CONTEXTO
HISTÓRICO Y CULTURAL
A finales del
siglo XVII España está sumida en la decadencia política y económica que
continuará en los primeros años del siglo XVIII. Reina durante este siglo
en España: Felipe V (1700-1746), con quien se instaura la casa de Borbón, tras
haber ganado la Guerra de Sucesión (1701-1714). La guerra tuvo unas consecuencias
políticas, económicas y culturales enormes. La nación era un mero esqueleto de
lo que había sido. Fue sucedido por su hijo, Fernando VI (1746-1759). Durante
su reinado, la conciencia de decadencia era patente. Será su hermano, Carlos
III (1759-1788), el gran reformador y modernizador del país. Carlos IV (1788-1808)
puso todos sus esfuerzos en evitar que las ideas de la Revolución Francesa, que
estalló en 1789, penetraran en España.
Con la dinastía
de los borbones aumenta la centralización del poder, lo que propiciará un absolutismo monárquico que postuló la separación entre la
Iglesia y el Estado (expulsión de los jesuitas / aparición de la Enciclopedia
en Francia), llevó a cabo intentos de reforma y racionalización de la economía;
se criticó con acritud la ociosidad, privilegios y el parasitismo de las clases
elevadas y se intentó mejorar las condiciones de vida de los ciudadanos:
alumbrado y empedrado de las calles y mejoras en el área de la educación. En
1714 se funda la Real Academia A imitación de Francia, se crean nuevas
bibliotecas e instituciones culturales: Biblioteca Nacional (1712), Real
Academia de la Historia (1735), con la que se pretendía rescatar y estudiar el
pasado de España; Museo del Prado (1785) Sociedades Económicas de Amigos
del País y Jardín Botánico.
A este sistema
político se le conoció con el nombre de Despotismo
Ilustrado, cuyo lema era “Todo para el pueblo pero sin el pueblo”, porque a
éste se le tutela —y se le teme— procurando su felicidad, sin que intervenga en
los asuntos públicos. Para mejorar su vida y hacerlo más culto y razonable se
establecen industrias públicas, academias, museos, escuelas, centros de investigación...
Es, por tanto, un sistema en el que hay súbditos, no ciudadanos, y en el que el
rey ya no es rey por la gracia de Dios.
A finales de
siglo, todo el fermento ideológico de bases igualitarias y reformistas, culmina
en la Revolución Francesa (1789), que producirá reacciones
defensivas contra aquellas ideas en muchos países, incluida España: el hombre
será valorado por sus acciones y manera de prosperar, y no por su nacimiento lo
que provoca el pánico entre las clases dominantes por su progresiva pérdida de
poder y la llegada de un nuevo orden social.
CRISIS DE LA
CONCIENCIA EUROPEA.
La nueva mentalidad
fue minando los cimientos de la estructura social e ideológica aceptada por
Europa hasta provocar a principios de del siglo XVIII lo que se ha calificado
como “crisis de la conciencia
europea”. El choque entre razón y tradición dio lugar en el siglo XVIII a
un proceso de revisión de todo lo heredado por la mentalidad
tradicional y presidió el despliegue de la llamada “era de las luces”. Todas las
creencias y convicciones (religiosas, políticas, filosóficas, científicas o
seudocientíficas....) dominantes hasta el siglo XVII se someten a discusión.
Comienza el
predominio de la burguesía sobre la aristocracia que, sin los prejuicios de ésta,
fomenta el espíritu crítico. Fruto de él es el gran movimiento cultural que
dominó el siglo XVIII y que conocemos como Ilustración, de origen francés, y que impuso el racionalismo sobre la fe y la tradición, de ahí
que el siglo XVIII se haya denominado el “Siglo de las luces”. Se rechaza el
principio de autoridad y todo ha de ser sometido a comprobación, de ahí que se valore por encima de
todo la experiencia y la observación (empirismo). Se proponen reformas sociales,
económicas y educativas. Los intelectuales
ilustrados buscan el utilitarismo: que todo sirva al progreso, los
conocimientos han de ser útiles a una sociedad dominada por la ignorancia y la
superstición, y la educación es la única vía para que el hombre sea capaz de pensar
por sí mismo y se cuestione el mundo. Se impone el ideal de “enseñar
deleitando”.
