miércoles, 28 de mayo de 2014

GUÍA DE LECTURA: EL SÍ DE LAS NIÑAS

LECTURA CORRESPONDIENTE AL SIGLO XVIII

EL  SÍ DE LAS  NIÑAS

Autor y fechas

Esta obra de Leandro Fernández de Moratín se estrenó el 24 de enero de 1806 en el Teatro de la Cruz. El éxito fue enorme; el mayor alcanzado hasta ese momento por el escritor. Pero la obra fue compuesta años antes y se sabe que para 1801 la obra ya estaba redactada, ya que en esa fecha fue leída a un grupo de amigos.
La obra la estudiamos en el siglo XVIII por ser el ejemplo más representativo de comedia neoclásica española.
El autor destaca como dramaturgo (El viejo y la niña, El barón, La mojigata, El sí de las niñas y La comedia nueva o el café), poeta, prosista y traductor.

Tema. Argumento. Estructura.

El tema de El sí de las niñas responde a un problema frecuente en la época, el de los matrimonios desiguales en edad, unido a una equivocada educación de la mujer.
En esta obra una muchacha joven se ve obligada a casarse con un hombre de bastante más edad, por la coacción de su madre, viuda y en mala situación económica, y que no cuenta con los sentimientos de su hija. Paquita está enamorada de don Carlos, que resulta ser sobrino de don Diego. Éste posibilita el final feliz y todos los personajes ven colmados sus deseos: amor para los enamorados, bienestar económico para Doña Irene y vejez con compañía para don Diego.
La obra consta de tres actos, que suponen la presentación del problema, la complicación del enredo, y el desenlace, con una distribución equilibrada de los clímax.
Personajes.
Como en todas las comedias de Moratín, y de acuerdo con la preceptiva, intervienen pocos personajes, concretamente siete. Todos los personajes pertenecen al mundo real y contemporáneo de Moratín y poseen rasgos humanos que los hacen verosímiles.
Los personajes masculinos son dignos de elogio: es difícil decidir cuál de los dos lo sea más. Tío y sobrino se mueven empujados por el impulso de la bondad y la buena fe. Es además la generosidad de don Diego la que marca el feliz desenlace. Quizás Moratín se esté desdoblando en los dos personajes, como veremos más abajo.
Don Diego es el verdadero protagonista y en sus manos están las riendas del desarrollo de la acción. Es un hombre culto e ilustrado, en el que prevalece la razón sobre el sentimiento, aunque no carece de éste.
A don Carlos se le presenta como prototipo de galán ilustrado: buen militar, valiente en la guerra, leal a la patria, y, además, con formación científica, sabe y enseña matemáticas, y , aun estando enamorado, sabe controlar la pasión.
No son tan positivos los personajes femeninos. Doña Irene es presentada de forma completamente negativa, marcada por la ironía y el sarcasmo con que la presenta el autor, con lo que queda completamente censurada. Con la presentación negativa de este personaje se evidencia, sobre todo, la condena a los métodos educativos de la época.
Ésta resulta ser el personaje más cómico de la obra, mucho más que los criados, en quienes recaía este papel en la comedia del Siglo de Oro. Doña Irene aparece ridiculizada. 
Doña Francisca es un  personaje común de su época: la hija de familia, educada en las monjas, que se supone que no conoce el mundo ni el amor, pero mantiene un romance y lee a hurtadillas novelas de amor. Aunque presentada más positivamente y con simpatía por Moratín, también será censurada por su obediencia ciega y disimulación.
Los criados están representados por Rita, amiga y confidente de Paquita, que se manifiesta como simpática, Calamocha, asistente de don Carlos, joven y chistoso, y que contrasta con la seriedad de Simón, criado y consejero de don Diego.
Además aparecen mencionados otros personajes, familiares y conocidos, que aportan humanidad y verosimilitud al mundo de los personajes.

Autobiografismo y literatura.

