Los años cuarenta fueron la década más dura de la
posguerra y coinciden con la Segunda Guerra Mundial, en la que España se
mantuvo neutral. Es un período en el que se prohibió el derecho de reunión y
asociación y el uso de cualquier lengua que no fuera el castellano en la vida
oficial. La cultura sufre un
paréntesis tras la guerra debido a la censura que impedía la recepción general
del pensamiento extranjero y que encorsetó la evolución del propio. Se promueve
en este ambiente otro tipo de “cultura” basada en las novelas rosas, los tebeos
y las canciones populares
Durante la guerra se
desarrolló un teatro revolucionario, de urgencia y compromiso. Algunos
autores fueron Alberti y Max Aub.
Por otro lado, en la zona nacional, fue menos importante ya que el teatro que
sustentaba su ideología ya estaba inventado: teatro burgués.
Tras la contienda, el panorama teatral resultará muy
pobre. Les perjudicaron las circunstancias: condicionamientos comerciales e
ideológicos, debidos a la censura y a la autocensura ( Ley de Unidad Sindical
promulgada en 1940, que prohibió trabajar en el teatro a los no sindicados.)
Por eso, tras la guerra,
prosperaron, de una parte, los “autores
de diversión” intrascendente
o conformista, con obras cómicas y evasivas; y de otra, los autores “serios”, que se abrirán
difícilmente camino en el teatro comercial. Algunos tendrán salida en los
teatros de ensayo o en las representaciones de “teatro independiente”; muchos
de ellos no podrán publicar sus obras. Así, junto a un teatro “visible”, que accede a los escenarios, se
habló de un “teatro soterrado”, que intentaba responder a nuevas
exigencias sociales o estéticas, y que apenas logró mostrarse.
DÉCADA DE LOS 40 Y PARTE DE LOS AÑOS 50.
La Guerra Civil supuso un
corte para el teatro: algunos dramaturgos han muerto (Lorca o Valle Inclán);
otros, sufren el exilio (Casona, Alberti o Max Aub); de “escaso interés” es lo
que producen viejos maestros (Benavente, Arniches). La escena se ve privada de
sus figuras más renovadoras. Abundan comedias extranjeras, normalmente de
diversión, para la . El cine triunfa, ahondando la crisis teatral.
En la producción más
atendible de los autores españoles de los años 40 y principios de los 50, hay
cuatro líneas fundamentales:
LA ALTA COMEDIA O COMEDIA
DE EVASIÓN
Está en la línea del teatro
benaventino de principios de siglo. Es lo que se llamó el teatro de “la
continuidad sin ruptura”. Entre sus cultivadores encontramos a José María Pemán (El divino
impaciente ), Igancio Luca
de Tena, Claudio de la
Torre, Edgar Neville (El baile)o
Joaquín Calvo Sotelo (La muralla).
Gozó del favor del público y
de los empresarios teatrales. Se desarrolla en espacios lujosos donde
personajes pertenecientes a la burguesía viven conflictos personales
relacionados con la soltería, el adulterio, la nostalgia del pasado, el choque
generacional o la crisis de los valores tradicionales. La resolución de tales
conflictos, suele desembocar en un final feliz moralmente ejemplar. Se eluden
los conflictos sociales o políticos y tan sólo se realiza una moderada crítica
social. Se trata de un teatro caracterizado por el predominio de las comedias
de salón o los dramas de tesis y la preocupación por la obra “bien hecha”, con
diálogo cuidado y perfecta construcción dramática. Jacinto Benavente continuó
publicando y estrenando obras como Lo
increíble (1940).
TEATRO ANTIRREALISTA
Alejandro Casona. Su producción se instala en una línea antirrealista,poética
y con una finalidad didáctica. Será una constante en su obra el juego de
realidad y fantasía. Sus personajes viven a menudo situaciones irreales en las
que los conflictos humanos se desnudan y al final de la trama han aprendido una
lección moral que suele resumirse en aceptar la realidad tal y como es. Entre
sus obras: La sirena
varada, Prohibido suicidarse en primavera, Los árboles mueren de pie, La dama
del alba.
EL TEATRO CÓMICO
Junto a la comedia burguesa,
en la línea de la comedia de evasión, destacan las figuras de Jardiel Poncela y
Miguel Mihura cuyo teatro del humor representó el mejor intento de renovación y
superación del género.
