juventud y de la que siempre sintió nostalgia. En
efecto, el relato adopta forma de crónica y representa un acercamiento entre lo
periodístico y lo narrativo. En cuanto a la ficción, se acerca al género
policíaco.
La historia se inspira en un suceso
real, acontecido en 1951, que tuvo una amplia difusión en la prensa de la época.
Por presiones familiares, en especial de su madre, que aparece como personaje
en la obra, García Márquez esperó treinta años para contarla. El tiempo
trascurrido entre la historia y el relato le permitió conocer el destino
posterior de algunos personajes y recomponer novelescamente el conjunto.
Contexto literario. La novela narra el asesinato de Santiago Nasar a manos
de los hermanos gemelos de una novia repudiada la noche de su boda, cuando el
marido descubre que no era virgen. A pesar de que todo el pueblo conocía lo que
iba a suceder y de los múltiples intentos por evitarlo, una serie de fatales
coincidencias permiten que se cometa el crimen. Pasados los años, Bayardo y
Ángela se reúnen y viven juntos el resto de sus días. La novela se sitúa en el
periodo que transcurre desde el fin de la boda hasta la consumación del
anunciado crimen. A lo largo de cinco secuencias se realiza una detallada
investigación, enriquecida con diversos testimonios de los personajes de la
obra; al mismo tiempo se recorren numerosos aspectos de la vida de los
protagonistas, desde la infancia a la vejez. Pese a conocer el final, el
interés se conserva durante todo el relato.
El tema fundamental es el sentido del honor,
por el que los hermanos Vicario tienen que matar a Santiago como una
obligación inexcusable y única forma de restaurarlo. El honor legitima su
conducta, por sangrienta que esta sea. En relación con este tema aparece la violencia. Surge descarnada y atroz.
Está inserta en el código del honor que rige la moral colectiva de todo un
pueblo. Esta forma de lavar la deshonra, la venganza sangrienta, era una idea
ya presente en la tradición del teatro clásico español de Lope de Vega o
Calderón de la Barca.
El código del honor se relaciona con el
machismo; y ello no solo porque se
requiere de la mujer una condición que no se pide al hombre, sino también
porque la mujer aparece con frecuencia convertida en mero objeto. Incluye un
componente social: el deshonor de la mujer afecta a la familia entera.
En la novela se destacan las pasiones amorosas, motivo recurrentre
en la producción de García Márquez. Esta sexualidad viene acompañada de matices
machistas, por supuesto.
Una pasión amorosa cierra el círculo de
la novela: la encontramos en Ángela, que con el tiempo se obsesiona con
Bayardo, y le escribe cartas durante diecisiete años hasta que él vuelve.
Precisamente, el epígrafe inicial de la
obra recuerda una poesía de Gil Vicente: “la caza de amor”: “La caza de amor / es de altanería: /
trabajos de día, / de noche dolor”. Bayardo San Román, cual ave de
cetrería, fija sus ojos en Ángela, su presa, y actúa desplegando sus artes y su
poder.
Cabe citar, finalmente, en lo que a la
sexualidad respecta, el machismo social: sus hijas, señala la madre de las
hermanas Vicario, están hechas para sufrir, y por eso serán buenas esposas.
Un elemento fundamental de la obra es
el fatum/destino. El sino trágico que, por
una serie de casualidades adversas llevan a Nasar a un trágico final como en
una tragedia griega (en la cual incluso no falta el coro: el pueblo entero). Toda
una serie de circunstancias y casualidades se conjugan para que el homicidio se
lleve a cabo.
Otro tema de la obra es la religión: el autor trata el tema de
forma burlesca e irónica, lo que evidencia una actitud crítica, a través de la
visita del obispo y de las expectativas que provoca en el pueblo. En clave
religiosa puede entenderse la muerte de Nasar, que ha sido puesta en paralelo
con la crucifixión de Cristo; en el mismo sentido puede entenderse buena parte
de la onomástica (Pedro, Pablo, Santiago, Cristo, María, Lázaro, etc.)La
religiosidad contrasta con la intensa presencia de la superstición, inserta en la mentalidad de muchos personajes: la
madre de Santiago interpreta los sueños, Luisa Santiaga posee el arte de la
adivinación, las creencias religiosas conviven con lo invisible y lo
sobrenatural...