Pero en España
la virulencia de la Revolución Francesa supuso un paso atrás: se cierran las
vías de comunicación con el país vecino por temor a que se reproduzcan en suelo
español. Con Carlos IV y Fernando VII la nación se divide en dos bandos:
afrancesados o liberales y conservadores, que protagonizarán las luchas
políticas que marcarán el siglo XIX español.
GÉNEROS DE LA
LITERATURA DIECIOCHESCA EN ESPAÑA
El respeto a las
normas clásicas y el ideal de enseñar deleitando regirán la creación literaria.
Noes un siglo de creación, sino de revisión, inquietudes y proyectos en la que
el pasado es sometido a un radical examen. Es fundamental el surgimiento del
periodismo ya que asociado a él se van perfilando los géneros periodísticos
actuales tales como el artículo de opinión y la crítica literaria.
POESÍA
1. Poesía rococó: léxico cortesano, refinado, de metros
cortos y ritmo marcado en estrofas breves. Los temas preferidos: amor y belleza
femenina. Vinculada a la poesía bucólica y anacreóntica. Representantes:
Nicolás Fernández de Moratín.
2. Poesía ilustrada: unión de los temas propios del
pensamiento ilustrado a los temas característicos de autores clásicos.
Representantes: Juan Meléndez Valdés, Quintana, Cienfuegos, Nicasio Gallego.
3. Poesía didáctica: buena muestra de ella son las fábulas de
Tomás de Iriarte y de Félix María de Samaniego.
4. Poesía neoclásica: de gusto refinado y severo.
Representantes: Leando F. Moratín, Quintana y Alberto Lista.
5. Poesía satírica: Nicolás fernández de Moratín, Samaniego
o Jovellanos.
LA PROSA
Diego Torres Villarroel.
Único escritor
fiel a los gustos barrocos, destaquemos: Vida, que se considera como una
continuación del género picaresco, género que ya había acabado su ciclo; Visiones y visitas de torres con
Quevedo por la Corte, cuadros
costumbristas donde ofrece una sátira mordaz.
Francisco
José de Isla. (Padre Isla)
Con su obra Fray Gerundio de Campazas ridiculizó el barroquismo de la
oratoria sagrada y pretendió devolverle su dignidad y fines, inspirándose en
las mismas ideas que Luzán en su Poética y Feijoo en su Teatro crítico: combatir los excesos barrocos.
Benito
Jerónimo Feijoo (1676-1764)
Benedictino y
catedrático de Teología de Oviedo, en su obra utiliza el género del discurso, precedente del ensayo moderno: género híbrido en el que
se mezcla lo literario y lo científico, lo subjetivo y lo ameno. Escribe para
todo el mundo con el objetivo de combatir
los errores comunes, las supersticiones y las falsas creencias populares.
Escribe con una fe religiosa profunda pero empleando la razón: su religiosidad
no fue obstáculo para poner en tela de juicio su ortodoxia y atacó los falsos
milagros por considerarlos como un insulto a la divinidad. . Trató una gran variedad de temas, entre los que destacan la defensa de la mujer, la
repulsa a la sociedad estamental y la defensa por los más desfavorecidos y por
la igualdad de todos los hombres. Su crítica equivale a la negación del principio de
autoridad en que se
fundamentaba toda la cultura precedente. Se propone ser “desengañador de las
Españas” y su obra responde al planteamiento de Voltaire “atrévete a pensar
por ti mismo” o al kantiano “atrévete a saber”. Se caracterizó por una tolerancia admirable, se preocupó por la
reforma de los estudios y se mostró reacio ante la falsa piedad (la de
apariencia) contra la que dirigió sus críticas.
En cuanto al estilo, emplea una lengua de gran viveza,
opuesta al retoricismo. Su prosa posee un tono familiar y natural, sin
afectación, fruto de una gran depuración y elaboración. Sus obras más
destacables son Teatro Crítico
Universal, en laque abundan
paralelismos y contrastes, y Cartas
eruditas y curiosas, de
estilo más llano, como requería el género epistolar. Dice usar los recursos
expresivos no con fines estéticos, sino para llamar la atención y hacer el
mensaje más eficaz. Influyó en Cadalso, Jovellanos y Larra.