Jardiel Poncela, desde antes de la guerra, había
propuesto “renovar la risa” introduciendo lo inverosímil y apartándose todo lo
posible de las convenciones vigentes. Escribe obras con muchas acotaciones y
con una gran número de personajes. Busca el humor verbal y de situación e
introduce lo mágico, lo fantástico y la intriga en sus obras. Su teatro no
tenía intención crítica y la burguesía vio confirmados los valores de su clase
en sus obras. Su compromiso era contra las costumbres opresivas y las
relaciones sentimentales románticas, contra el lenguaje trasnochado y los
tópicos que invadían la vida cotidiana. Entre sus obras: Los ladrones somos gente honrada y Eloísa está debajo de un
almendro.
Miguel Mihura no triunfó en su momento y su obra más
conocida es Tres sombreros
de copa, que fue estrenada en 1952, veinte años después de su creación.
Mihura ha confesado que todo su teatro responde a una misma línea: “la de
ocultar mi pesimismo, mi melancolía, mi desencanto por todo, bajo un disfraz
burlesco”. Es cierto que, junto a comedias que son puros pasatiempos, hay otras
en las que late la idea que constituye la base de su concepción del teatro: el
choque entre individuo y sociedad, contra un mundo de convenciones que impiden
al hombre ser feliz.
Ambos autores presentan
facetas que se han considerado precedentes del teatro del absurdo, al menos
por la introducción de un humor disparatado y poético.
EL DRAMA SOCIAL
En una línea muy distinta,
aparece un teatro inconformista, que se inserta, al principio, en una corriente existencial, aunque
se perciban una raíces sociales concretas, aun cuando los autores no tuvieran,
o no pudieran mostrarla, una intención social patente. Dos fechas resultan
claves: 1949, con el insólito estreno de Historia
de una escalera deBuero
Vallejo, y 1953 en que un teatro universitario presenta Escuadra hacia la muerte de Alfonso
Sastre. La primera, supuso una crítica a la sociedad del momento : retrata
la clase media de los años cuarenta con referencias a las injusticias del
momento. Los personajes son más profundos psicológicamente y los espacios
escénicos más complejos. Para Alfonso Sastre, el teatro tiene una función más
social que artística y por ello usa las obras como medio de reflexión y como
vehículo de transformación social. Escuadra
hacia la muerte marca un hito
en el teatro de posguerra por su hondura existencial.
EL TEATRO REALISTA Y DE DENUNCIA SOCIAL: DÉCADA DE LOS 50
Y 60.
Durante los años cincuenta España experimenta una etapa de
apertura al exterior: se permite cierto pluralismo interno, se suavizan las
relaciones diplomáticas con las potencias occidentales, se permite la entrada
en la ONU a España en 1955 y se da un cambio en la política económica que
favorece el crecimiento de la renta nacional. Una activa clase media de
profesionales, comerciantes y funcionarios desarrollaron poco a poco la
economía del país. La marcha a Europa de una enorme masa de trabajadores
produjo envíos de dinero que, unidos al incremento paulatino del turismo en
nuestro país, harían posible el progreso que se daría durante los años sesenta.
Desde la publicación de Historia de una escalera el teatro español encuentra un nuevo
rumbo. El año 1955 marca un hito: aparece el teatro
social Junto al público
burgués ha aparecido un público nuevo (juvenil y sobre todo universitario) que
demanda otro teatro. Además, la censura se relaja y tolera algunos enfoques críticos.
Los pioneros vuelven a ser Buero Vallejo y Alfonso
Sastre.
Buero Vallejo, en esta segunda época, se centra en el
enfoque social, pero sin desatender al individuo concreto y su valor moral.
Destacan sus obras Un soñador
para un pueblo, Las meninas, El concierto de San Ovidio o El sueño de la razón y su obra más compleja y lograda, El tragaluz, en la que dramatiza las consecuencias
de la Guerra Civil.
Alfonso Sastre, además, es su principal teorizador: en Drama y sociedad, expone
su tesis: el arte es una representación reveladora de la realidad, lo social es
una característica superior a lo artístico y la principal misión del arte en el
mundo injusto en el que vivimos consiste en transformarlo. En 1950 había
intentado fundar un “Teatro de Agitación Social” (prohibido) y en el 61 crearía
el “Grupo de Teatro Realista”. Como autor, tras su etapa existencial, ponía en
práctica su ideas en obras como Muerte
en el barrio, La
cornada, La mordaza.
