martes, 27 de mayo de 2014

TEMA 3: LA SEGUNDA MITAD DEL SIGLO XIX: REALISMO Y NATURALISMO.



A partir de 1850 se observa en toda Europa un alejamiento paulatino de las formas de vida y de la mentalidad dominantes en la época romántica.
En lo social, la burguesía se consolida como clase y deriva hacia posiciones más conservadoras, mientras que las masas obreras luchan por mejorar sus duras condiciones de vida y empiezan a prender las doctrinas revolucionarias: marxismo, comunismo y anarquismo. El positivismo (VS idealismo romántico) es la filosofía característica del momento: sólo admite como verdadero lo descubierto mediante la observación rigurosa y la experimentación. Las aportaciones más importantes de la ciencia son el método experimental (Bernardl), las teorías sobre la herencia biológica (Mendel) y el evolucionismo (Darwin).
En España tendrá gran importancia el krausismo, que defendía una religiosidad compatible con la razón y una ética basada en la tolerancia y la convivencia. Fundarán la Institución Libre de Enseñanza.
La literatura se hará eco de las circunstancias sociales y las doctrinas filosóficas, políticas y científicas, de ahí que el novelista se proponga una observación rigurosa de la realidad, a imitación de lo científico; la Sociología y la Psicología influirán a la hora de reflejar ambientes o analizar personajes; y el método experimental, el evolucionismo y las teorías sobre la herencia estarán en la base del Naturalismo. A diferencia del Romanticismo, no se huye de la realidad sino que se la retrata, con mayor o menor dureza, a veces con el propósito de transformarla.
España, como ya apuntamos en la introducción del bloque anterior, se ve acuciada por graves problemas sociales y fuertes tensiones ideológicas: el desarrollo de la industria y de la economía, así como el auge de la burguesía, fueron más tardíos que en el resto de Europa y los sectores tradicionalistas seguirán conservando mucho poder (nobleza y clero); frente a ellos, las masas obreras comienzan a organizarse; la burguesía liberal estaba dividida en conservadores y progresistas; y a la izquierda de éstos, aparecen demócratas y republicanos, aparte de los movimientos revolucionarios. De ahí los vaivenes políticos: política moderada hasta el el 68, momento en que La Gloriosa destrona a Isabel II y abre una época progresista; la Restauración borbónica (1875) llega con Alfonso XII, cierra esta etapa e implanta un sistema de “partidos turnantes” (progresistas y conservadores) que tampoco resolverá los problemas básicos del país, que cerrará el siglo con el Desastre del 98. La cultura se hace eco de estas luchas entre tradicionalismo y progresismo dando lugar a lo que se conoció como “las dos Españas”.
Géneros literarios de la segunda mitad de siglo.
1. NOVELA
A mediados del siglo XIX predominan los principios artísticos del Realismo, movimiento cultural de la clase burguesa que surge como resultado de la depuración de los elementos románticos más idealistas que encuentran su mejor cauce de expresión en la novela.
En la NOVELA REALISTA española influyeron la tradición de obras de base realista del Siglo de Oro (picaresca, Cervantes) y el costumbrismo, pero abandonaron lo pintoresco del costumbrismo más tradicional, centraron su mirada en Larra y quisieron ser la expresión total de la sociedad. De la literatura europea bebieron de los grandes autores franceses (Flaubert, Zola, Balzac y Stendhal), ingleses (Dickens) y rusos (Dostoievski y Tolstoi).
En España la nueva etapa áurea de la novela arranca con la publicación en 1870 de “La Fontana de Oro” de Galdós.
El novelista lleva a cabo una observación rigurosa que se traduce en una descripción objetiva y minuciosa de la realidad (personajes, objetos, ambientes y paisaje), para lo cual se documenta sobre el terreno tomando apuntes o recurre a libros en los que encontrar la exactitud ambiental o psicológica.
Dado que la ubicación próxima de los hechos se convierte en requisito indispensable, la sociedad española contemporánea será el tema por excelencia.
A pesar de que se ocupe de la problemática burguesa y defienda su sistema de valores, abundan las críticas desde el propio seno de la misma, fundamentalmente contra aquella parte de la burguesía que se fue desnaturalizando y quiso ser como la nobleza o la aristocracia.
El interés se centra en la vida urbana, representada por Madrid, que se caracteriza positivamente frente al mundo rural, sede del oscurantismo.
La novela realista nos muestra a un narrador omnisciente que se convierte en un cronista que conoce al dedillo todo lo ocurrido y sabe la vida y milagros de los personajes.
A éstos los conocemos a través de las palabras del narrador y sus descripciones (que condicionan por completo nuestra interpretación). Los protagonistas son tanto individuales como colectivos. Siempre hay cierto número de personajes redondos (con una psicología más o menos compleja que van evolucionando a lo largo del relato) y otros planos (caracterizados por un rasgo o muletilla). Los tipos sociales que aparecen son muchos (clero, funcionariado, clase política, empleados...), pero abunda la antítesis entre el conservador que se aferra a la tradición y rechaza el progreso y el positivista, el burgués progresista que aspira a reformar las estructuras sociales. Realmente la narrativa realista española prescindió de la clase obrera y sólo se hicieron referencias superficiales o excesivamente simplistas.
El lenguaje juega un papel fundamental. Hay dos estadios bien diferenciados: la voz del narrador (estilo más cuidado y culto, a veces incluso retórico, aunque participa muchas veces del estilo coloquial de sus personajes) y la voz de los personajes, que se convierte en elemento esencial de su caracterización y se adapta a cada uno de ellos, de ahí la amplia gama de idiolectos que van del tono más culto al más vulgar, pasando por las peculiaridades lingüísticas de cada región.
Los hechos siguen un orden cronológico, de ahí que la estructura narrativa sea lineal.
Todo ello hace que la verosimilitud impere en todas y cada una de estas novelas.
Todos estos rasgos alcanzan su máximo desarrollo en:
LA NOVELA NATURALISTA. El Naturalismo es una corriente literaria que se desarrolla en Francia impulsada por Zola y su obra “La novela experimental”: intenta aplicar a la novela los principios del método experimental y acercarla así a la ciencia. El novelista naturalista, como el realista, ha de observar minuciosamente y asumir los mil aspectos del mundo natural; pero, además, pasa a la experimentación: intenta formular las leyes que rigen la realidad para adquirir un conocimiento científico de los fenómenos. Zola intenta experimentar en el alma humana como el fisiológo sobre la materia con una finalidad práctica.
Por ello el novelista debe ser objetivo e impersonal, el narrador impasible (en la mayoría de los casos se quedó en teoría) y descripción detallada y exacta. La novela se convierte por ello en una crónica cotidiana y sus personajes son seres corrientes.
El determinismo es clave en estas novelas: el hombre está determinado por la sociedad (determinismo ambiental) y por la herencia biológica (determinismo biológico), y es producto de ambas factores.
El narrador naturalista no retrocede ante los aspectos más morbosos, sombríos y repugnantes de la sociedad, antes bien, profundiza en ellos ya que, si no se puede cambiar la herencia biológica, al menos sí se puede aspirar a cambiar las condiciones sociales en las que viven los hombres.
Le lengua literaria está en consonancia con esa imagen degrada de la realidad y se vuelve más bronca y cruda.
A fines de siglo el Naturalismo entra en crisis y se buscan otras salidas estéticas como el Impresionismo, el Simbolismo, el Espiritualismo o el Modernismo.
1.1. PRINCIPALES REPRESENTANTES DE LA NOVELA REALISTA Y NATURALISTA EN ESPAÑA.
A. Del Romanticismo a la novela realista.
Este proceso de transición está representado por autores como:
Pedro Antonio de Alarcón, cuya obra más importante es El sombrero de tres picos.
Jose María Pereda, que se acercó al Naturalismo con las minuciosas descripciones que hizo de la gente de la montaña en El sabor de la tierruca, aunque su concepción moral y religiosa de la vida están en las antípodas de Zola.
Juan Valera concibió la novela como un género libre en el que todo cabe. No huye de la realidad (aunque sí de los aspectos más desagradables o repulsivos de la existencia) pero la embellece y exalta, a pesar de su inclinación por las realidades más palpables como comidas o costumbres populares, y las descripciones psicólogicas de sus personajes, que captan con hondura la esencia de lo real. Sus obras van cargadas de intención ideológica pero nunca planteadas en los términos maniqueos de las novelas de tesis. Pepita Jiménez es su mejor obra.
Fernán Caballero ( Cecilia Böhl de Faber) publica en 1849 La gaviota, que constituye el primer intento de realismo en España, aunque aún predomine en ella lo más pintoresco del costumbrismo.
B. Los grandes escritores realistas.
LEOPOLDO ALAS CLARÍN
Fue un liberal aferrado al libre examen y al espíritu crítico reformardor. Las crisis religiosas marcaron su vida y se reflejaron en muchos de sus personajes; en esta lucha entre fe y razón terminó llevándole a una honda religiosidad, aunque no a un catolicismo ortodoxo, ya que lo que más repudió fue la intransigencia e intolerancia del dogma, de ahí su profundo anticlericalismo.
Como crítico literario fue muy poco indulgente. Su labor está relacionada con su ansia de reforma y educación. Destacan en su producción de artículos dos modalidades: la crítica satírica, en la que predomina el humor, la ironía, la censura y el sarcasmo (Solos y Palique); y la crítica expositiva, en la que realiza un examen elaborado y sugerente de una obra literaria(Ensayos y revistas).
En sus cuentos recrea las vidas de personajes humildes víctimas de la sociedad. Destacaremos Pipá y ¡Adiós cordera!
Como novelista se burla del Romanticismo en Su único hijo. En su obra cumbre, La Regenta, el autor pasa revista a toda la sociedad de su época a través de la historia central de Ana Ozores, que se inspira en Enma Bovary, cuyo perfil psicológico es extraordinario y rico en matices. La novela está cargada de crítica social y de un fuerte anticlericalismo: Vetusta nos muestra una sociedad en la que la revolución burguesa no se ha consolidado y se ha aliado con el antiguo régimen para esconder baja una máscara de modernidad los modos de vivir tradicionales. También hay que destacar el desarrollo del estilo indirecto libre.
BENITO PÉREZ GALDÓS.
Fue un escritor muy prolífico que pudo vivir de su pluma: 32 novelas, 42 Episodios Nacionales, 24 obras dramáticas, prólogos, artículos y cuentos. Sus muchos viajes por España le pusieron en contacto con la vida y los problemas de las gentes: no le gustaba lo que veía y decidió buscar la raíz de los males que acuciaban al país. Captó como nadie los cambios de la vida colectiva y personal, centrándose en la vida de Madrid. Se fue desengañando poco a poco de la clase media: de un “radicalismo” burgués inicial llegó a una crítica amarga del “quiero y no puedo” de las clases medias. En su trayectoria novelística podemos destacar:
a. Los Episodios nacionales, 46 relatos que reconstruyen la historia de España desde la batalla de Trafalgar hasta la Restauración borbónica, y con los que crea una nueva forma de novela histórica en la que ficción y realidad se funden para dar una imagen verosímil del país.
b. Novelas de la primera época, entre las que mencionaremos La Fontana de Oro, El audaz o La sombra.
c. Novelas de la intolerancia religiosa, centradas en la denuncia del clericalismo, como Doña Perfecta, Gloria y La familia de León Roch. De esta misma época es Marianela.
d. Novelas contemporáneas. En Misericordia da cabida al naturalismo europeo: el determinismo ambiental pesa a lo largo de todo el relato. Madrid aparece casi siempre como personaje colectivo. Esta tendencia continuará en Tormento, Miau o Tristana. La cumbre de este periodo es Fortunata y Jacinta.
e. Novelas de la última etapa, en la que predomina el espiritualismo y la pobreza como modo de vida, y en las que se aprecia la influencia de Tolstoi o Dostoievski: Misericordia y Nazarín.
C. La novela naturalista.
Está representada por autores como Emilia Pardo Bazán, que ensayó el naturalismo pleno en Los pazos de Ulloa, y Blasco Ibáñez, de cuya producción destacaremos Cañas y barro y Entre naranjos.