Gaspar
Melchor de Jovellanos (1744-1811)
Ocupó
importantes cargos públicos y participó de forma activa en la política del
país. Firmaba sus escritos con el pseudónimo de Jovino.
Su obra
estrictamente literaria es escasa: dos dramas, El Pelayo y El delincuente honrado, y varios poemas. Sus escritos más
importantes están en prosa y son didácticos: políticos, históricos, económicos,
filosóficos, filológicos... En ellos instruye, formula críticas y propone
reformas para elevar la dignidad espiritual y material de España. Entre sus
obras destacan Memoria sobre
espectáculos y diversiones e Informe sobre la ley agraria, en el que propugnaba una valiente
reforma de la propiedad agrícola. En Elogio
a Carlos III exalta la
política que el monarca había desarrollado en su reinado, en especial las
reformas económicas. Fue un ilustrado reformador, no un revolucionario, pero
las que hoy nos parecen moderadas reformas debieron resultarles a los
tradicionalistas de entonces peligrosos alardes de subversión.
José Cadalso
(1741-1782)
Recoibió una educación
cosmopolita. En Madrid tuvo amores con una joven actriz, Filis en sus poemas,
que murió a los 25 años, hecho que puede estar reflejado en sus Noches lúgubres. Participó activamente en la vida
política y cultural de España pero acabó desengañado de la vida de la Corte.
Comienza
escribiendo poesías en su exilio aragonés que culminan
en sus Ocios de juventud, colección de sonetos, poemas
satíricos y anacreónticos. Escribió también dos tragedias, pero sus obras más importantes
están escritas en prosa:
—Cartas
marruecas: 90
epístolas en total, cuyo eje principal son las opiniones de un extranjero que
tiene una cultura diferente y que ponen de relieve, por contraste, los defectos
de la sociedad occidental, un recurso que ya había utilizado Montesquieu en sus Cartas persas. La obra es en realidad un ensayo sobre España en el que se analizan
los males del país como una vía para encontrar un posible remedio. Tres
personajes o corresponsales nos hablan sobre diversos aspectos de la época:
Nuño, un español que conoce bien su patria; Gazel, un marroquí que viaja por
España, y Ben Beley, un sabio marroquí que está por encima de lo accidental,
con lo que se nos ofrecen diferentes perspectivas sobre una misma realidad. Los temas más recurrentes son la frivolidad
de ideas y costumbres, la crítica injustificada de España, la decadencia de la
industria, la crítica de la nobleza que vive de la herencia y no quiere
educarse, etc. El motivo principal, según él, del retraso de España reside en
las continuas guerras (que han destruido el hábito de trabajo), el gran capital
que se traía de América y que también propició que no hubiera obligación de
trabajar y el atraso científico y la degeneración de la cultura española en
superficialidad y pedantería, así como el orgullo y el espíritu de rutina. Nos
muestra una España que es el esqueleto de un gigante y propone como soluciones
el cultivo de la ciencia y de la virtud y el ejemplo de otras naciones más
prósperas, aunque se deja llevar por cierta indolencia ensoñadora, un tanto
pesimista.
—Noches
lúgubres: obra póstuma
que nos ofrece a un Cadalso retórico y efectista, que en nada recuerda al
irónico y reflexivo de las Cartas. Está dividida en varias “noches”
en las que se desarrolla, de forma dialogada, el episodio que luego habían de
atribuir realmente al autor: Tediato, enajenado por la muerte de su amada,
intenta, con la ayuda del sepulturero Lorenzo, desenterrarla para morir junto a
su cadáver en casa, aunque la intervención del juez le impide conseguir su
propósito.