Tras Buero y Sastre
aparecerán autores nacidos nacidos en torno a 1925 y que son coétaneos a la Generación
de medio siglo: Rodríguez
Méndez (Los inocentes de
la Moncloa), Carlos Muñiz (El tintero), Martín Recuerda (Los salvajes en Puente San Gil)
y Lauro Olmo (La camisa).
Son obras cuya temática es
característica del teatro social y abordan problemas muy concretos: la
burocracia deshumanizada y la esclavitud del trabajador, las angustias de unos
jóvenes opositores, la situación de los obreros que se ven forzados a emigrar o
a soñar con las quinielas (La camisa), la
brutalidad de unos aldeanos instigados por fuerzas retrógadas... Lo común es el
tema de la injusticia social y la alienación, y la actitud del autor será de
testimonio o de protesta (con las limitaciones de la censura). En cuanto a la
estética y la técnica, todas se inscriben en el realismo aunque con diversos
matices: por ejemplo, Lauro Olmo se apoya a veces en recursos y lenguaje del
sainete, o Martín Recuerda en rasgos esperpénticos.
Tanto por su temática como
por su actitud estos autores representan el intento de crear al margen de los
espectáculos de “consumo” un teatro comprometido con los problemas de la España
en que vivían. Tuvieron problemas para difundir sus obras, como es lógico.
Como contraste, hubo un
teatro que triunfó: en los años sesenta continuaba teniendo éxito la comedia burguesa en la obra de Alfonso Paso, aunque su
producción es muy variada: obras poético-humorísticas como Vamos a contar mentiras
LOS AÑOS 70 Y LA BÚSQUEDA DE NUEVAS FORMAS.
Durante la década de los sesenta se produjo un importantísimo
crecimiento económico que poco a poco fue modificando la sociedad española. El
gobierno se siente tan fuerte que amplía su nivel de tolerancia respecto a las
libertades y a las manifestaciones de la oposición. Los principales motores del
crecimiento económico y de la paulatina modernización del país fueron el
turismo y las inversiones extranjeras. En la segunda mitad de esta década surge
el terrorismo como nueva fuerza de oposición al régimen.
A
la muerte de Franco (20 de noviembre de 1975), se restaura la monarquía con
Juan Carlos I y se promulga la Constitución y el Estado de las Autonomías en
1978. La mejora y consolidación del estado del bienestar ayuda a la
estabilización del país (aunque de los últimos años mejor no hablamos...). La desaparición
de la censura y el ambiente de libertad en el que comenzó a desarrollarse la
cultura española permitió un mejor conocimiento de la literatura española en
Europa y de la literatura occidental en España, así como la recuperación de la
obra de los escritores exiliados.
Hacia muy avanzada la década
de los 60 , pero fundamentalmente ya en los años 70, un grupo de dramaturgos se
lanzan a la renovación de la expresión dramática. Se supera el realismo y se
asimilan corrientes experimentales del teatro extranjero (el teatro del
absurdo, Brecht, Artaud...). Comienza a desarrollarse un teatro de carácter experimental y vanguardista,
que ha recibido diversas denominaciones: subterráneo, marginado,
inconformista... Entre sus representantes, de muy distinta formación y edades,
hay que destacar a Fernando
Arrabal, quien inició su carrera mucho antes, o Francisco Nieva, que alcanzará
notables éxitos a partir de 1975.
Tuvieron mayores dificultades
incluso que los representantes del realismo social: su teatro era igual o más
crítico que el de aquellos, lo que provocó problemas con la censura, y su
audacia formal los alejó de los escenarios convencionales y del público
mayoritario, convirtiéndose en una nueva corriente de teatro soterrado.
Características: no tuvieron conciencia de grupo, pretendieron ofrecer una
visión crítica de aspectos sociales y
políticos, como la falta de libertad, la injusticia y la alienación, pero la
novedad estriba en el tratamiento dramático: se desecha el enfoque realista y,
en la mayor parte de los casos, se sirvieron de procedimientos alegóricos,
simbólicos y connotativos ( para dar una dimensión universal a sus personajes:
el dictador, el explotador, el oprimido...), muchas veces crípticos y de
difícil interpretación; se utiliza un tono poético o ceremonial; se recurre a
la farsa, lo grotesco, el esperpento, lo onírico, reforzado por la
escenografía; tienen influencias, según los casos, de Brecht, Grotowski, del
surrealismo, del expresionismo, del teatro del absurdo y de una tradición española
que va del entremés y de los autos sacramentales hasta el esperpento, la
tragedia grotesca, el género chico y la revista...
