A pesar de que
el tema se ciñe exclusivamente a la narrativa de la segunda mitad del siglo XX,
haremos un sucinto resumen de la narrativa anterior, que engloba las siguientes
tendencias o movimientos:
1. Prosa modernista.
A principios de
siglo se observa en la narrativa una huella del Modernismo que se irá
abandonando poco a poco debido al paulatino rechazo del cosmopolitismo y a la
búsqueda de lo peculiar americano y la sencillez estilística. El género
predilecto será el cuento. Los
autores más famosos de este tipo de relatos son Leopoldo Lugones, Horacio Quiroga y Enrique Larreta.
La salida del
Modernismo de la narrativa hispanoamericana se produce de modo paulatino y
conduce a la novela de la tierra.
2. Novela de la tierra.
La búsqueda de la esencia de lo americano en el floklore y
las costumbres tradicionales da lugar a un tipo de relatos centrados en las
peculiaridades de las diferentes regiones americanas, por lo que muchas veces
se habla de novela regionalista. El tema predilecto es el intento del hombre de
dominar la Naturaleza implacable, que con frecuencia acaba derrotándolo. Las
tres grandes novelas de la tierra son La vorágine, de José
Eustasio Rivera, Don Segundo Sombra,
de Ricardo Güirales, y Doña Bárbara, de Rómulo
Gallegos.
3. Novela social.
Las convulsiones sociales de
los años diez y veinte dan lugar a una narrativa de carácter social que, o bien
se centra en hechos históricos concretos, como la novela de la Revolución
mexicana, o bien denuncia la marginación de los indios en la sociedad criolla
poscolonial, como es el caso de la novela indigenista.
La novela de la Revolución mexicana al
principio tienen un propósito testimonial y después nos dará la interpretación
de una época histórica que supuso la constitución nacional y social del México
moderno. La obra pionera fue Los de abajo,
de Mariano Azuela, aunque se prolonga
hasta los años 50 en la obra de Juan Rulfo y más tarde en novelas de Carlos
Fuentes y otros escritores.
Las novelas proletarias, escritas y
publicadas en los años 20 y 30, tienen un propósito social explícito dentro de una orientación socialista y
comunista en diferentes países hispanoamericanos, aunque es en Perú donde más se
alienta la literatura proletaria. Destaca El
tungsteno de César Vallejo.
Las novelas indigenistas denuncian las
pésimas condiciones de los indios (Jorge Icaza, Huasipungo) o de los negros (Alejo Carpentier, ¡Ecué-Yamba-Ó!).
4. LA NOVELA HISPANOAMERICANA DEL MEDIO
SIGLO: LA RENOVACIÓN NARRATIVA.
A partir de los años 40 se
produce un enriquecimiento y una renovación de la narrativa debido, entre otras
causas, a la asimilación técnica de los grandes novelistas europeos y
norteamericanos de la primera mitad del siglo XX, a la influencia de las
vanguardias, principalmente el Surrealismo, y a las transformaciones sociales:
crecimiento de las ciudades y alejamiento del mundo rural poscolonial del siglo
XIX.
Entre 1940 y
1960 conviven en novelas y cuentos diferentes tendencias.
4.1. Narrativa metafísica.
A pesar de las diferencias
entre ellos, dos autores muestran su preocupación por los problemas
trascendentes: Jorge Luis Borges y José Lezana Lima.
Jorge Luis Borges alcanzó renombre con
una serie de cuentos o relatos cortos que reunió en diferentes volúmenes, como El Aleph, en los que da entrada a
elementos fantásticos que cuestionan la estética realista y la realidad misma,
de ahí el uso frecuente de mitos clásicos, referencias literarias o símbolos.
El libro o la biblioteca son metáforas del mundo, por ello la propia literatura
se convierte en tema narrativo y objeto de especulación filosófica. El autor
está convencido de que no es posible un verdadero conocimiento de las cosas,
por ello son temas recurrentes el laberinto, el destino incierto o la muerte,
aunque huyó el tono patético y prefirió la exposición irónica y burlesca por
influencia de la Vanguardia.