La imposibilidad de acceder al conocimiento
de la verdad es uno de los aspectos
de la novela que más llaman la atención, ya que deja sin aclarar un aspecto
fundamental de la historia: cómo fue posible que el asesinato de Santiago Nasar
no pudiese llegar a ser evitado dadas las circunstancias públicas en que se
desarrolló. Es más, ni siquiera llegamos a saber si fue Santiago Nasar el
culpable de la deshonra de Ángela Vicario.
La novela presenta una estructura circular, pues la muerte es
el principio y el final del relato. Pese a la sensación de caos, cada una de
las cinco partes gira sobre un eje (personaje o suceso) que se complementa con
datos circunstanciales diversos:
El punto de vista narrativo es múltiple
y cambiante; aparece el llamado perspectivismo.
Narrador, protagonistas y testigos van intercambiando su propia visión de los
hechos con frecuentes alteraciones y contradicciones.
El realismo
mágico es una técnica narrativa de mediados del siglo XX; consiste en
mostrar lo irreal o extraño como algo cotidiano y común. Pretende dar
verosimilitud interna a lo fantástico e irreal. No se trata de "presentar
la magia como que fuera real", sino de presentar "la realidad como si
fuera mágica".
El realismo mágico en esta obra se
observa en el gusto por insertar lo extraordinario dentro de la normalidad de
lo cotidiano. Se aprecia en la forma en que el olor de Santiago Nasar
permaneció en los gemelos Vicario días después de muerto, la aparición de un
"pájaro fluorescente", una especie de ánima sobre la iglesia del
pueblo; la mención del alma de la viuda de Xius, quien dice estar haciendo todo
lo posible para recuperar sus cachivaches y su casa de muerte.
Observamos también el realismo mágico
en la importancia de los sueños, de lo onírico, sueños que pueden ser
interpretados.
El realismo mágico también aparece en
la hipérbole, en la desmesura. Pocos integrantes del pueblo se dignan avisar a
Santiago Nasar de que lo buscan para matarlo, ya sea por temor, o por la simple
suposición o certeza de que ya está enterado de la situación y por lo tanto
fuera de peligro. Este silencio masivo es lo que termina causando la muerte de
este personaje. La hipérbole también se ve presente en la forma en que lo
asesinan: “Desesperado, Pablo Vicario le dio un tajo horizontal en el vientre,
y los intestinos completos afloraron con una explosión";
sorprendentemente, Santiago sigue vivo, andando, sujetando sus entrañas con las
manos.
Otra característica esencial del
realismo mágico es la unión o sincretismo de los contrastes. En la obra
conviven, por ejemplo, las convenciones morales y religiosas con las
supersticiones, y con una sexualidad y un vitalismo desaforado.
En cuanto al aspecto religioso, existen
numerosas situaciones y símbolos que crean un clima de religiosidad y en
ocasiones apuntan al carácter sobrenatural de Santiago Nasar. Así, el color de
su vestimenta recuerda la túnica de Jesús; la visita del obispo el día del
crimen; los nombres de los personajes, muchos de ellos de resonancias bíblicas
(Pedro, Pablo, Santiago, Poncio…). Además, se destaca que Nasar no derramaba
sangre, a pesar de todas las cuchilladas recibidas.
El tratamiento del tiempo es uno de los aspectos más interesantes de la novela. El
tiempo fluye de forma no lineal, circular y caótica, con el constante empleo de
analepsis o “flash-back” (retrocesos en el tiempo), prolepsis (saltos al
futuro), elipsis (tiempo omitido).
La obra está salpicada de rasgos cómicos, que se relaciona con las descripciones hiperbólicas a que
nos hemos referido, y que sirven no solo para ofrecer un anticlímax, sino para
incrementar el realismo mágico.
De larga tradición en la literatura en
castellano (El Quijote, de Cervantes;
poesía satírica y prosa picaresca de Quevedo; “esperpentos”, de Valle-Inclán),
el humor aparece en la obra en diversos momentos, a veces en su forma de humor
negro o macabro: así, la madre de Santiago sabía interpretar los sueños ajenos,
si se los contaban en ayunas; el silbato del buque deja calados a los
espectadores, por el vapor; el obispo sigue dando bendiciones cuando ya ha
dejado el pueblo; los Vicario ponen nombres de flores a sus cerdos; no había
refrigerador para el cadáver porque la única que había de ese tamaño estaba
fuera de servicio; la autopsia la hacen el cura y un estudiante de medicina; el
cura arroja las vísceras tras su bendición; el narrador ve a Aponte un poco
trastornado por la práctica solitaria del espiritismo aprendido por correo;
tras la autopsia se hace vegetariano de por vida.
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