Francisco Nieva. Clasificó su teatro en:
—teatro de farsa
y calamidad: al que pertenecen obras más poéticas y de contenido metafísico: Maldita sean Coronada y sus hijas,
El corazón acelerado....
—teatro furioso:
cuestiona el autoritarismo y las instituciones tradicionales españolas: Nosferatu, Pelo de
tormenta...
Practica la subversión de los
espacios tradicionales, la supresión de la psicología de los personajes y la
renuncia a incluir contenidos ideológicos.
Fernando Arrabal. Es un autor con una actitud provocadora
desde la que lanza un reto a la sociedad y a los moldes occidentales de
comportamiento, atacando tabúes arraigados. Hace su teatro al margen de la
sociedad, por su radical rechazo de la misma y desde una etética del absurdo y
surrealista. Podemos clasificar su teatro en:
—teatro del
exilio: Destaca: El
cementerio de automóviles, representada
en Madrid en 1977 y que decepcionó a un público que no fue capaz de leer en
ella la metáfora del franquismo.
—teatro pánico:
caracterizado por la búsqueda formal (espacial y gestual) y por el uso
surrealista del lenguaje. Podemos destacar ¿Se
ha vuelto loco Dios?
—teatro del “yo”
en el mundo, en el que reflexiona sobre el compromiso del escritor en la
sociedad. Destacaremos Oye,
patria, mi aflicción.
Los dramaturgos que al
terminar la guerra se habían exiliado como Max Aub, Rafael Alberti, León
Felipe... permanecieron, con algunas excepciones, alejados de nuestros
escenarios.
En esta renovación teatral
desempeñaron un importante papel los
grupos de teatro independiente sin
cuya labor sería inexplicable la renovación teatral, como Els Comediants, Els
Joglars, La Cuadra, La Fura Dels Baus etc., que experimentaron con nuevas
formas, creando textos propios, en montajes colectivos y fuera de los circuitos comerciales. En
grandes ciudades como Madrid o Barcelona, comienzan a realizar una importante labor
las salas de teatro
alternativo, de aforo reducido y de precio más asequible, que generalmente
ofrecen un teatro de vanguardia dirigido a un público formado y con inquietudes
culturales.
A partir de 1975 el teatro,
se vio favorecido por la desaparición de la censura, las subvenciones de las
Admministraciones, el establecimiento de un Centro de Documentación Teatral y
de un Centro Nacional de Nuevas Tendencias Escénicas...; pero el florecimiento
del teatro no se produjo, porque las obras estrenadas en este período ofrecen
un interés limitado y como consecuencia el público, que además tiene cubiertas
sus necesidades de diversión con el cine y otras formas de comunicación, se
siente cada vez menos atraído por este género.
Tras unos años de dominio
experimental en la escena teatral, se advierte una vuelta a la estética
realista con una vuelta al interés por
los problemas de la vida cotidiana. Por una parte, se emplean elementos de la
tradición como el lenguaje del sainete; por otra, se da una moderada renovación
formal. Los nuevos dramaturgos se inclinan más por el género de la comedia o el
drama. Las obras transmiten un desencanto vital, reflejo de una generación que
va viendo caer sus utopías.
De los autores que iniciaron
su carrera en décadas precedentes, Antonio
Buero Vallejo (Jueces en
la noche, Las trampas del azar) yAntonio
Gala han mantenido una
presencia continuada en los escenarios. Antonio
Gala es un autor difícil de
clasificar. Sus primeros estrenos se remontan a los años 60; desvinculado del
teatro comercial de la época y del drama social de su generación, cultiva el
realismo poético, la farsa histórica, el drama simbólico-moral... La acogida de
su obra ha sido irregular, pero con una progresiva aceptación desde los años
setenta. En 1963 se representa Los
verdes campos del Edén, obra de humor y ternura. En 1980 estrena Petra regalada.
Mejor acogida que obras del
teatro experimental han tenido las obras de otros dramaturgos de la vieja
guardia: Valle Inclán, Lorca, y en menor medida M.Mihura, Jardiel Poncela y
Alejandro Casona.
Sigue proliferando un teatro
de evasión, humorístico, de corte folletinesco o moralizador y de crítica
amable y superficial. Entre los más favorecidos han estado Ana Diosdado y Juan
José Alonso Millán (Revistas del corazón).
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