José Lezama Lima alcanzó notoriedad con
su novela Paradiso (1966), una
especie de extensa autobiografía en la que, con un lengua extraordinariamente
barroco, nos da su particular visión del mundo.
4.2. Narrativa existencial.
Las preocupaciones
existenciales propias de la cultura occidental se acentúan en los años 40 y en
los 50 tras la Segunda Guerra Mundial. Tuvieron gran repercusión en la
literatura Hispanoamérica y en la narrativa cuentan con dos grandes nombres:
Juan Carlos Onetti nos ofrece en sus
cuentos y novelas una concepción pesimista de la existencia y unos personajes
desorientados en un mundo gris que les conduce a la frustración y a la soledad.
Recurre a procedimientos de la novela contemporánea, principalmente a Faulkner:
ruptura de la linealidad temporal o cambio del punto de vista. Entre sus obras:
El pozo, La vida breve, Los adioses.
Ernesto
Sábato, influenciado por el existencialismo y el psicoanálisis, rechaza el positivismo científico (la
bomba atómica). Indaga en el espíritu humano y cree que la novela puede
contribuir a desvelar la desesperanza del hombre, para así reconciliarlo con el
mundo y con su propia vida. Entre sus obras: El túnel, Sobre héroes y
tumbas, Ababdón el exterminador.
4.2.
Realismo mágico, lo real maravilloso, realismo fantástico.
La novela de la segunda mitad
del siglo rompe con el realismo tradicional pero mantiene una trama verosímil,
aunque introduce elementos fantásticos y míticos. Según Alejo Carpentier la
realidad americana (exuberante naturaleza, pueblos indígenas o negros de origen
africano) no puede ser racionalizada por una mentalidad occidental. Se busca
una identidad propia diferente al pasado colonial y se identifican con una
realidad mágica diferente a la exhausta realidad europea, que de alguna forma
se revela como el paraíso perdido de los occidentales. Se ofrece una visión de
lo mítico y ancestral americano no como evasión, sino como una faceta más de su
realidad. Los mitos, aceptados por la colectividad, operan en la vida
cotidiana. Esta concepción maravillosa de América ya estaba en las crónicas de
los conquistadores españoles, que
miraron maravillados el insólito mundo al que llegaron.
Miguel Ángel
Asturias combina en sus obras la América maravillosa, la denuncia social
y las formas literarias vanguardistas. Entre su obras: Leyendas de Guatemala, El
Señor Presidente (novela de dictador) y
Hombres de maíz (inserta el realismo mágico).
Alejo Carpentier expone en el prólogo
de su novela El reino de este mundo su idea de lo real maravilloso, de la
que es ejemplo la propia novela. En Los
pasos perdidos contrapone la civilización contemporánea al mundo primitivo
americano, que aparece como paraíso perdido. También escribió una novela de
dictador, El recurso del método, y
una novela histórica, El siglo de las
luces, y cuentos y relatos cortos. Su novela más ambiciosa es La consagración de la primavera.
Julio
Cortázar es, sin duda, el gran renovador de la narrativa hispanoamericana. Incorpora en su
obra el elemento maravilloso, pero la influencia de la cultura francesa hizo
que considerara que el elemento telúrico y la vuelta a los orígenes de cierta
literatura latinoamericana eran artística e ideológicamente negativos. Su
realismo fantástico es deudor de la vanguardia, principalmente del Surrealismo,
y de la propia tradición americana. El realismo en su obra consiste en relatar de
forma objetiva lo anómalo y lo fantástico, de tal forma que lo insólito resulte
creíble, con lo que cuestiona los pilares de una sociedad erigida sobre la fe
absoluta en la razón. Ello se advierte en sus cuentos, recogidos en diferentes
volúmenes: Bestiario, Final de juego, Las
armas secretas o Historias de
cronopios y famas. Su novela más famosa, Rayuela, muestra innovaciones técnicas fundamentales como el
collage narrativo, metáfora literaria de la fragmentación del mundo. Estas
innovaciones también aparecerán en El
libro de Manuel, que además hace patente su compromiso social.
