martes, 27 de mayo de 2014

TEMA 1. EL SIGLO XVIII.



CONTEXTO HISTÓRICO Y CULTURAL
A finales del siglo XVII España está sumida en la decadencia política y económica que continuará en los primeros años del siglo XVIII.  Reina durante este siglo en España: Felipe V (1700-1746), con quien se instaura la casa de Borbón, tras haber ganado la Guerra de Sucesión (1701-1714). La guerra tuvo unas consecuencias políticas, económicas y culturales enormes. La nación era un mero esqueleto de lo que había sido. Fue sucedido por su hijo, Fernando VI (1746-1759). Durante su reinado, la conciencia de decadencia era patente. Será su hermano, Carlos III (1759-1788), el gran reformador y modernizador del país. Carlos IV (1788-1808) puso todos sus esfuerzos en evitar que las ideas de la Revolución Francesa, que estalló en 1789, penetraran en España.
Con la dinastía de los borbones aumenta la centralización del poder, lo que propiciará un absolutismo monárquico que postuló la separación entre la Iglesia y el Estado (expulsión de los jesuitas / aparición de la Enciclopedia en Francia), llevó a cabo intentos de reforma y racionalización de la economía; se criticó con acritud la ociosidad, privilegios y el parasitismo de las clases elevadas y se intentó mejorar las condiciones de vida de los ciudadanos: alumbrado y empedrado de las calles y mejoras en el área de la educación. En 1714 se funda la Real Academia A imitación de Francia, se crean nuevas bibliotecas e instituciones culturales: Biblioteca Nacional (1712), Real Academia de la Historia (1735), con la que se pretendía rescatar y estudiar el pasado de España; Museo del Prado (1785) Sociedades Económicas de Amigos del  País y Jardín Botánico.
A este sistema político se le conoció con el nombre de Despotismo Ilustrado, cuyo lema era “Todo para el pueblo pero sin el pueblo”, porque a éste se le tutela —y se le teme— procurando su felicidad, sin que intervenga en los asuntos públicos. Para mejorar su vida y hacerlo más culto y razonable se establecen industrias públicas, academias, museos, escuelas, centros de investigación... Es, por tanto, un sistema en el que hay súbditos, no ciudadanos, y en el que el rey ya no es rey por la gracia de Dios.
A finales de siglo, todo el fermento ideológico de bases igualitarias y reformistas, culmina en la Revolución Francesa (1789), que producirá reacciones defensivas contra aquellas ideas en muchos países, incluida España: el hombre será valorado por sus acciones y manera de prosperar, y no por su nacimiento lo que provoca el pánico entre las clases dominantes por su progresiva pérdida de poder y la llegada de un nuevo orden social.
CRISIS DE LA CONCIENCIA EUROPEA.
La nueva mentalidad fue minando los cimientos de la estructura social e ideológica aceptada por Europa hasta provocar a principios de del siglo XVIII lo que se ha calificado como “crisis de la conciencia europea”. El choque entre razón y tradición dio lugar en el siglo XVIII a un proceso de revisión de todo lo heredado por la mentalidad tradicional y presidió el despliegue de la llamada “era de las luces”. Todas las creencias y convicciones (religiosas, políticas, filosóficas, científicas o seudocientíficas....) dominantes hasta el siglo XVII se someten a discusión.
Comienza el predominio de la burguesía sobre la aristocracia que, sin los prejuicios de ésta, fomenta el espíritu crítico. Fruto de él es el gran movimiento cultural que dominó el siglo XVIII y que conocemos como Ilustración, de origen francés, y que impuso el racionalismo sobre la fe y la tradición, de ahí que el siglo XVIII se haya denominado el “Siglo de las luces”. Se rechaza el principio de autoridad y todo ha de ser sometido a comprobación, de ahí que se valore por encima de todo la experiencia y la observación (empirismo). Se proponen reformas sociales, económicas y educativas. Los intelectuales ilustrados buscan el utilitarismo: que todo sirva al progreso, los conocimientos han de ser útiles a una sociedad dominada por la ignorancia y la superstición, y la educación es la única vía para que el hombre sea capaz de pensar por sí mismo y se cuestione el mundo. Se impone el ideal de “enseñar deleitando”.