El argumento de la obra hace pensar en la vida del autor y, concretamente, en sus relaciones con Francisca Muñoz. Así lo han apuntado algunos críticos que veían a Moratín detrás del personaje de don Diego. Sin embargo, la obra se escribe antes de que su historia de amor acabe. El escritor conoce a Paquita Muñoz en 1798; él tenía treinta y ocho años y ella era bastante más joven que él. El idilio no acabó en casamiento y en 1807 Paquita se casa con otro. Pero la relación amistosa siguió hasta el final de sus días. Algunos críticos piensan que Moratín no se decidió a abandonar su soltería y que quizás fue ella la que estuvo realmente enamorada de él.
También se habla de otra mujer, Sabina Conti, a la que Moratín amó en su juventud. Ésta  le rechazó para casarse con su tío, Juan Bautista Conti, de mucha más edad que ella. En este caso el autor se identificaría con don Carlos, el sobrino.
Probablemente estas historias biográficas expliquen, por lo menos en parte, la insistencia argumental del autor en las bodas de desigual edad. Este es el tema tratado en El tutor,El viejo y la niña y El sí de las niñas.
Pero deben tenerse en cuenta también las numerosas fuentes literarias donde este tema aparece y que el autor seguro que conoció, como por ejemplo Entre bobos anda el juego de Rojas Zorrilla, L’école des mères de Marivaux o La escuela de los maridos de Moliere, que el propio Moratín tradujo y adaptó.
Neoclasicismo 
La comedia se ajusta rigurosamente a la preceptiva neoclásica, tanto desde el punto de vista formal como de contenido.
Las tres unidades clásicas son respetadas de manera estricta.
En cuanto al tiempo, los sucesos abarcan un periodo de diez horas: la acción comienza a las siete de la tarde y termina a las cinco de la mañana siguiente. La luz juega un papel simbólico en el desarrollo de la comedia, que comienza con el paulatino oscurecimiento del día -y del enredo-, y termina con la luz del amanecer, que simboliza el triunfo de la razón y del sentido común.
La unidad de lugar se resuelve de una forma natural, sin forzar la trama y con verosimilitud, ya que el autor elige como lugar de reunión uno que lo era en la vida cotidiana: la sala de una posada, que por sí misma es un lugar de paso, lo que permite la confluencia verosímil de los diferentes personajes.
La unidad de acción viene dada por un único problema que resolver: el futuro matrimonio de Paquita, enamorada de don Carlos, y coaccionada por su madre a casarse con don Diego. El escaso número de personajes facilita la unidad de acción, además los criados no son protagonistas de una acción paralela, como sí ocurría en el Siglo de Oro, sino que están en función de la principal.  
La obra es también neoclásica por el sentido docente, el afán didáctico, que  encontramos en el texto explícitamente, especialmente en palabras de don Diego, y en la interpretación última del libro.
El escritor había explicado así su concepto de comedia: “imitación en diálogo de un suceso ocurrido en un lugar y en pocas horas entre personas particulares por medio del cual y de la oportuna expresión de afectos y caracteres, resultan puestos en ridículo los vicios y errores comunes en la sociedad, y recomendadas por consiguiente la verdad y la virtud”.
Estilo.
La obra está escrita en prosa, como La comedia nueva. El estilo también se ajusta a los postulados neoclásicos. El deseo de naturalidad se manifiesta en el lenguaje llano y en los giros coloquiales, sobre todo en boca de doña Irene, que utiliza expresiones muy castizas. Los frecuentes puntos suspensivos acentúan la naturalidad.
Crítica social y alcance moral.
Como indicábamos arriba, el afán neoclásico de reforma alienta toda la obra y aparece expreso en unas palabras de Don Diego, en el acto tercero, que resumen la enseñanza de la comedia: “Ve aquí los frutos de la educación. Esto es lo que se llama criar bien a una niña: enseñarla a que desmienta y oculte las pasiones más inocentes con una pérfida disimulación...y se llama excelente educación la que inspira en ellas el temor, la astucia y el silencio de un esclavo”.
Moratín censura la educación de las mujeres de su tiempo y la opresión y el abuso de autoridad a que ellas se ven sometidas, y defiende su libertad. Por ello podemos decir que es un teatro de carácter social, circunscrito a una época determinada.
Se condenan los métodos educativos de la época. Esto se consigue fundamentalmente con la presentación completamente negativa de la figura de doña Irene, en la que la ironía y el sarcasmo alcanzan una gran carga de censura.
Pero además, la obra también tiene una dimensión moral de enorme y permanente eficacia didáctica. Moratín para solucionar el problema de la trama elige la generosidad. El escritor quiere que en la vida de la literatura sus personajes sean felices, quizás porque en la vida real él no lo logró y acabe sus días en soledad y tristeza. Don Diego, Moratín literario, alcanza la grandeza de la renuncia y de la generosidad. Ésta es la gran lección de la obra. Una lección no ya neoclásica, sino de todo tiempo. La obra, que comienza planteando un problema social, el problema de la educación de las jóvenes, alcanza al final una dimensión moral definitiva.
Romanticismo de la obra.
Es innegable que en la obra se da el triunfo del sentimiento y por ello algunos críticos la han calificado como “nuestra primera obra romántica”. Esta es la gran sorpresa y la gran paradoja de la comedia: El máximo logro de la estética neoclásica, es también, al presentar el triunfo del sentimiento sobre la autoridad, una creación romántica o prerromántica. Es un anuncio del sentimentalismo romántico, un reconocimiento de los derechos del amor y de la juventud.
Otros críticos, sin embargo, afirman que lo que triunfa en la obra es la razón, ya que don Diego da la solución más racional al conflicto.
Podríamos decir, aunando distintas opiniones, que triunfa la razón del sentimiento, las razones del corazón. El Romanticismo ya está cerca.
















   

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