Augusto Roa Bastos tomará como punto de
partida de sus obras Paraguay y la cultura guaraní, que trascienden el
localismo y se convierten en una meditación social, política, estética y
metafísica. Entre sus obras: Hijo de
hombre, Guerra del Chaco y Yo el
Supremo, una novela de dictador y la más importante de su producción.
Juan Rulfo representa con su breve obra
la culminación de la novela de la Revolución mexicana. El llano en llamas es un libro de dieciséis cuentos con los que
supera el realismo tradicional incorporando técnicas novedosas como el monólogo
interior o la ruptura de la linealidad temporal. Nos muestra un mundo cerrado y
hostil (Jalisco) que da lugar a una honda meditación sobre temas universales
como la soledad, la violencia y el dolor. Su obra maestra es una novela corta, Pedro Páramo, con la que da un giro al
realismo mágico: lo real no es menos mágico, lo fantástico no puede
diferenciarse de lo cotidiano, pero la América mítica y ancestral (el México
heredado de la cultura azteca y su culto a la muerte) no es paradisíaca sino
infernal. También escribió algunos guiones cinematográficos.
4.4. Novela hispanoamericana desde 1960.
A partir de los años 60 hay
una difusión internacional de la novela hispanoamericana, por lo que se habló
de boom de la novela y de nueva novela hispanoamericana, aunque la renovación
partía de autores de décadas anteriores (Borges, Onetti, Carpentier, Cortázar),
algunos de los cuales habían marchado al exilio y tuvieron acceso al mundo
editorial europeo. Influyeron en la literatura mundial, principalmente en la
española, cuyo papel fue decisivo para la renovación de la novela.
Los autores que
habían publicado tiempo atrás escriben sus obras más características: Rayuela, El siglo de las luces… Junto a
ellos, aparecen nuevos novelistas que incorporan en sus obras innovaciones
técnicas de la literatura universal del siglo XX, la tradición narrativa
hispanoamericana anterior y son deudores de la novela española clásica,
especialmente Cervantes, lo libros de caballerías y los autores clásicos
barrocos.
G. García Márquez (Colombia) Desde los
años 50 compagina su labor periodística
con la escritura de cuentos y novelas cortas, como La hojarasca, en la que funde lo real con lo imaginario y aparece
ya Macondo, ese lugar imaginario que volverá a surgir en otros relatos como El coronel no tienen quien le escriba o Mala hora, y que se ha interpretado como
símbolo de América Latina. El ambiente, los personajes, los temas y la técnica
de estos primeros libros se reúnen en Cien
años de soledad, novela que se centra en los temas del tiempo y la soledad,
producto del ensimismamiento, la incomunicación y la falta de amor. La técnica
de la novela se basa en la metamorfosis de lo común en algo extraordinario o al
revés con total naturalidad. Otras novelas: El
otoño del patriarca (novela de dictador), Crónica de una muerte anunciada, El amor en los tiempos del
cólera.
Carlos
Fuentes (México) es heredero de la novela de la Revolución mexicana. El
tema principal de su obra es la identidad mexicana, pero como escritor
cosmopolita nos ofrece una visión distanciada y crítica de México y de América
Latina. En su novela La región más
transparente experimenta con nuevas técnicas narrativas, pero será La muerte de Artemio Cruz el hito en la
renovación novelística. Otras novelas: Zona
sagrada, Cambio de piel.
Mario Vargas Llosa (Perú). Su obra La ciudad y los perros es la novela
inaugural del boom. No incorpora en sus obras elementos fantásticos o
maravillosos y se caracteriza por su gran capacidad de fabulación, el
virtuosismo narrativo, la inclusión de elementos autobiográficos y el realismo
crítico en obras como La casa verde o
Pantaleón y las visitadoras. En La guerra del fin del mundo abandona sus
simpatías izquierdistas de los años 60 y desconfía de las ideologías
progresistas, tono antirrevolucionario que se acentuará en La fiesta del chivo o Historia
de Mayta.
No hay espacio ni tiempo para abarcar toda la narrativa
hispanoamericana de los últimos 60 años, pero hay que mencionar nombres
imprescindibles como Mario Benedetti, Álvaro Mutis, Roberto Bolaño o Cabrera
Infante.
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