Pero en España la virulencia de la Revolución Francesa supuso un paso atrás: se cierran las vías de comunicación con el país vecino por temor a que se reproduzcan en suelo español. Con Carlos IV y Fernando VII la nación se divide en dos bandos: afrancesados o liberales y conservadores, que protagonizarán las luchas políticas que marcarán el siglo XIX español.

GÉNEROS DE LA LITERATURA DIECIOCHESCA EN ESPAÑA
El respeto a las normas clásicas y el ideal de enseñar deleitando regirán la creación literaria. Noes un siglo de creación, sino de revisión, inquietudes y proyectos en la que el pasado es sometido a un radical examen. Es fundamental el surgimiento del periodismo ya que asociado a él se van perfilando los géneros periodísticos actuales tales como el artículo de opinión y la crítica literaria.
POESÍA
1.        Poesía rococó: léxico cortesano, refinado, de metros cortos y ritmo marcado en estrofas breves. Los temas preferidos: amor y belleza femenina. Vinculada a la poesía bucólica y anacreóntica. Representantes: Nicolás Fernández de Moratín.
2.        Poesía ilustrada: unión de los temas propios del pensamiento ilustrado a los temas característicos de autores clásicos. Representantes: Juan Meléndez Valdés, Quintana, Cienfuegos, Nicasio Gallego.
3.        Poesía didáctica: buena muestra de ella son las fábulas de Tomás de Iriarte y de Félix María de Samaniego.
4.        Poesía neoclásica: de gusto refinado y severo. Representantes: Leando F. Moratín, Quintana y Alberto Lista.
5.        Poesía satírica: Nicolás fernández de Moratín, Samaniego o Jovellanos.
LA PROSA
Diego Torres Villarroel.
Único escritor fiel a los gustos barrocos, destaquemos: Vida, que se considera como una continuación del género picaresco, género que ya había acabado su ciclo; Visiones y visitas de torres con Quevedo por la Corte, cuadros costumbristas donde ofrece una sátira mordaz.
Francisco José de Isla. (Padre Isla)
Con su obra Fray Gerundio de Campazas ridiculizó el barroquismo de la oratoria sagrada y pretendió devolverle su dignidad y fines, inspirándose en las mismas ideas que Luzán en su Poética y Feijoo en su Teatro crítico: combatir los excesos barrocos.
Benito Jerónimo Feijoo (1676-1764)
Benedictino y catedrático de Teología de Oviedo, en su obra utiliza el género del discurso, precedente del ensayo moderno: género híbrido en el que se mezcla lo literario y lo científico, lo subjetivo y lo ameno. Escribe para todo el mundo con el objetivo de combatir los errores comunes, las supersticiones y las falsas creencias populares. Escribe con una fe religiosa profunda pero empleando la razón: su religiosidad no fue obstáculo para poner en tela de juicio su ortodoxia y atacó los falsos milagros por considerarlos como un insulto a la divinidad. . Trató una gran variedad de temas, entre los que destacan la defensa de la mujer, la repulsa a la sociedad estamental y la defensa por los más desfavorecidos y por la igualdad de todos los hombres. Su crítica equivale a la negación del principio de autoridad en que se fundamentaba toda la cultura precedente. Se propone ser “desengañador de las Españas” y su obra responde al planteamiento de Voltaire “atrévete a pensar por ti mismo” o al kantiano “atrévete a saber”. Se caracterizó por una tolerancia admirable, se preocupó por la reforma de los estudios y se mostró reacio ante la falsa piedad (la de apariencia) contra la que dirigió sus críticas.
En cuanto al estilo, emplea una lengua de gran viveza, opuesta al retoricismo. Su prosa posee un tono familiar y natural, sin afectación, fruto de una gran depuración y elaboración. Sus obras más destacables son Teatro Crítico Universal, en laque abundan paralelismos y contrastes, y Cartas eruditas y curiosas, de estilo más llano, como requería el género epistolar. Dice usar los recursos expresivos no con fines estéticos, sino para llamar la atención y hacer el mensaje más eficaz. Influyó en Cadalso, Jovellanos y Larra.