2. EL TEATRO
Los géneros dramáticos del Romanticismo persisten y evolucionan a lo largo de la época realista: el drama histórico aún tenía mucho éxito, principalmente la comedia político-moral, cargada de enseñanza moralizadora.
El otro gran género dominante es la alta comedia, creada en las postrimerías del Romanticismo. A lo largo de 50 años la comedia burguesa evolucionará considerablemente: se acercará al realismo con Enrique Gaspar, se cargará de melodramatismo con Echegaray y desembocará finalmente en la comedia benaventina. La alta comedia continua con algunos tópicos románticos. Los personajes están poco desarrollados psicológicamente y la repetición de caracteres hace que se estereotipen. Son obras de carácter moralizante en las que siempre hay un final feliz. Continúa, por tanto, la tradición pedagógica de la comedia moratiniana. La pretensión de sus creadores es “fundir la mayor belleza ética con la mayor belleza dramática”. Es un teatro donde lo fundamental es expresar una ideología, a la que se supeditan conflictos y personajes. Los temas predilectos de la alta comedia son la más cumplida expresión del nuevo estado moral traído por el cambio económico.
Autores: López de Ayala, José de Echegaray y Manuel Tamayo y Baus.
Los géneros musicales tales como la zarzuela, la ópera bufa, la revista y el sainete gozaron de gran éxito.

3. LA POESÍA

En la poesía intimista postromántica destacaron los dos “románticos rezagados” que estudiamos en el bloque anterior: Bécquer y Rosalía de Castro.

La mentalidad burguesa y realista no favoreció el desarrollo del lirismo: la poesía no es tanto expresión del individuo como exaltación de los valores familiares y religiosos de esta clase. Las tendencias típicas del momento son:

Poesía realista antirretórica: se caracteriza por un lenguaje prosaico alejado del Romanticismo. Su principal representante es Ramón de Campoamor, que defiende un lenguaje claro y sencillo que acerque la poesía a la prosa. En su obra destacan Humoradas y Pequeños poemas.
Poesía realista grandilocuente: enlaza con el Neoclasicismo y su principal representante es Gaspar Núñez de Arce, que compone poemas con un lenguaje cercano a la oratoraria política del momento. Citaremos Gritos del combate (1875).


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