La obra supone
la primera manifestación del prerromanticismo en España, aunque la mayoría de la
crítica coincide al afirmar que se trata más bien de una obra filosófica que
trata de la injusticia del mundo (la prematura muerte en la juventud), que
coincidió cronológicamente con el advenimiento del movimiento romántico. Son
rasgos típicamente románticos el ambiente
tétrico (relámpagos,
cementerios, cárceles, gritos en la noche...), el Dios de Tediato, que es el
Dios de los elegidos para el dolor, las exclamaciones pesimistas, la naturaleza
como reflejo de su estado de ánimo y la manifestación de un dolor altruista por
el prójimo. El héroe romántico se regodea en su propio dolor y quiere vengarse
del mundo privándole de su presencia. Se han señalado como posibles fuentes Pensamientos nocturnos de Young y la leyenda folklórica
de la Difunta pleiteada.
El estilo se caracteriza por el predominio
del estilo nominal, numerosas aposiciones y escasez de verbos, que convierten
la narración en una prosa rítmica. Vocabulario típicamente romántico.
—Eruditos
a la violeta está compuesta a modo de siete lecciones
que un profesor imparte a sus discípulos. La sátira y la ironía son
transparentes: el profesor, con el objeto de preparar a los alumnos para su
triunfo y lucimiento en sociedad sin esforzarse en serio, les enseña las cuatro
nociones indispensables que les permitan aupar su petulancia de supuestos
sabios y escritores de moda.
Ignacio Luzán.
Autor de la Poética más importante del siglo
XVIII. Recomienda un empleo cuidadoso del lenguaje figurado, regido siempre por
la claridad (pureza), el orden y la proporción.
TEATRO
Hubo una gran
afición al teatro en este siglo, marcado también por las constantes polémicas
entre los defensores del teatro posbarroco y los partidarios de una renovación
neoclásica. Se distinguen claramente dos líneas:
COMEDIA
POSTBARROCA.
Continuaban las
fórmulas de Calderón: se repiten temas y argumentos pero se complican la
intriga y el montaje. Se basan más en el espectáculo que en el texto. Fueron las que
gozaron de mayor éxito entre el público. Entre ellas destaca No hay plazo que no se cumpla ni
deuda que no se pague de
Antonio Zamora.
Este teatro
sería el blanco de las
críticas de autores como
Moratín, que les acusaban principalmente de la falta de verosimilitud en las
obras, aunque también apuntaban a principios éticos y religiosos: “escuela de
maldad” y “espejo de lascivia” llegó a calificar Moratín padre al teatro
barroco.
TEATRO
NEOCLÁSICO.
Los ilustrados
concibieron el teatro como instrumento para las reformas sociales, convirtiéndolo
en espejo de costumbres. Sus partidarios rechazaron el resto de obras
dramáticas por su falta de verosimilitud y por atentar contra el decoro poético
(falta de adecuación entre los personajes y su habla).
Son obras en las
que prima el texto sobre el espectáculo que
respetaban la regla de las
tres unidades (lugar, tiempo
y acción). Se trata de comedias que tienen una intención didáctica y que presentan tipos y conflictos
universales de los que se pudiera extraer una enseñanza
útil. Lo cierto es que, a excepción de la obra de Moratín, las obras
neoclásicas tuvieron un público muy minoritario. Esta comedia usó el verso
hasta que Moratín introdujo la prosa.
Leandro
Fernández de Moratín encarna el ideal de hombre ilustrado y
su obra dramática es el mejor exponente de la comedia
neoclásica española (respeto
de las tres unidades, enseñar deleitando, imitación verosímil de la realidad,
presentación de una sociedad fundamentada en la clase media como motor del país
y decoro poético). Tomó partido por José Bonaparte durante la invasión, por lo
que después tuvo que huir de España. Murió en París.
Creó la comedia
española moderna, en la que el público ya no espera sorpresas de una intriga
complicada sino la evolución lógica y razonable de los acontecimientos. Nos
presenta a gente normal con problemas domésticos de forma instructiva y
agradable. Escribe sobre costumbres nacionales, y quiere con ellos denunciar
errores comunes, al igual que hacía el padre Feijoo. Sus cinco comedias, en
realidad, giran en torno al tema de la inautenticidad como forma de vida:
—El viejo y la niña (1786) inicia el tema que iba a ser
dominante en su teatro: la práctica de estipular matrimonios violentando el
deseo de los contrayentes. La tesis del autor no es tanto defender que la mujer
tenga libertad a la hora de escoger marido como denunciar los peligros de las
bodas irracionales.