Gaspar Melchor de Jovellanos (1744-1811)
Ocupó importantes cargos públicos y participó de forma activa en la política del país. Firmaba sus escritos con el pseudónimo de Jovino.
Su obra estrictamente literaria es escasa: dos dramas, El Pelayo y El delincuente honrado, y varios poemas. Sus escritos más importantes están en prosa y son didácticos: políticos, históricos, económicos, filosóficos, filológicos... En ellos instruye, formula críticas y propone reformas para elevar la dignidad espiritual y material de España. Entre sus obras destacan Memoria sobre espectáculos y diversiones e Informe sobre la ley agraria, en el que propugnaba una valiente reforma de la propiedad agrícola. En Elogio a Carlos III exalta la política que el monarca había desarrollado en su reinado, en especial las reformas económicas. Fue un ilustrado reformador, no un revolucionario, pero las que hoy nos parecen moderadas reformas debieron resultarles a los tradicionalistas de entonces peligrosos alardes de subversión.
José Cadalso (1741-1782)
Recoibió una educación cosmopolita. En Madrid tuvo amores con una joven actriz, Filis en sus poemas, que murió a los 25 años, hecho que puede estar reflejado en sus Noches lúgubres. Participó activamente en la vida política y cultural de España pero acabó desengañado de la vida de la Corte.
Comienza escribiendo poesías en su exilio aragonés que culminan en sus Ocios de juventud, colección de sonetos, poemas satíricos y anacreónticos. Escribió también dos tragedias, pero sus obras más importantes están escritas en prosa:
Cartas marruecas: 90 epístolas en total, cuyo eje principal son las opiniones de un extranjero que tiene una cultura diferente y que ponen de relieve, por contraste, los defectos de la sociedad occidental, un recurso que ya había utilizado Montesquieu en sus Cartas persas. La obra es en realidad un ensayo sobre España en el que se analizan los males del país como una vía para encontrar un posible remedio. Tres personajes o corresponsales nos hablan sobre diversos aspectos de la época: Nuño, un español que conoce bien su patria; Gazel, un marroquí que viaja por España, y Ben Beley, un sabio marroquí que está por encima de lo accidental, con lo que se nos ofrecen diferentes perspectivas sobre una misma realidad. Los temas más recurrentes son la frivolidad de ideas y costumbres, la crítica injustificada de España, la decadencia de la industria, la crítica de la nobleza que vive de la herencia y no quiere educarse, etc. El motivo principal, según él, del retraso de España reside en las continuas guerras (que han destruido el hábito de trabajo), el gran capital que se traía de América y que también propició que no hubiera obligación de trabajar y el atraso científico y la degeneración de la cultura española en superficialidad y pedantería, así como el orgullo y el espíritu de rutina. Nos muestra una España que es el esqueleto de un gigante y propone como soluciones el cultivo de la ciencia y de la virtud y el ejemplo de otras naciones más prósperas, aunque se deja llevar por cierta indolencia ensoñadora, un tanto pesimista.
Noches lúgubres: obra póstuma que nos ofrece a un Cadalso retórico y efectista, que en nada recuerda al irónico y reflexivo de las Cartas. Está dividida en varias “noches” en las que se desarrolla, de forma dialogada, el episodio que luego habían de atribuir realmente al autor: Tediato, enajenado por la muerte de su amada, intenta, con la ayuda del sepulturero Lorenzo, desenterrarla para morir junto a su cadáver en casa, aunque la intervención del juez le impide conseguir su propósito.
La obra supone la primera manifestación del prerromanticismo en España, aunque la mayoría de la crítica coincide al afirmar que se trata más bien de una obra filosófica que trata de la injusticia del mundo (la prematura muerte en la juventud), que coincidió cronológicamente con el advenimiento del movimiento romántico. Son rasgos típicamente románticos el ambiente tétrico (relámpagos, cementerios, cárceles, gritos en la noche...), el Dios de Tediato, que es el Dios de los elegidos para el dolor, las exclamaciones pesimistas, la naturaleza como reflejo de su estado de ánimo y la manifestación de un dolor altruista por el prójimo. El héroe romántico se regodea en su propio dolor y quiere vengarse del mundo privándole de su presencia. Se han señalado como posibles fuentes Pensamientos nocturnos de Young y la leyenda folklórica de la Difunta pleiteada.
El estilo se caracteriza por el predominio del estilo nominal, numerosas aposiciones y escasez de verbos, que convierten la narración en una prosa rítmica. Vocabulario típicamente romántico.
Eruditos a la violeta está compuesta a modo de siete lecciones que un profesor imparte a sus discípulos. La sátira y la ironía son transparentes: el profesor, con el objeto de preparar a los alumnos para su triunfo y lucimiento en sociedad sin esforzarse en serio, les enseña las cuatro nociones indispensables que les permitan aupar su petulancia de supuestos sabios y escritores de moda.
Ignacio Luzán.
Autor de la Poética más importante del siglo XVIII. Recomienda un empleo cuidadoso del lenguaje figurado, regido siempre por la claridad (pureza), el orden y la proporción.

TEATRO

Hubo una gran afición al teatro en este siglo, marcado también por las constantes polémicas entre los defensores del teatro posbarroco y los partidarios de una renovación neoclásica. Se distinguen claramente dos líneas:
COMEDIA POSTBARROCA.
Continuaban las fórmulas de Calderón: se repiten temas y argumentos pero se complican la intriga y el montaje. Se basan más en el espectáculo que en el texto. Fueron las que gozaron de mayor éxito entre el público. Entre ellas destaca No hay plazo que no se cumpla ni deuda que no se pague de Antonio Zamora.
Este teatro sería el blanco de las críticas de autores como Moratín, que les acusaban principalmente de la falta de verosimilitud en las obras, aunque también apuntaban a principios éticos y religiosos: “escuela de maldad” y “espejo de lascivia” llegó a calificar Moratín padre al teatro barroco.
TEATRO NEOCLÁSICO.
Los ilustrados concibieron el teatro como instrumento para las reformas sociales, convirtiéndolo en espejo de costumbres. Sus partidarios rechazaron el resto de obras dramáticas por su falta de verosimilitud y por atentar contra el decoro poético (falta de adecuación entre los personajes y su habla).
Son obras en las que prima el texto sobre el espectáculo que respetaban la regla de las tres unidades (lugar, tiempo y acción). Se trata de comedias que tienen una intención didáctica y que presentan tipos y conflictos universales de los que se pudiera extraer una enseñanza útil. Lo cierto es que, a excepción de la obra de Moratín, las obras neoclásicas tuvieron un público muy minoritario. Esta comedia usó el verso hasta que Moratín introdujo la prosa.
Leandro Fernández de Moratín encarna el ideal de hombre ilustrado y su obra dramática es el mejor exponente de la comedia neoclásica española (respeto de las tres unidades, enseñar deleitando, imitación verosímil de la realidad, presentación de una sociedad fundamentada en la clase media como motor del país y decoro poético). Tomó partido por José Bonaparte durante la invasión, por lo que después tuvo que huir de España. Murió en París.
Creó la comedia española moderna, en la que el público ya no espera sorpresas de una intriga complicada sino la evolución lógica y razonable de los acontecimientos. Nos presenta a gente normal con problemas domésticos de forma instructiva y agradable. Escribe sobre costumbres nacionales, y quiere con ellos denunciar errores comunes, al igual que hacía el padre Feijoo. Sus cinco comedias, en realidad, giran en torno al tema de la inautenticidad como forma de vida:
El viejo y la niña (1786) inicia el tema que iba a ser dominante en su teatro: la práctica de estipular matrimonios violentando el deseo de los contrayentes. La tesis del autor no es tanto defender que la mujer tenga libertad a la hora de escoger marido como denunciar los peligros de las bodas irracionales.