—El barón (1787): el tema es la elección libre del marido.
—La comedia nueva o El Café (1792) responde al deseo de censurar los dramas que a
finales del XVIII representaban la última degeneración del teatro barroco, que
están plagados de inverosimilitudes y que carecen de un fin didáctico o útil a
la sociedad. Refleja esta obra la situación del teatro del momento, que queda
satirizado.
—La mojigata (1804) es una crítica de la hipocresía y se incide en el
tema de las mujeres sometidas a la voluntad paterna. Moratín no censura la
autoridad de los padres sino el uso despótico y el abuso de ella.
—El sí de
las niñas fue estrenada en 1806 y llevaba a escena
una realidad social de la época: las bodas arregladas por padres y tutores sin
contar con la voluntad de la novia. La finalidad de la obra no era tanto
proponer soluciones (el divorcio era impensable) como concienciarse del
problema y denunciar las conductas que lo ocasionaban.
El lenguaje que
usa Moratín es sencillo y natural sin caer en la vulgaridad. Fue el primer
autor en introducir en este tipo de teatro la prosa, lo que suponía además una
toma de postura ideológica, pues se desvinculaba de los cánones heredados del
teatro del siglo XVII. El respeto de las tres unidades se consigue sin la menor
inverosimilitud. Todo en la obra es moderado: el sentimiento, la gracia, la
amistad, el amor.
La mujer cobra
una inusitada importancia para la época en esta obra. El tema, como también
señalamos al principio, es la imposición paterna en el casamiento, frente a lo
natural y racional, que es el amor entre dos jóvenes, aunque la educación de la
mujer también juega un papel fundamental. Moratín nos dice con esta comedia que
la autoridad paterna debe ejercerse de una manera no despótica.
La preocupación
de aquellos que como Moratín defendían la libertad de la mujer en la elección
del marido no era tanto por considerarla capacitada para adquirir las mismas
libertades que los hombres, sino, muy al contrario, porque se pensaba que las
bodas irracionales a la larga provocarían que las mujeres buscaran fuera del
matrimonio, y por lo tanto en una situación de adulterio, el pretendiente que
les gustara.
Estuvo
representándose 26 días seguidos y gustó a todos los públicos (clases
acomodadas y clase media). La clase media se sentía identificada con la
historia. El éxito demostró que el respeto por la regla de las tres unidades no
era incompatible con la popularidad de una obra, de lo que se deduce que el
público permanecía en su mayoría totalmente ajeno a la polémica.
También se
compusieron tragedias neoclásicas que, como las comedias, se atienen a
las tres unidades dramáticas. Solían mostrar personajes históricos y estaban
ambientadas e inspiradas en la Edad Media española o en la antigüedad
grecolatina. Algunos ejemplos destacables son: La Raquel de García de la Huerta, Guzmán el Bueno de Moratín padre o Pelayo de Jovellanos.
OTRAS PIEZAS
QUE SE REPRESENTABAN.
—sainetes: son piezas breves y humorísticas
que reflejan tipos y costumbres populares, y que se convirtieron en el espejo
de los aspectos pintorescos y cómicos de la vida cotidiana, del lenguaje y usos
del pueblo. Su finalidad era divertir al público mediante los diálogos
cómicos e ingeniosos y la caricatura.
En la
composición de estas piezas menores debemos destacar a Ramón de la Cruz, que fue
convertido por la crítica en defensor del casticismo frente al afrancesamiento.
Su obra más importante fue El
Manolo, un remedo a la
tragedia neoclásica en la que hace que mueran todos sus personajes sólo para
respetar las normas del género. En Andalucía el equivalente fue González del Castillo.
—tonadillas
escénicas, antecedentes del
género chico.
—comedias sentimentales,
que suponen el precedente del teatro romántico. El texto es
un pretexto para crear espectáculo. Son comedias de santos, de magia y de
militares; también tuvieron mucho éxito las comedias lacrimosas o
sentimentales, en las que abundaban las escenas patéticas para poner en
evidencia la falta de comprensión de la sociedad. La obra que dio el
espaldarazo al género fue El
delincuente honrado de
Jovellanos.
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