El barón (1787): el tema es la elección libre del marido.
La comedia nueva o El Café (1792) responde al deseo de censurar los dramas que a finales del XVIII representaban la última degeneración del teatro barroco, que están plagados de inverosimilitudes y que carecen de un fin didáctico o útil a la sociedad. Refleja esta obra la situación del teatro del momento, que queda satirizado.
La mojigata (1804) es una crítica de la hipocresía y se incide en el tema de las mujeres sometidas a la voluntad paterna. Moratín no censura la autoridad de los padres sino el uso despótico y el abuso de ella.
—El sí de las niñas fue estrenada en 1806 y llevaba a escena una realidad social de la época: las bodas arregladas por padres y tutores sin contar con la voluntad de la novia. La finalidad de la obra no era tanto proponer soluciones (el divorcio era impensable) como concienciarse del problema y denunciar las conductas que lo ocasionaban.
El lenguaje que usa Moratín es sencillo y natural sin caer en la vulgaridad. Fue el primer autor en introducir en este tipo de teatro la prosa, lo que suponía además una toma de postura ideológica, pues se desvinculaba de los cánones heredados del teatro del siglo XVII. El respeto de las tres unidades se consigue sin la menor inverosimilitud. Todo en la obra es moderado: el sentimiento, la gracia, la amistad, el amor.
La mujer cobra una inusitada importancia para la época en esta obra. El tema, como también señalamos al principio, es la imposición paterna en el casamiento, frente a lo natural y racional, que es el amor entre dos jóvenes, aunque la educación de la mujer también juega un papel fundamental. Moratín nos dice con esta comedia que la autoridad paterna debe ejercerse de una manera no despótica.
La preocupación de aquellos que como Moratín defendían la libertad de la mujer en la elección del marido no era tanto por considerarla capacitada para adquirir las mismas libertades que los hombres, sino, muy al contrario, porque se pensaba que las bodas irracionales a la larga provocarían que las mujeres buscaran fuera del matrimonio, y por lo tanto en una situación de adulterio, el pretendiente que les gustara.
Estuvo representándose 26 días seguidos y gustó a todos los públicos (clases acomodadas y clase media). La clase media se sentía identificada con la historia. El éxito demostró que el respeto por la regla de las tres unidades no era incompatible con la popularidad de una obra, de lo que se deduce que el público permanecía en su mayoría totalmente ajeno a la polémica.
También se compusieron tragedias neoclásicas que, como las comedias, se atienen a las tres unidades dramáticas. Solían mostrar personajes históricos y estaban ambientadas e inspiradas en la Edad Media española o en la antigüedad grecolatina. Algunos ejemplos destacables son: La Raquel de García de la Huerta, Guzmán el Bueno de Moratín padre o Pelayo de Jovellanos.
OTRAS PIEZAS QUE SE REPRESENTABAN.
sainetes: son piezas breves y humorísticas que reflejan tipos y costumbres populares, y que se convirtieron en el espejo de los aspectos pintorescos y cómicos de la vida cotidiana, del lenguaje y usos del pueblo. Su finalidad era divertir al público mediante los diálogos cómicos e ingeniosos y la caricatura.
En la composición de estas piezas menores debemos destacar a Ramón de la Cruz, que fue convertido por la crítica en defensor del casticismo frente al afrancesamiento. Su obra más importante fue El Manolo, un remedo a la tragedia neoclásica en la que hace que mueran todos sus personajes sólo para respetar las normas del género. En Andalucía el equivalente fue González del Castillo.
tonadillas escénicas, antecedentes del género chico.
comedias sentimentales, que suponen el precedente del teatro romántico. El texto es un pretexto para crear espectáculo. Son comedias de santos, de magia y de militares; también tuvieron mucho éxito las comedias lacrimosas o sentimentales, en las que abundaban las escenas patéticas para poner en evidencia la falta de comprensión de la sociedad. La obra que dio el espaldarazo al género fue El delincuente honrado de Jovellanos.


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